Cercas y la insolvencia de Pilar Rahola
No hay nada nuevo, es verdad. Entre las prácticas discursivas de Rahola está la trivialización destinada a la defensa fallera de posiciones numantinas. Los malos llevan rabo y cuerno, y el malo oficial en la Catalunya indepe es hace mucho tiempo Javier Cercas. La causa seguramente es doble. Ha sido el escritor que de forma más pública, abierta, explícita y transparente ha expresado su opinión. Discrepa de los fines del independentismo y no ha callado su alarma puramente democrática por los métodos que ha empleado para crecer, desarrollarse y estrellarse contra la falta de apoyo interno (al menos la mitad de catalanes no es indepe) y la falta de apoyo internacional. Ahí las cosas siguen siendo muy, muy tibias ante la evidencia de que los deseos de menos de la mitad de la población no funcionan como argumento democrático exactamente irrebatible.
Tampoco es nuevo el linchamiento o el escrache mediático contra Cercas porque suele recibirlo cada vez que abre la boca para disentir de los mantras fundacionales del discurso indepe: ante un Estado facha como el español, hay que salir pitando, y como somos todo un pueblo, unánime y compacto, mejor hacerlo por la vía rápida y conquistar así la libertad contra la opresión. Como este relato es una gran trola, Cercas se ha enfrentado, sin despeinarse demasiado, a cada una de las trolas menudas que lleva dentro ese discurso. Entre ellas, hay una evidencia empírica que los estudios han ido mostrando una y otra vez: las zonas ricas de Catalunya dispensan un apoyo mayor y más sostenido a la propuesta secesionista que las zonas, barrios y clases tirando a pobres. Como eso suena fatal, y trasluce un fondo insolidario de ricos egoístas, suele decirse poco en los medios catalanes, pero sigue siendo verdad. Quizá ya es algo más dudoso que sea culpa de Cercas que un caricaturista demagógico asocie la estelada con Hitler, como si no supiésemos todos que son la misma cosa el facherío demagógico indepe y el facherío demagógico españolista. El independentismo democrático haría bien en distanciarse de su sector facha porque tendrá que ser paciente y persuasivo para crecer: no tiene otra salida que esa.
Y tampoco hay nada nuevo en el último cartucho de la documentadísima y leidísima Rahola, cuyas horas y días deben de ser el triple de los de los demás para lo
Cercas discrepa de
los fines del independentismo y
no ha callado su alarma puramente
democrática
mucho que perora, escribe y pontifica. El último cartucho lo descargó en su columna del domingo en La Vanguardia. Consiste en reprobar en Cercas un blanqueamiento del fascismo, proyectando una “mirada amable” sobre él. Rahola se apoya en una exigua minoría de hispanistas que han hecho de la lectura torticera de su obra una especialización obsesiva. Nadie más lee a Cercas así en ningún lugar del planeta. Quizá sería bueno que Rahola se pensase si la cantidad de lectores catalanes que tiene Cercas, que es bestial, leen lo que dice leer ella en sus novelas, si las ha leído, o si esos catalanes que le leen masivamente (incluidos los indepes) leen en sus libros el delirio interesado que esa minoría detecta. Ningún otro experto, y hay a patadas, ha sido capaz de ver ni pusilanimidad ni equidistancia del fascismo en Cercas, ni en España ni en el resto del mundo. Si la campaña de descrédito contra él atacaba primero el flanco civil haciéndole decir lo que no decía, ahora Rahola pasa al flanco literario: tampoco aquí acierta ni lo hacen los escuderos que ha escogido.
Como no la habrá leído, le resumo lo que dice Soldados de Salamina: es una apología de la resistencia antifranquista, en particular, comunista, y una restitución de la gratitud debida a quienes lucharon por la democracia que tenemos. De hecho, el resto de su obra es precisamente una defensa razonada de esa misma democracia que permite a Rahola falsificar las cosas y deformarlas con la demagogia que tanto bien hace a sus lectores.