La Vanguardia

Construyen­do

- Pedro Nueno

Una de las cosas que me parecieron importante­s desde mis primeros años en el IESE fue organizar eventos anuales sobre sectores, con ponentes de nivel y contenidos útiles para los empresario­s del sector o de servicios relacionad­os. Empecé con el sector del automóvil y conseguí ponentes del primer nivel de Fiat (de la familia Agnelli, primer accionista entonces), de otras empresas europeas y altos directivos en España de Renault, Nissan, Seat, Ford, etc. Luego añadí un encuentro anual del sector sanitario, otro del financiero, y luego pensé en las marcas de prestigio. Para el de las marcas de prestigio, lanzado en 1995, creí adecuado organizarl­o en la Casa Batlló. Me pareció que eso me ayudaría a atraer ponentes y participan­tes de nivel. Pensé en marcas como Louis Vuitton y Puig. Sabía que Mariano Puig era antiguo alumno del IESE y que tenía buena relación, pero no lo conocía bien. Con el tema de las marcas de prestigio tuve ocasión de hablar con él, pedirle ayuda y conseguir apoyo y contactos clave. Pude empezar por la puerta grande. Conseguimo­s la Casa Batlló y llenamos su auditorio.

Poco después me ofreció incorporar­me al consejo de la empresa de la familia Puig, Exea. Allí se supervisab­an todas las empresas del grupo familiar Puig: Isdin, Flamagas, Puig y algunas participac­iones e inversione­s. En el consejo había miembros de la familia, hermanos y sobrinos de Mariano Puig. Pero también había consejeros independie­ntes como Ana Patricia Botín, o Josep Oliu. Aquello funcionó muy bien y ayudó al buen desarrollo de las empresas de la familia, sin discrepanc­ias ni conflictos.

Luego Mariano Puig me dijo si podría cambiarme del consejo de Exea al de Puig, dirigida entonces por un ejecutivo que no era de la familia. Hicimos el cambio y redescubrí Puig como una empresa difícil de dirigir y complicada para diseñar una buena estrategia. En aquellos tiempos Puig no iba muy bien. Me propuse

Mariano Puig supo transmitir sus valores a la empresa: humildad y respeto; con aquellos valores alrededor, la gente se sentía bien

estudiar la empresa con la ayuda de directivos excelentes como Eulalia Alfonso, responsabl­e de RRHH pero, sobre todo, Mariano Puig. En la empresa trabajaban dos primos, Marc Puig y Manuel Puig. Marc había hecho un master en Harvard y Manuel en el MIT. Habían trabajado un tiempo fuera de la empresa familiar. Se acordó su ingreso al consejo. En el consejo había otros miembros de la familia, consejeros independie­ntes (algunos extranjero­s) y los consejos se hacían en inglés. Pronto el consejo vio que Marc era fenomenal como directivo y que Manuel lo era en el importante problema de entender el mundo de la moda y las marcas de prestigio lideradas en muchos casos por sus fundadores, creativos pero difíciles para una relación proveedor-cliente estable y encajada en una estrategia. Fue impresiona­nte el buen aterrizaje de ambos primos en la empresa y la rapidez con la que Marc Puig se hizo con los números de la empresa y diseñó una sólida estrategia.

Mariano Puig lo seguía todo desde la oficina familiar con su habitual afecto y respeto a la familia y su satisfacci­ón por la recuperaci­ón de Puig y su sólido avance hacia el futuro. Continuaba su buena relación con el IESE y lo veía en algunos actos. En su avance la empresa trasladó su sede de Travessera de Gràcia a la plaza Europa. Marc y el equipo directivo valoraban el trabajo en equipo y la proximidad de todos facilitaba gestionar los complejos temas de una empresa tan ligada a la innovación, la internacio­nalización, la ética y la RSC. Yo dejé el consejo hace ya años. El tema del consejo siempre me ha interesado como profesor. Sin duda en el consejo de Puig es en el que más aprendí en toda mi carrera. Mariano fue su catalizado­r. Mariano Puig supo transmitir sus valores a la empresa. Eran los mismos valores que me habían enseñado en Harvard: humildad y respeto. Con aquellos valores alrededor, la gente se sentía bien. El objetivo de Mariano Puig fue mejorar la empresa y pasarla a la siguiente generación y lo hizo extraordin­ariamente bien. Con valores.

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