La sublimación del rondo

El Barça recupera en la final su estilo de pases, centrocampistas y cantera

No se les había olvidado jugar. Aún les quedaba mucha calidad en las botas. No estaban en declive. No habían dicho su última palabra en la élite. No era un estilo obsoleto. No había quedado enterrado en Lisboa con el 2-8. No era una cuestión de nostálgicos. No es imprescindible el músculo de Paulinho y Arturo Vidal. El Barcelona volvió por la puerta grande con la filosofía que le hizo una referencia mundial: la pelota, muchos centrocampistas, Messi y cantera.

El Barça disfrutó en una final. Y ganó. Por ese orden. Como en los buenos tiempos. Claro que hay malos días como recientemente ante el Valladolid en el Camp Nou (1-0) y el Madrid en Valdebebas (2-1) pero queriendo mandar, siendo protagonista, llevando el peso del partido y pasándose el balón como en un rondo de 90 minutos el equipo blaugrana multiplica sus prestaciones. En cambio, si se desnaturaliza, si sale al campo contemplativo, si juega a empatar, si duda de su ADN, se convierte en uno más.

En La Cartuja, el Barcelona de Koeman mareó al Athletic como en su día hizo con el Manchester United en la final de la Champions del 2011, con el Santos en el Mundial de Clubs de ese mismo año o con el Sevilla en la final de la Copa del 2018. El 0-4 que infligió a los rojiblancos entronca con otras grandes finales recientes.

“El Barcelona nos ha enseñado cómo se juega al fútbol”, se quitó el sombrero un joven Neymar en el 2011, que menos de dos años después recalaría en el Camp Nou. “Han jugado con un 3-7-0”, analizó Muricy Ramalho, el entrenador del Santos aquel 18 de diciembre en Yokohama.

Aquel sistema inventado se repitió ayer. Mingueza, Piqué y Lenglet fueron los defensas, los dos primeros formados en casa, con el libreto bien aprendido. El resto eran centrocampistas, desde Dest y Alba por las bandas hasta Messi y Griezmann, que no son nueves de área. De Jong peinaba todo el campo, Busquets siempre estaba en el lugar adecuado y Pedri era tan silencioso como indetectable. Con esos mimbres, el Barça se juntó alrededor del balón. Monopolizó la posesión. Le escondió la pelota al contrario y le cansó. Atacó y se defendió con el esférico. Desde el saque inicial. Hasta la jugada que significó el 0-4 definitivo.

Fue la guinda, el colofón, el súmmum. Corría el minuto 70 cuando Jordi Alba recuperó ante De Marcos y se lanzó al suelo para evitar el saque de banda. Ahí empezó una secuencia de 60 pases (15 de ellos al primer toque) en la que participaron los once jugadores del Barça –hasta Ter Stegen, que salió de su área–. Durante dos minutos y 26 segundos, el balón avanzaba y retrocedía, iba de un lado a otro, pero siempre de un jugador de amarillo a otro. Hasta que Pedri se dio la vuelta en el círculo central, aceleró y abrió a la izquierda, donde Alba hizo una pared con Griezmann. El centro del lateral, también de primeras, lo remató Messi sin controlar antes de que le echasen encima Dani García e Iñigo Martínez.

El chut de Leo fue la única vez de toda la concatenación de entregas que la pelota estuvo en el área del Athletic. Suficiente.

Y no es una excepción. Sucedió lo mismo en el 0-1 de Griezmann y en el 0-2 de De Jong. Solo se aparecía para asestar el golpe. En el 0-3, Messi después de una jugada maradoniana con De Jong, sí que hizo tres impactos en el área: uno para recortar a Unai Núñez, uno para acomodarse bien el balón en la zurda y el último para colocar su disparo raso y suave, lejos de Simón. El Barcelona marcó cuatro goles en los que solo necesitó tocar seis veces la pelota en zona peligrosa.

Se juega como se entrena, dijo Ronald Koeman en su presentación. El rondo, un ejercicio de conservación de balón propio de la Masia, quedó sublimado en una final.

LA PARADOJA DEL 0-4

Tras una serie de 60 pases, la única vez que el Barça tocó la pelota en el área del Athletic fue el chut de Messi

FINALES PARA RECORDAR

Los blaugrana marearon al rival igual que al United y al Santos en el 2011 o al Sevilla en el 2018