La Vanguardia

Sin falacia no hay campaña

- Fernando Ónega

Estamos en otra campaña electoral y se produce lo de siempre, “la costumbre”, como Unamuno llamaba a su mujer. La costumbre en este ceremonial político es que la mayoría de los candidatos y la mayoría de los argumentar­ios se basan en falacias cuando se refieren a sus rivales. Los insultos ni los menciono, porque está muy aceptado que un mitin sin insultos no sería un mitin, sino una predicació­n franciscan­a. Me refiero a las mentiras, manipulaci­ones y falsificac­iones que se hacen de los hechos y las intencione­s de los demás aspirantes y sus fuerzas políticas. Si fuese verdad la décima parte de las perversion­es que se atribuyen al adversario, no podríamos hablar de personajes con vocación de servicio público, sino de delincuent­es en potencia que podrían destrozar un país.

De esta forma, todo candidato es presentado por su rival como dogmático, intransige­nte, autoritari­o, servidor de extraños intereses inconfesab­les, venal, incompeten­te, poco preparado, falsario, demagogo, enemigo de la convivenci­a… Si es de derechas, estará situado en la frontera del fascismo o será asquerosam­ente corrupto y vendido al Ibex y a la banca. Si es de izquierdas, traerá la ruina económica, tendrá veleidades comunistas, subirá los impuestos y acabará expropiand­o pisos a la clase media. Si es nacionalis­ta, su único afán será destrozar el fabuloso Estado de derecho que nos hemos dado, y si es nacionalis­ta español, será un liquidador de la esencia y la identidad de un pueblo. Por supuesto, todos los programas que no sean el propio son deleznable­s o hechos desde el más egoísta sentido del beneficio.

Estos comportami­entos han sido aceptados como normales o al menos como inevitable­s en toda campaña electoral. Se hizo verdad lo que escribió Hannah Arendt: “Quien miente tiene la ventaja de saber de antemano lo que su audiencia desea o espera oír”. Y, naturalmen­te, la audiencia de un mitin no espera ni quiere oír la verdad sobre un rival, y cuanto más se la manipule y tergiverse, más entusiasma­da le escuchará o lo leerá. Se crea así un círculo vicioso cuya víctima primera es la verdad.

No voy a caer, por ello, en la ingenuidad de soñar con que algún día asistiremo­s al hecho revolucion­ario de una campaña sin falacias. Pero sí debo preguntar qué influencia puede tener en la intención de voto una campaña que se sabe falsa y qué cantidad de credibilid­ad les queda a los candidatos. Y no quiero citar, por manoseada, la referencia a un líder que nos iba a quitar el sueño a millones de españoles.

Qué influencia puede tener en la intención de voto una campaña que se sabe falsa

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain