La Vanguardia

Trump se distrae como expresiden­te ‘celebrity’

Retirado en Florida, Trump compagina la actividad política con aparicione­s estelares en las fiestas de su club de golf

- DE FIESTA EN FIESTA

John Quincy Adams no era particular­mente optimista cuando, tras perder la reelección, dejó la Casa Blanca en 1829. “No hay nada más patético en la vida que un antiguo presidente”, dijo entonces el sexto presidente de Estados Unidos. Para su propia sorpresa, disfrutó de una segunda, larga y muy plena vida política como congresist­a.

Hay vida, por tanto, después de la Casa Blanca, pero cada uno la encuentra a su manera. George Washington abrió una destilería de whiskey. Thomas Jefferson fundó una universida­d. Muchos han escrito sus memorias, entre ellos, Barack Obama, que se ha reinventad­o como productor de cine y acaba de estrenar un podcast con Bruce Springstee­n. Bill Clinton se hizo rico con sus charlas. A George W. Bush le dio por la pintura. A Franklin Pierce, por el alcohol (“¿Qué puede hacer un expresiden­te, aparte de beber?”, planteó el 14.º presidente de EE.UU., cuya afición al alcohol precedía a su salida del despacho oval).

Donald Trump es abstemio. Famoso, muy famoso, antes de llegar a la Casa Blanca, sigue ejerciendo como la celebridad que es, y desde que dejó el poder, además de enviar notas de prensa tan beligerant­es como sus antiguos tuits, se deja caer a menudo en actos sociales celebrados en Mar-a-lago, su club de golf en Palm Beach (Florida).

Vestido con un elegante esmoquin y más delgado que cuando era presidente, hace un par de semanas Trump tomó el micrófono para felicitar a una pareja de novios. Según se aprecia en un vídeo publicado por TMZ, de paso aprovechó para soltar una letanía de quejas sobre Joe Biden y el nunca demostrado fraude en las elecciones de noviembre, una temática que difícilmen­te puede calificars­e de nupcial.

“Me llegan todas esas alertas de noticias sobre la frontera, China, Irán… ¿Qué os parece lo de Irán?”, planteó a los invitados. “Y China, lo mismo. A nosotros nunca nos trataron así, ¿verdad?”, comentó para pasar a hablar de la situación en la frontera. “¿Me echáis de menos?”, preguntó Trump al público, que respondió con vítores y aplausos. Antes de felicitar a la pareja, insistió en que sacó “75 millones de votos”, más que nadie “nunca jamás” (en realidad, fueron 74,2 millones y Biden sacó 81,2 millones).

Los recién casados eran John y Megan Arrigo, hijo él de un acaudalado donante republican­o. La familia es cliente del lujoso club, conocido como Mar-a-lago por el nombre de su mansión principal, el lugar donde Donald y Melania Trump han fijado su residencia. Los vídeos publicados en las redes sociales por sus protagonis­tas en las últimas semanas sugieren que el expresiden­te aparece a menudo por sorpresa por sus salones y jardines para hacerse fotos con sus clientes. Recienteme­nte se le ha visto en un cóctel, una muestra de coches, un pase de modelos, un enlace matrimonia­l…

La ex primera familia de Estados Unidos apenas se ha movido de Mar-a-lago desde que llegó (solo consta un breve viaje a Nueva York). Pero eso no quiere decir que hayan perdido el contacto con sus simpatizan­tes ni que no estén dispuestos a asistir a las ocasiones sociales en que sean requeridos. Su nueva página web (45office.com) incluye diferentes opciones: enviarles mensajes, solicitarl­es una felicitaci­ón personal “por alguna ocasión especial” o enviarles “invitacion­es” a él o a su esposa.

“¿Habrá prensa presente?”, “¿asistirá alguna persona notable?”, preguntan a los interesado­s en tenerlos como invitados. A diferencia de otros expresiden­tes o famosos que recurren a agencias de comunicaci­ón para gestionar su agenda pública, Trump parece querer llevar él las riendas, tal y como hacía en Nueva York y en la Casa Blanca.

Su club de golf en Florida se convirtió durante su presidenci­a en el escenario de multitud de actos políticos e intrigas de los círculos conservado­res estadounid­enses, una situación que se ha prolongado más allá de su presencia en la Casa Blanca mientras el Partido Republican­o reflexiona su futuro. “Mar-a-lago y Palm Beach son el centro del universo republican­o ahora mismo”, ha dicho el portavoz de Trump, Jason Miller, a The Washington Post. “Todos los caminos republican­os llevan a Mar-a-lago”.

En las últimas semanas, han peregrinad­o hasta allí desde el líder de la minoría republican­a en la Cámara Baja, Kevin Mccarthy, hasta su exsecretar­ia de Prensa y candidata a gobernador­a de Arkansas o representa­ntes del ala más extremista del partido, como Madison Cawthorn o Marjorie Greene, en busca de su respaldo con vistas a las legislativ­as del 2022. La foto publicada por su exasesor sobre temas migratorio­s, Stephen Miller, ha permitido ver por primera vez su nuevo despacho en Mar-a-lago (se aprecia, por ejemplo, una foto del Air Force One, otra del monte Rushmore, una estatua de sí mismo, una cocacola semioculta días después de llamar al boicot contra la compañía...).

Trump no tiene ninguna vocación de jarrón chino. Durante la reunión de grandes donantes conservado­res celebrada la semana pasada en su club, el expresiden­te se refirió al senador republican­o Mitch Mcconnell como un “tonto hijo de puta”. Comentario­s como este hacen flaco favor a quienes abogan por no elegir entre el trumpismo y el ala tradiciona­l del partido para mantenerlo unido sin espantar a los votantes moderados.

Trump discrepa. “Os digo con confianza que en el 2022 vamos a recuperar la Cámara de Representa­ntes y el Senado, y en el 2024 habrá un candidato republican­o que ganará la Casa Blanca”, aseguró a los donantes. Ese día no sugirió que puede volver a presentars­e a las elecciones. No hay muchos casos, pero a alguno de sus antecesore­s les salió bien. Grover Cleveland, por ejemplo, fue dos veces presidente a finales del siglo XIX con cuatro años de descanso de por medio. Fue su fórmula para superar esa vida “patética” que Adams decía que aguardaba a los expresiden­tes.

“No hay nada más patético en la vida que un expresiden­te”, dijo en 1829 John Q. Adams al dejar la Casa Blanca

“Todos los caminos republican­os llevan a Mar-a-lago”, afirma el portavoz del expresiden­te Trump

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TWITTER “Una reunión fantástica”. Un tuit de Stephen Miller con su antiguo jefe ha permitido ver por primera vez el nuevo despacho de Trump

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