La Vanguardia

Barcelona tiene ‘madriditis’

- Joaquín Luna

Catalunya se metió en un berenjenal con el procés del que no tenemos ni idea de cómo salir y busca consuelo en la filosofía futbolísti­ca de mi lejana infancia: la madriditis. Si Madrid gana y marcha bien es por una conjura esotérica o, simplement­e, porque el mal existe y viste de blanco.

Hemos dilapidado la herencia de Barcelona’92 de la misma forma que el Barça dilapidó, sistemátic­amente, las millonadas percibidas por Luis Suárez –el gallego sabio, el único Bota de Oro español–, Figo y Neymar. Y cuando eso sucede siempre caemos en lo mismo: desviar la responsabi­lidad y hablar –mal– de Madrid.

En lo futbolísti­co, tuvo que aterrizar un holandés desacomple­jado, Johan Cruyff, al que nadie le exigió nunca una palabra en catalán, para acabar con la cultura del lamento y revertir la maldición de las Copas de Europa. Gracias a Cruyff, el Barça se dejó de chorradas, revolucion­ó el fútbol y humilló al Real Madrid –desde el 0-5 hasta las dos Ligas de Tenerife, con sus trapos sucios copiados del rival– como nadie le había humillado nunca, Bayern de Munich aparte.

A diferencia del fútbol, ni Barcelona ni Catalunya pueden fichar a un Cruyff para salir de este atolladero que tanto ha beneficiad­o a Madrid –¡incluso independen­tistas furibundos pagan allí sus impuestos!– y gracias a la figura tan atacable de Díaz Ayuso se reconforta estos días con un baño de madriditis que consiste en criticar por tierra, mar y aire al

vencedor para así esquivar nuestros errores no forzados.

Me siento barcelonés hasta la médula y, en consecuenc­ia, me niego a sumarme al resentimie­nto ambiental contra Madrid y atribuirle el declive de Barcelona, cuando les hemos puesto en bandeja el liderazgo económico, en parte por una revolución nacionalis­ta que atenaza y condiciona. Damos por bueno lo inaceptabl­e: falta de rumbo político –¡más de un año sin Govern pese a la pandemia!–, el orden público de la CUP que se visualiza en un paseo de Gràcia lamentable, y esa pataleta de rechazar todo lo que ofrece el Gobierno de España, de ahí las ausencias clamorosas en el aniversari­o de Seat, en la visita de un comisario de la UE a un centro de investigac­ión o el rechazo a ampliar la capacidad del aeropuerto que financia Aena (¡es el medio ambiente!, tal que niños enfurruñad­os!).

La madriditis tiene vacuna: dejarse de lamentos y Ayusos, y hablar más de fondos europeos.

Barcelona ha puesto en bandeja la pujanza de Madrid, ese viejo objeto del lamento

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