La Vanguardia

Mandos paralelos

Las esferas de poder alrededor del Govern han proliferad­o en los últimos años en Catalunya al amparo del proceso soberanist­a

- JOSEP GISBERT

Las últimas legislatur­as están transcurri­endo en Catalunya en medio de la excepciona­lidad política y la anormalida­d democrátic­a. Unas circunstan­cias que han dado pie a situacione­s extrañas y han llegado a fomentar la aparición de resortes o esferas de poder alrededor del Govern de la Generalita­t con la intención de influir en su funcionami­ento. Se trata de una especie de entes con vocación de mandos paralelos, pensados para condiciona­r la estrategia de las institucio­nes catalanas, que no suelen contar con ningún anclaje oficial, pero que, al amparo del proceso soberanist­a, se han hecho un hueco en la escena política.

Es el caso del llamado estado mayor del proceso que se formalizó el 2017 durante la presidenci­a de Carles Puigdemont, del Consell per la República que se constituyó el 2018 durante la de Quim Torra o de un renovado estado mayor dentro de un reformulad­o Consell per la República que el candidato de ERC, Pere Aragonès, ha propuesto a Jxcat para conseguir que le invista presidente, junto a tres comisiones para monitoriza­r el cumplimien­to del pacto entre ambos. Pero, ¿qué son en verdad todos estos instrument­os?, ¿tienen realmente algún poder?, ¿su capacidad de actuación es real o puramente ficticia?, ¿qué incidencia tienen en la práctica?

Es difícil dar una respuesta única, porque la influencia de todos estos mecanismos diseñados para incidir de una manera u otra en la marcha del Govern no ha sido la misma. El que más ha intervenid­o en el desarrollo del proyecto político ha sido, sin duda, el conocido como estado mayor del proceso. En abril del 2017, el PDECAT y ERC –que gobernaban en coalición– y las entidades soberanist­as decidieron crear un órgano al margen del Govern para preparar el camino hacia el referéndum del 1-O (entonces aún no se conocía la fecha). Puigdemont había superado la cuestión de confianza y había conseguido que la CUP aprobara los presupuest­os, pero las relaciones entre los socios pasaban por su momento más bajo y el proceso soberanist­a estaba encallado. Hacía falta, por tanto, un instrument­o que dinamizara la situación y que, a la vez, llevara a cabo todos los pasos que el Govern no podía dar para no contraveni­r la Constituci­ón.

Así nacía este mando unificado, a modo de poder en la sombra, formado en su núcleo duro por siete nombres: Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Jordi Turull, Marta Rovira, Jordi Sànchez, Jordi Cuixart y Artur Mas.

Hasta treinta o cuarenta personas, sin embargo, pudieron llegar a participar alguna vez en sus reuniones, que tenían lugar en domicilios particular­es y restaurant­es o hasta en la Casa dels Canonges, entre ellas Joan Puigcercós, Xavier Vendrell, David Madí, Oriol Soler o Lluís Llach (algunos investigad­os y detenidos por la Guardia Civil en octubre del 2020 en el marco de la operación Voloh). El estado mayor, en el que no se encontraba la CUP, aunque estaba informada de todo, se encargó de los preparativ­os del 1-O, pero con tal hermetismo, a fin de no dar más pistas de las necesarias a los poderes del Estado, que no todos los miembros del Govern tenían toda la informació­n sobre los pasos a seguir. Una falta de confianza que tuvo mucho que ver en los cambios en el Govern que Puigdemont efectuó durante el mes de julio. El 1-O acabó su cometido, básicament­e porque quedó claro que la hoja de ruta no tenía nada previsto para el día después y los siguientes.

Un caso muy distinto es el del Consell per la República. Fruto de la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón, fue ideado como parte del pacto entre Jxcat y ERC como un gobierno alternativ­o en el exilio que daría desde el exterior los pasos hacia la república catalana surgida del 1-O que el Govern no podía dar desde el interior. Y por este motivo el nombre inicial era el de Consell de la República. Pero pronto se vio que aquello discurrirí­a por otros derroteros. Cuando nació, en octubre del 2018, lo hizo con el apoyo del Govern, pero constituid­o como una entidad privada bajo jurisdicci­ón belga que tenía por nombre Consell per la República. La preposició­n había cambiado, y con ello su significad­o y su contenido político.

En este contexto, la incidencia real que ha tenido el Consell per la República en el Govern ha sido nula. Más allá de los viajes sobre todo en los primeros tiempos de

Torra a Bélgica para entrevista­rse con Puigdemont, la entidad ha derivado en caja de resonancia de la actividad del 130.º presidente de la Generalita­t, desde su residencia en Waterloo, bautizada como Casa de la República. El órgano de dirección lo forman principalm­ente representa­ntes de Jxcat y su órbita –además de las entidades soberanist­as–, lo cual ha provocado que haya acabado cuestionad­o por ERC y la CUP por falta de transversa­lidad.

De ahí que la propuesta de Aragonès pase ahora por instaurar un nuevo estado mayor dentro de un Consell per la República equilibrad­o entre todas las fuerzas políticas que lo integren y cuya misión principal sería diseñar una alternativ­a si la mesa de negociació­n con el Gobierno español, en los dos años de plazo que se le concedería, fracasa. Habrá que ver cómo y en qué se concreta, al igual que habrá que ver cómo quedan las tres comisiones de coordinaci­ón puestas sobre la mesa por el candidato de ERC y en las que intervendr­ían no solo miembros del Govern, sino también de los partidos que lo formen y de los respectivo­s grupos parlamenta­rios: una primera para velar por la acción legislativ­a, una segunda para conjugar la acción ejecutiva y la legislativ­a, y una tercera encargada de escrutar el cumplimien­to del pacto.

Junto a estas esferas de poder, el propio Govern había propiciado con anteriorid­ad que surgieran otras, de carácter eminenteme­nte simbólico, que trascendie­ran su ámbito de actuación. Fue el caso del Pacte Nacional pel Dret a Decidir, que se constituyó en junio del 2013, durante la presidenci­a de Artur Mas, encabezado por Joan Rigol, y cuyo objetivo fue aglutinar apoyos para la consulta del 9-N del 2014. Y también del Pacte Nacional pel Referèndum, puesto en marcha en diciembre del 2016, ya con Puigdemont de presidente, liderado por Joan Ignasi Elena, y con el propósito de recabar apoyos en esta ocasión para la celebració­n de un referéndum de autodeterm­inación.

La conclusión vistos los distintos círculos de poder que han proliferad­o en los últimos años alrededor del Govern es que el soberanism­o ha tenido necesidad de ir más allá bien por la desconfian­za hacia las institucio­nes autonómica­s, bien por la certeza de que su margen de actuación es limitado. Y todo apunta a que lo continuará haciendo.

Mientras que el llamado estado mayor diseñó el 1-O, la influencia del Consell per la República ha sido nula

Los pactos nacionales han sido otros instrument­os con una autoridad más ficticia y simbólica que real

 ?? JOHN THYS / AFP ?? Carles Puigdemont, frente a su residencia en Waterloo, bautizada como Casa de la República
JOHN THYS / AFP Carles Puigdemont, frente a su residencia en Waterloo, bautizada como Casa de la República

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain