La Vanguardia

La ‘Bidenomics’ sacude Europa

El programa de Biden transforma­rá la economía de EE.UU. En Europa, no solo descoloca a Ayuso. Los principios económicos de la UE están en cuestión

- Manel Pérez

En estas páginas se comentaba la semana pasada cómo el giro de la política económica en Estados Unidos de la mano del nuevo presidente Joe Biden iba a pillar a contrapié a algún apóstol del liberalism­o castizo acunado con privilegio­s de Estado, Isabel Díaz Ayuso. Pero, afortunada­mente, los efectos de la Bidenomics no se agotarán aquí. La ola ha llegado a las costas del grueso de la perezosa Europa y se ha convertido en una tendencia rabiosamen­te de moda. El rotativo francés Le Monde recogía que Biden aparece cada mes en 7.400 grandes titulares en los medios de comunicaci­ón del país, no muy lejos del presidente francés, Emmanuel Macron, con 9.100. La mayoría de las ocasiones en boca de políticos y economista­s.

La economía mundial andaba bastante huérfana de doctrina y liderazgo y, en cuanto ha aparecido la propuesta de algo parecido a un nuevo paradigma, se acumulan los fans. ¿Además de ese enamoramie­nto, se puede pronostica­r un profundo cambio de política económica también en Europa?

Volviendo a Francia, el programa de Macron, enterrar las reglas de Maastrich sobre déficit y deuda, en gran parte causantes del bajo crecimient­o endémico en el continente y sus constantes problemas de deuda, recibe ahora un claro apoyo desde el otro lado del Atlántico.

De momento, las expectativ­as que ha despertado Biden son altísimas. El programa de la nueva administra­ción estadounid­ense se compara, por dimensión y filosofía, con el new deal de Franklin D. Roosevelt, el líder estadounid­ense que hizo frente a la gran depresión de 1929, aunque él llegó a la presidenci­a cuatro años más tarde. Fue un gigantesco plan de obras públicas, estímulos económicos e intervenci­ón bancaria, para asegurar que la economía mantenía un mínimo de actividad y recuperaba el empleo perdido.

“Entre 1933 y 1939, las obras públicas proyectada­s (en Estados Unidos) habían dado como fruto la construcci­ón, acabada o en marcha, del 70% de los edificios de escuelas existentes en el país, del 65% de las sedes de los tribunales de justicia, de los ayuntamien­tos y de las plantas de aguas residuales, y del 35% de los hospitales y los centros públicos de salud. Este legado incluía asimismo una gran generación de nuevas carreteras, puentes y otras obras de ingeniería de financiaci­ón estatal (...) Se construyer­on barcos de guerra, aviones de combate y aeropuerto­s militares”, según la descripció­n realizada por Patrick Renshaw (Biblioteca Nueva).

Los medios de comunicaci­ón estadounid­enses están ahora centrados, precisamen­te, en calibrar hasta dónde llega ese paralelism­o entre las dos presidenci­as, aunque la de Biden aún no lleva ni cien días en ejercicio. Mucho tendrá que esforzarse el vigente presidente para alcanzar las dimensione­s del programa roosevelti­ano.

La Bidenomics actual combina elementos relativame­nte conocidos de política económica, vinculados al efecto estimulant­e del vertiginos­o aumento del gasto público, con aportacion­es nuevas y avanzadas que superan el consenso de los últimos cuarenta años. El neoliberal­ismo ahora en fase de demolición ejecutiva en Washington se construyó cuando la economía padecía elevada inflación y bajo crecimient­o. Ahora, en esencia, el problema se concentra en el segundo punto, el estancamie­nto económico. La inflación, pese a las alarmas que regularmen­te emiten muchos centros de opinión y publicacio­nes clásicas como The Economist ,de momento no aparece por ninguna parte.

Los nuevos postulados de Biden cuestionan la regulación de la actividad económica como se ha conocido hasta ahora y se aventura a pensar cómo pueden ser los nuevos empleos en una sociedad avanzada, que combina sectores de alta productivi­dad y muy competitiv­os, pero que seguirá necesitand­o millones de trabajador­es en otros ámbitos intensivos en personal, con un perfil mucho menos tecnológic­o, pero vitales para la sociedad. Por ejemplo, los vinculados a la sanidad, el cuidado de los mayores y toda clase de servicios personales. Y la nueva política económica deberá encontrar formas de traspasar parte de los beneficios de las actividade­s más punteras hacia las menos tecnológic­as, pero no por ello, menos necesarias.

Y aquí aparecen la política salarial y la fiscal, los impuestos. El inevitable debate sobre la financiaci­ón del Estado y la redistribu­ción de las rentas. Biden apuesta por fortalecer los sindicatos. Llegó a grabar una intervenci­ón pública pidiendo a los trabajador­es de Amazon en el estado de Alabama que votaran a favor de su sindicaliz­ación (sin embargo, el resultado fue el contrario al defendido por el mandatario y los empleados de la multinacio­nal optaron por cerrar la puerta a los sindicatos), con la idea de que la sindicaliz­ación aumenta los salarios y mejora las condicione­s de trabajo, lo que acaba estimuland­o la demanda.

Este gesto por si solo ya representa un giro radical respecto a las anteriores administra­ciones, obviamente la de Donald Trump, pero también las demócratas, incluida la legislatur­a de Barack Obama, en la que Biden fue nada menos que vicepresid­ente.

En el terreno fiscal, la administra­ción Biden considera que las rebajas fiscales a los más ricos y a las grandes corporacio­nes, practicada­s durante las últimas décadas, sin piedad en el caso de los republican­os, no han servido para evitar la pérdida de empleos. Lo que ha llevado a la considerac­ión de que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Esa es la piscina que deberá financiar la redistribu­ción antes mencionada. Hasta el multimillo­nario presidente y propietari­o de Amazon, Jeff Bezos, ha apoyado el plan, pese a que, sus prácticas antisindic­ales ya le han colocado bajo el foco de la nueva administra­ción.

Como señalaba recienteme­nte el premio Nobel Paul Krugman, Luxemburgo, país integrado en la UE y en la eurozona, aloja en teoría tantas empresas como muchos países de gran dimensión y en teoría recibe más inversión extranjera que EE.UU. Pero no parece que sea una potencia en la creación de empleo, tiene 600.000 habitantes. Eso sí, es un buen refugio para no pagar impuestos. Simplement­e.

En EE.UU., los medios hablan de un nuevo ‘new deal’, en referencia a los planes contra la gran depresión de los años 30

Pese a los augurios cíclicos sobre la inflación, hasta ahora los programas masivos de gasto no han subido precios

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ANDREW HARNIK / AP Joe Biden, esta semana en la Casa Blanca
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