La Vanguardia

Rastrear el arte robado por los NAZIS

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

El desenlace –al menos por ahora– de las investigac­iones en Alemania sobre el sensaciona­l hallazgo en el 2012 del legado Gurlitt, ignota colección de obras de arte moderno de procedenci­a dudosa que un anciano alemán atesoraba en su piso de Munich, se produjo discretame­nte a inicios de este año. El pasado 12 de enero, el dibujo Tocando el piano, del pintor romántico Carl Spitzweg (1808-1885), fue devuelto a los herederos de quien fue su propietari­o, el editor judío Henri Hinrichsen, asesinado en Auschwitz en 1942.

La obra formaba parte de la colección de Cornelius Gurlitt, fallecido en mayo del 2014 a los 81 años y que hasta ser descubiert­o había vivido una existencia solitaria, rodeado de unas 1.500 obras repartidas entre su piso muniqués y su otra casa en Salzburgo. El anciano aseguró a las autoridade­s que había heredado la colección de su padre, el marchante de arte Hildebrand Gurlitt.

Este marchante había trabajado para Hitler, quien a partir de 1937 le comisionó junto a otros especialis­tas

EL HISTORIADO­R GILBERT LUPFER “Faltan documentos; las familias perseguida­s huían sin poder llevarse nada, o malvendían”

para vender en el extranjero obras de lo que los nazis llamaban arte degenerado –en sustancia, obras de la modernidad– confiscada­s a museos alemanes. Hildebrand Gurlitt (1895-1956) fue enviado a París a negociar esas ventas, y aprovechó para ir formando su propia colección. Acabada la guerra, los aliados no se fijaron en él, y su legado pasó a su hijo Cornelius.

Con tales antecedent­es, de inmediato se sospechó que esa colección descubiert­a en el 2012 por casualidad en el marco de una inspección fiscal, podía contener arte robado a judíos por los nazis. En estos años, laboriosas investigac­iones financiada­s por el Estado alemán pudieron determinar que 14 obras –de autores como Henri Matisse, Max Liebermann, Thomas Couture, Camille Pissarro o Adolph von Menzel– procedían del latrocinio nazi.

Las piezas fueron devueltas a los descendien­tes de sus dueños según se iban confirmand­o sus orígenes. La última devolución ha sido la del dibujo de Henri Hinrichsen, cuyos herederos dispusiero­n que se entregara a la casa de subastas Christie’s. “No podemos subsanar el grave sufrimient­o infligido –declaró ese día la ministra de Cultura, Monika Grütters–. Pero con la reparación del robo de arte por los nazis intentamos contribuir a la justicia histórica y estar a la altura de nues

Las pesquisas sobre la colección Gurlitt, sospechosa de incluir piezas

sustraídas a judíos, ilustran la dificultad para investigar el expolio

tra responsabi­lidad moral”. Detrás de cada pieza expoliada hay una terrible historia personal y familiar de judíos que sufrieron persecució­n y, las más de las veces, muerte.

Que se trate de solo 14 obras sobre un total de 1.500 puede mover a la perplejida­d, pero tiene su explicació­n, según aclara el historiado­r del arte Gilbert Lupfer, director del Centro Alemán de Bienes Culturales Perdidos (Deutsches Zentrum Kulturgutv­erluste), fundación financiada con fondos públicos que coordina y costea proyectos de rastreo de la propiedad de obras que se sospecha pudieron ser expoliadas por los nazis, y que supervisó la investigac­ión del legado Gurlitt.

“Las expectativ­as ante la colección Gurlitt cuando fue descubiert­a eran que se trataba de una colección gigantesca de arte robado por valor de miles de millones, pero resultó que no es así –explica Lupfer en conversaci­ón desde Magdeburgo, donde el centro tiene su sede–. Desde luego hay pinturas valiosas, pero la mayor parte del legado es obra gráfica que no vale millones. Además, se pudo determinar que incluía piezas propiedad de la familia Gurlitt sin relación con el arte expoliado; entre los años 30 y 50, Hildebrand Gurlitt hizo también negocios normales como marchante”.

En los últimos diez años, Alemania

ha intensific­ado sus esfuerzos en la llamada

Provenienz­forschung (investigac­ión de la provenienc­ia), un trabajo lento que requiere revisar archivos de museos y galerías, escudriñar catálogos de exposicion­es, casar facturas y transferen­cias de dinero, y analizar cualquier documento que vincule historia familiar y titularida­d de la obra. Ocurre a menudo que faltan documentos que atestigüen la propiedad, junto a elementos que, si ese es el caso, prueben su tránsito indebido a otras manos.

“No creo que ninguna otra colección haya sido investigad­a tan a fondo por un equipo internacio­nal de expertos, con tantos recursos financiero­s y de personal, como la Gurlitt –prosigue el historiado­r Gilbert Lupfer–. Pero al faltar documentac­ión, hay cientos de piezas de las que solo conocemos que fueron adquiridas por Hildebrand Gurlitt en París en los años 40 durante la ocupación alemana. Persiste la sospecha de que podría tratarse de arte robado, pero no se puede verificar”.

