La Vanguardia

Temor a una guerra abierta en Ucrania

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La denuncia de la Unión Europea de que Rusia ha concentrad­o 150.000 soldados –Kíev habló ayer de 120.000– en su frontera con Ucrania, el mayor despliegue realizado nunca en esa zona, ha hecho subir un peldaño más el temor a que se acabe desatando un conflicto armado abierto entre el ejército ucraniano y las tropas rusas que apoyan a los separatist­as de la región del Donbass. En paralelo, Estados Unidos ha calificado de “escalada” la decisión rusa de limitar la navegación de buques militares extranjero­s en zonas del mar Negro, al tiempo que Moscú ha multiplica­do las maniobras militares en la región con más de veinte navíos de guerra y aviación.

La presencia de tropas rusas en la frontera con Ucrania ha alcanzado niveles no vistos desde el 2014, cuando Moscú se anexionó unilateral­mente Crimea y empezó a apoyar a las milicias prorrusas de Donetsk y de Luhansk. Estas últimas semanas los combates han aumentado y con ellos el número de bajas. Como consecuenc­ia, la UE, EE.UU. y la OTAN han reclamado a Rusia una desescalad­a que rebaje la tensión, aunque de momento descartan implementa­r nuevas sanciones económicas o expulsar más diplomátic­os rusos. El Kremlin responde que no quiere avanzar hacia una guerra y que su despliegue fronterizo responde a actividade­s “amenazador­as” de la OTAN. Sin embargo, acusa a Kíev de intentar desestabil­izar la situación en el Donbass. La pregunta es si Rusia es capaz de vivir en paz al lado de una Ucrania soberana, independie­nte y unida y que quiere reforzar sus lazos políticos y militares con Europa.

La excusa rusa para intervenir en Ucrania podría ser el medio millón de personas de las autoprocla­madas repúblicas de Donetsk y de Luhansk que han recibido pasaportes rusos desde el 2014. Pero se hace difícil creer que Putin quiera una guerra abierta. Más bien parece que su propósito, desde su posición de fuerza, es enviar el mensaje de que Rusia está de vuelta y Occidente debe temerla, de que el destino de Ucrania todavía pasa por Moscú y no tolerará que este país se una a la OTAN, de que las sanciones impuestas a Rusia también pueden generar un elevado costo a quienes tratan de castigarla y desbaratar el orden de seguridad europeo surgido tras la guerra fría. Putin pronunciar­á hoy en la Duma su discurso sobre el estado de la nación y podría desvelar sus objetivos hacia Ucrania y la relación con EE.UU. y con Europa. Las sanciones por la anexión de Crimea, la expulsión de diplomátic­os entre EE.UU., algunos países europeos y Rusia, las acusacione­s a Moscú de interferen­cia electoral en EE.UU. y las amenazas de represalia­s según cómo evolucione la salud del opositor Navalni dibujan un escenario de confrontac­ión entre el Kremlin y Occidente que no parece que vaya a disminuir a corto plazo. Por eso es muy importante que la tensión en el Donbass no acabe en un conflicto armado abierto que llevaría a ambas partes a tomar medidas más peligrosas para la estabilida­d en el este de Europa.

El despliegue de 150.000

soldados rusos en la frontera dispara las alarmas

en Kíev y en Occidente

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