BENJAMIN BREXIT
Gran Bretaña tiene en Benjamin Britten y George Benjamin a dos genios de la ópera a los que Europa no va a renunciar
Holanda prepara un ‘Peter Grimes’ en las playas del norte que conectará a la gente de esta y la otra orilla
No hay tradición operística que presente un vacío tan grande en su historia como la de Gran Bretaña: si bien el país es excelente en dramaturgos e intérpretes musicales, el imperio no dio ningún compositor destacable desde que en el barroco reinó Henry Purcell y hasta que siglos después irrumpió Benjamin Britten. No en vano se la denomina The land without music (la tierra sin música), aunque habilidad para nacionalizar compositores extranjeros como Händel –o más tarde Robert Gerhard y ahora Max Richter– no le han faltado. Por suerte, en lo operístico Britten tuvo un digno heredero inglés para abastecer el siglo XXI como es George Benjamin. Dos astros a los que les une algo más que el nombre.
La casualidad ha querido que en este primer año de Brexit, ambos compositores estén más presentes que nunca en la programación del llamado oasis español, lo que ha complicado las cosas, pues los intérpretes del país de Shakespeare experimentan los efectos del divorcio de la UE con requisitos draconianos para obtener un visado.
“Diría que hay casi una apropiación de Britten... en el sentido de que si quieren irse que se vayan, pero Britten se queda aquí”, bromeaba ayer el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, justo antes de celebrar la première del sonado montaje de Peter Grimes, la ópera más famosa de este compositor, que es además un emblema nacional.
Lo peor es que muchos intérpretes brittenianos y hasta el propio Britten, que estrenó esta ópera justo al acabar la guerra en 1945, estarían de acuerdo con esto... “En cualquier caso, es magnífico que Britten o Benjamin sirvan para construir algunos puentes que los políticos han querido destruir”, dice Matabosch.
Por la nefasta combinación de Brexit y pandemia, el Real se ha visto obligado a posponer la ópera Lessons in love and violence de George Benjamin que el Liceu estrenó con expectación y notable éxito hace unas semanas. Se consideró arriesgado encabalgar esas funciones con las de Peter Grimes en Madrid. Además, como en todo lo que requiere a artistas británicos, hubo problemas en obtener visados y se tuvo que retrasar unos días el estreno de ayer.
Pese a lo cual, las propuestas británicas se multiplican: el Liceu prepara la ópera El monstruo en el laberinto de Jonathan Dove, i el propio Liceu unió fuerzas con el festival Cruïlla el verano pasado para que Kai Gleusteen y elensemble de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre interpretaran el Vivaldi recomposed de Max Richter, su visión de Las cuatro estaciones. Y L’auditori tuvo la semana pasada a los jóvenes hermanos y estrellas globales Sheku e Isata Kanneh-mason interpretando a Britten y Frank Bridge.
Y ahora ya comienza a haber movimiento escénico en la Unión Europea fuera de este oasis español del que toda la prensa extranjera –desde
el New York Times al Frankfurter Allgemeine– habla. El Brexit está distanciando a Gran Bretaña de la Europa comunitaria en los negocios, pero no parece afectar a la cultura. En la costa de Frisia, provincia del norte de Holanda se va a representar Peter Grimes. El lugar está a unos 300 km a vuelo de ave frente a Suffolk, provincia costera de Inglaterra donde Britten situa la acción. Allí, en ese pueblo, había comprado en 1937 una modesta casa, a pocos kilómetros de Aldeburg, donde había nacido el poeta George Crabbe en cuyo The Borough se basa la obra.
Aunque esta ópera no va de playas ni de mar (el mar es una metáfora del comportamiento de las masas, ahora en calma y al minuto siguiente en tormenta), ya hubo un montaje en una ocasión en estos mismos parajes. Pero ahora son las costas del continente las que acogerán esta ópera, en concreto el mar de los Wadden, los bancos de arena que se forman entre las playas del norte del Holanda y las cinco islas que hay enfrente. Bancos de arena que son Patrimonio Mundial de la Unesco desde 2009: entre pleamar y bajamar el agua puede retirarse 30 kilómetros. En septiembre, cuando las mareas son bajas, se practica un deporte único: andar sobre los bancos sorteando hoyos en los que puede llegar el agua al cuello. Y desde ahí se escucharán el día 10 las emocionantes y a veces dolorosas melodías de Britten... Y acaso los ecos llegarán a Gran Bretaña.
Doce solistas, una orquesta de 60 músicos y un total de 150 artistas se ubicarán con el mar de fondo. El director artístico, Arnoud Oosterbaan, junto con el director musical inglés Paul Carr han organizado esta Wadopera, una iniciativa de la Fundación Nootstroom, organización cultural que busca eliminar barreras para hacer que la clásica de alto nivel sea accesible a una audiencia lo más amplia posible. La ubicación con el mar de fondo, el imprevisible estado del cielo y las nubes hacia la puesta de sol, más los auténticos barcos pesqueros forman un escenario de lo más atractivo para esta historia de intriga, de culpa e inocencia, de amor y traición en el pequeño pueblo pesquero.
¿Qué opinan los responsables de esta Wadopera de que Peter Grimes sea una ópera británica en pleno Brexit? “La historia de la ópera muestra que estamos interconectados, tanto con la comunidad pesquera de Suffolk del siglo XIX como con los pescadores de gambas de hoy, dependientes del mar que une nuestras costas –señala Robbin van Nek, responsable de prensa de la Wadopera–. Los relatos y el arte no están limitados por fronteras; el poder del drama puede conmover a las personas y elevarlas a un nivel universal; conectar a la gente de este lado del mar con la de la otra orilla”.