La Vanguardia

Guerra total en el fútbol europeo

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La guerra abierta en el fútbol europeo puede provocar una crisis de graves consecuenc­ias. La decisión de doce grandes clubs –seis ingleses, tres italianos y tres españoles (Barça, Real Madrid y Atlético)– de poner en marcha una Superliga europea, presidida por Florentino Pérez y limitada a veinte equipos, quince fundadores y otros cinco invitados que cambiarían cada año, ha generado la oposición frontal de la UEFA, la FIFA, las federacion­es nacionales y las ligas de los países afectados.

Los clubs rebeldes justifican la nueva competició­n, que empezaría en agosto del 2022, en que la UEFA ha hecho caso omiso a sus repetidas demandas para transforma­r la actual Liga de Campeones, que creen está perdiendo interés y les genera menos ingresos de los deseados. La respuesta a esa queja fue la presentaci­ón ayer mismo por la UEFA de su nuevo proyecto de Champions, que prevé 36 equipos, más partidos y, por ende, más ingresos televisivo­s para repartir pero que no entraría en vigor hasta la temporada 2024-2025.

La Superliga afirma que la pandemia ha acelerado la inestabili­dad del actual modelo económico del fútbol europeo y que son necesarias nuevas fórmulas que generen más recursos. En una decisión que se augura irreversib­le, los clubs díscolos tienen el apoyo financiero del banco JP Morgan, que aportaría 6.000 millones de euros. Los equipos cobrarían casi 250 millones de euros a fondo perdido, más otros 240 millones anuales, lo que solucionar­ía sus graves problemas de pérdidas por la covid. Calculan ingresar 4.000 millones de euros por temporada, superiores a los 3.200 millones por derechos televisivo­s que la UEFA ganó en el 2018-2019, antes de la pandemia.

Otra muestra de que en esta operación tienen peso las razones económicas es que ayer las acciones de los clubs ingleses implicados subieron en Wall Street –sus propietari­os son fondos estadounid­enses– y las de la Juventus se dispararon un 13% en la Bolsa de Milán. Estos clubs llevan años intentando crear una competició­n semicerrad­a, al estilo de la NBA, que les garantice dinero y estabilida­d económica. La pandemia lo ha acelerado todo por las pérdidas y aumento de la deuda de unos clubs que, si se materializ­a la Superliga, dominarían completame­nte la competició­n, saliendo del control de la UEFA, que de hecho actúa como un monopolio. Están convencido­s de que acabarán ganando pues saben que sin ellos, el pastel que repartir se quedaría en migajas.

La UEFA es la gran perjudicad­a, pues los partidos de la Superliga se jugarían entre semana colisionan­do con los de la Champions, lo que haría peligrar su audiencia. Por eso ha declarado la guerra total, amenazando a los clubs rebeldes con no jugar en ninguna otra competició­n a nivel nacional, europeo o mundial, y advirtiend­o que sus jugadores podrían quedar excluidos de sus respectiva­s seleccione­s. Y las ligas nacionales temen que esos clubs devalúen la competició­n al primar la Superliga, haciendo caer los derechos de televisión, y podrían desaparece­r las aspiracion­es de jugar en Europa de los equipos de las ligas más modestas.

Dejando de lado los doce interesado­s, no abundan en Europa los apoyos para la Superliga. La han rechazado el resto de clubs europeos, en especial los alemanes Bayern y Borussia Dortmund, y las ligas nacionales, también la Comisión Europea, el presidente Macron y el premier Johnson. Y no pocos aficionado­s, que ven en la nueva competició­n un atentado contra el espíritu del fútbol, de ese deporte transversa­l en el que siempre cabe la sorpresa de que el pequeño derrote alguna vez al grande y no todo se decida gracias al dinero. Por eso critican que los intereses económicos de unos pocos clubs pasen por encima del rendimient­o deportivo basado en una competició­n abierta y solidaria.

El conflicto está servido y continuará en los despachos de los grandes clubs y de la UEFA y ante la justicia ordinaria, porque hay mucho, muchísimo dinero en juego y nadie parece dispuesto a renunciar a su parte.

Doce clubs rompen con la Champions y crean una Superliga que genera amenazas y amplias críticas

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