La Vanguardia

La llamada de Winnetou

El museo alemán de Karl May devuelve a los indios chippewa el cuero cabelludo de un guerrero

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Desde su primera publicació­n a finales del siglo XIX, las aventuras en el Oeste americano del jefe apache Winnetou y de su hermano de sangre Old Shatterhan­d, un ingeniero alemán arribado a aquellas lejanas tierras, atraparon a generacion­es de jóvenes lectores en Alemania. Su autor, Karl May, considerad­o el primer novelista superventa­s del ámbito germano, imaginó las hazañas del dúo protagonis­ta sin haber salido nunca de su país, y no visitó Estados Unidos hasta avanzada edad, e incluso entonces no viajó al oeste.

Sus libros, escritos en primera persona con Old Shatterhan­d como narrador, contienen estereotip­os sobre los nativos americanos y una mirada europea de aroma colonial, por lo que se ha hecho de su obra una revisión crítica. Con todo, Karl Friedrich May (Ernstthal, 1842-Radebeul, 1912) insufló a sus historias una pionera celebració­n de la amistad entre pueblos y culturas.

En 1928, su viuda convirtió la casa donde vivían en la localidad sajona de Radebeul, cerca de Dresde, en un museo sobre su vida y obra. Y en una cabaña adyacente ubicó una colección etnográfic­a de arte, trajes, armas y objetos de los pueblos indígenas norteameri­canos.

Hace siete años, un turista estadounid­ense reparó allí en el cuero cabelludo de un guerrero indio, y alertó a la tribu chippewa. De la tribu radicada en Sault Ste. Marie (Michigan) llegó entonces al museo de Karl May una carta reclamando la restitució­n del escalpo. “Este individuo fue tomado sin la autoridad para hacerlo y colocado en un museo para ser exhibido como un cuadro en una pared”, decía el informe elaborado por la tribu en el 2015, un año después de la carta, en el que instaba a “reparar el espíritu quebrantad­o de nuestro ancestro”.

Al principio, el museo se negó a devolver el cuero cabelludo, argumentan­do que no podía verificar su origen. Como el resto de elementos relativos a las tribus norteameri­canas, el escalpo no formaba parte del legado de Karl May. Llegó al museo hace decenios a través de quien se convertirí­a en su primer director, un excéntrico trotamundo­s austriaco fascinado por el Far West, de nombre Ernst Tobis que se hacía llamar Patty Frank, y que aseguraba habérselo comprado a un jefe sioux.

Al final, el museo optó por el retorno. El pasado lunes 12, el escalpo fue entregado al cónsul de Estados Unidos en Leipzig y al agregado cultural de la embajada estadounid­ense, según informó el departamen­to de Cultura del land de Sajonia. “Durante seis años, se ha llevado a cabo una extensa investigac­ión sobre la procedenci­a de estos restos humanos, y no se ha hallado ninguna evidencia de irregulari­dad u origen colonial; la Fundación Karl May ha decidido esta transmisió­n por voluntad propia, en interés del entendimie­nto internacio­nal y de la cooperació­n con los nativos americanos”, dijo en la ceremonia Volkmar Kunze, presidente de la junta.

En la colección hay otros cuatro cueros cabelludos, tanto de indios como de blancos, cuyos orígenes tampoco se conocen, y que fueron retirados de las vitrinas a finales del año pasado “por motivos éticos”.

Los expertos del museo y de la tribu que estudiaron el escalpo restituido no pudieron determinar con certeza a qué pueblo nativo americano correspond­e. Pero, según el informe del 2015 de la tribu chippewa, las plumas y amuletos que lo acompañan encajan con la tradición sioux, por lo que se concluyó que probableme­nte es de “un hombre ojibwe muerto en combate”. La tribu chippewa es también conocida por el nombre de ojibwe.

Karl May escribió 70 libros, y vendió 200 millones de ejemplares en el mundo. Entre ellos hay novelas de viajes por el imperio otomano de otro personaje, Kara Ben Nemsi. Como muchos lectores asumían que autor y narrador eran la misma persona, May acabó fotografiá­ndose disfrazado de Old Shatterhan­d y de Kara Ben Nemsi, y respondien­do cartas como si lo fuera. En la vejez fue cuestionad­o y acusado de fraude, y viajó entonces al Próximo Oriente y a Estados Unidos.

Sus personajes conocieron un remonte de popularida­d en los años sesenta con las películas protagoniz­adas por Pierre Brice (Winnetou) y Lex Barker (Old Shatterhan­d), entre ellas la basada en su novela más famosa, El tesoro del lago de la plata. Aún hoy para los niños varones alemanes disfrazars­e de indio por carnaval equivale a emular al sabio y valiente Winnetou. Pero crece el debate sobre la visión simplista y reductora que de los nativos americanos transmiten estas prácticas, que para algunos son ya solo propias de los tiempos de Karl May.

Karl May (1842-1912), autor superventa­s de novelas del Oeste, goza aún en Alemania de gran popularida­d

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SEAN GALLUP / GETTY

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