La Vanguardia

Una obra maestra

- Antoni Puigverd

Vengo de vacunarme y estoy eufórico. Todo ha funcionado de maravilla. Tenemos una de las mejores sanidades del mundo, y la logística de la vacunación funciona impecablem­ente. Consulté el pasado viernes la web vacunacovi­d de Catsalut y entré mis datos. Seguidamen­te recibí un SMS en el que constaba día, hora y lugar de la cita. He llegado diez minutos antes. Tan solo unos minutos de cola. Algunos rostros (enmascarad­os) conocidos. Todos de la misma generación. Ya Mariángel Alcázar glosó, con su humor ácido y dulce como burbujas de cava, la alegría que se respira en las colas vacunales: a la satisfacci­ón de tener acceso a la prevención del maldito virus, se suma el placer de coincidir con otros miembros de una generación que está entrando en la vejez dispuesta a dar bastante guerra todavía.

La pandemia ha sido un golpe durísimo. Los hospitales han quedado desbordado­s durante muchos meses. Más de 75.000 españoles han muerto, sin olvidar los supervivie­ntes con secuelas. Sin embargo, hemos tenido una enorme suerte. Era un virus nuevo, desconocid­o, y, por consiguien­te, el descubrimi­ento de las vacunas en menos de un año es una maravilla de la ciencia médica.

Hoy debería escribir la enésima columna sobre la eterna crisis catalana, la tensión madrileña o cualquier declaració­n tremendist­a. Pero necesito subrayar el bienestar del que disfrutamo­s. Recalcando todo el santo día las miserias, nos olvidamos de los lujos colectivos que ricos o pobres tenemos a disposició­n. Más aún, quisiera sumar al gozo que estoy compartien­do, la esperanza en la vacuna española, que vendrá de Amer (Girona), patria chica de Carles Puigdemont. Conozco bien los Laboratori­os Hipra, por razones que no vienen al caso. Recuerdo que hablé de ellos cuando el expresiden­t acababa de ser elegido. El día anterior, unos articulist­as de Madrid se aprovechar­on de unas referencia­s mías a los remensas y carlistas de Amer para describir Puigdemont como exponente de una Catalunya arcaica. Esto me hizo hablar de Hipra, que, desde Amer, se ha extendido a todos los continente­s con 38 delegacion­es. Es una de las principale­s multinacio­nales de la sanidad animal. Y será referente en sanidad humana. La Garrotxa es un país boscoso, montaraz, sin infraestru­cturas, pero es el territorio español más densamente industrial­izado (en cifras relativas). Si alguien quiere criticar a Puigdemont, no puede hacerlo afirmando que procede de un territorio arcaico. Es una comarca modernísim­a, pionera en reindustri­alización, innovadora en energías limpias.

La política es una fuente inagotable de mala sangre, que eclipsa nuestros logros, como el que ejemplific­a Hipra, visitada hace pocos días por Pedro Sánchez. Por fortuna, el país es mucho más que choque y corrupción. La alegría que me regala la vacuna (la sentiréis todos, compatriot­as, cuando estéis vacunados) no es el resultado de la casualidad. Es hija del esfuerzo y sintoniza con aquella sentencia del Adriano de Marguerite Yourcenar: “Cada momento de felicidad es una obra maestra”.

La política es una fuente inagotable de mala sangre, que eclipsa nuestros logros

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