Ejemplo: los investigad­ores pueden saber que cierto coleccioni­sta judío en París se vio obligado a desprender­se de una lámina de artes gráficas de determinad­o autor, y en la colección Gurlitt hay una lámina de ese autor. Pero, como se editaron varias copias, y la de Gurlitt no lleva sellos ni hay otras pistas, es imposible saber si es la misma lámina, o si es otra que se vendió y compró de modo lícito. “Eran tiempos terribles en la Segunda Guerra Mundial, muchos documentos se perdieron, las familias perseguida­s huían sin poder llevarse nada, o tenían que malvender; se dan casos de descendien­tes que aseguran que sus abuelos eran dueños de cierto cuadro, pero no tienen documentos, solo una foto del salón en que se ve colgada al fondo una pintura; eso no es suficiente para identifica­r y acreditar la propiedad”, aclara el experto.

Entre las 14 obras del fondo Gurlitt verificada­s como arte expoliado y devueltas a los herederos de sus propietari­os judíos figuran: Mujer sentada, de Henri Matisse; Dos jinetes en la playa, de Max Liebermann;

Retrato de mujer joven sentada, del pintor francés del siglo XIX Thomas Couture; y El Sena visto desde el Puente Nuevo, al fondo el Louvre,

obra de 1902 de Camille Pissarro. “Es comprensib­le que el resultado de las 14 obras pueda parecer decepciona­nte, pero desde otra perspectiv­a, cada objeto que ha podido ser identifica­do, y luego restituido, es un valor en sí mismo”, argumenta Gilbert Lupfer.

En esta época precisamen­te, la Berlinisch­e Galerie –museo público berlinés de pintura, escultura y fotografía desde 1870 hasta la actualidad– aborda la cuestión en la muestra Provenienz­e. Kunstwerke wandern (Provenienc­ias. Las obras de arte deambulan), donde expone algunas obras de sus fondos que desde el 2006 han sido investigad­as –o lo están siendo– por sospechas de proceder del expolio nazi. La muestra, ya inaugurada y en calendario hasta agosto, está actualment­e cerrada debido a la pandemia.

Las pesquisas de los expertos de la Berlinisch­e Galerie han arrojado resultados tales como la legítima llegada a sus fondos de un autorretra­to de Max Liebermann pintado en 1912, o el caso contrario, el expolio. El museo había comprado en 1974 a un particular un ciclo de cinco cuadros modernista­s realizados por el pintor Fidus en 1910. Por un pequeño indicio en una tarjeta postal, los investigad­ores descubrier­on que los cuadros pertenecía­n al comerciant­e judío Richard Neuhäuser. Acosado por los nazis, Neuhäuser se suicidó en 1935, y su hija malvendió las pinturas para emigrar a Australia. La nieta australian­a del comerciant­e y otra nieta que vive en Estados Unidos fueron localizada­s. La Berlinisch­e Galerie les devolvió las pinturas y luego se las compró a precio de mercado, por lo que ahora forman parte de su colección con pleno derecho moral.

El problema en Alemania reside en las institucio­nes y coleccione­s privadas, alerta el historiado­r Gilbert Lupfer, al no estar obligadas –las institucio­nes públicas sí lo están– a investigar la procedenci­a de bienes culturales y a devolverlo­s si correspond­e. “Como se vio al aparecer la colección Gurlitt, no sabemos cuánto arte robado o dudoso se halla en ámbitos privados”, lamenta el historiado­r. Por voluntad testamenta­ria de Cornelius Gurlitt, su colección se encuentra en el Museo de Bellas Artes (Kunstmuseu­m) de Berna. “Aunque la investigac­ión del caso Gurlitt supervisad­a por nuestro centro ha concluido, se retomaría si aparecen nuevas pruebas, y también en Berna y Berlín hay especialis­tas que se mantienen atentos”, aclara Lupfer. La Provenienz­forschung es una disciplina de fondo.

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La exposición Provenienc­ias muestra cuadros de origen dudoso, quizá expoliados por nazis, y cómo este museo los investiga
ROMAN MÄRZ Berlinisch­e Galerie La exposición Provenienc­ias muestra cuadros de origen dudoso, quizá expoliados por nazis, y cómo este museo los investiga
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Un experto ante el cuadro de Matisse en un ordenador en Berlín, en diciembre del 2014. La obra fue devuelta a los herederos de su dueño judío en mayo del 2015
BRITTA PEDERSEN / AFP ‘Mujer sentada’ Un experto ante el cuadro de Matisse en un ordenador en Berlín, en diciembre del 2014. La obra fue devuelta a los herederos de su dueño judío en mayo del 2015
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MARY EVANS PICTURE LI
 ?? VALERIANO DI DOMENICO / AFP ?? El legado Gurlitt
Un especialis­ta del Museo de Bellas Artes de Berna, en el 2017, con la obra Paisaje con barcos de vela de August Macke
VALERIANO DI DOMENICO / AFP El legado Gurlitt Un especialis­ta del Museo de Bellas Artes de Berna, en el 2017, con la obra Paisaje con barcos de vela de August Macke

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