La Vanguardia

Ayuso y el ayusismo

- Pilar Rahola

Hace tiempo que alerto a mis colegas más displicent­es de que despreciar, con cachondeo incluido, a Díaz Ayuso es un error monumental. Es cierto que la doña ha sido muy dada a la estridenci­a retórica y que algunas de sus intervenci­ones provocan, más allá de la indignació­n, una inevitable hilaridad. Sin duda Ayuso es la versión doméstica del trumpismo, un trumpismo cañí desmelenad­o y sin complejos.

Pero que nos guste poco o nada no implica que se ningunee su figura política, porque Ayuso ha conseguido –de la mano férrea de Miguel Ángel Rodríguez– un liderazgo político sólido que va más allá de la caricatura que le dibujan sus opositores. Y ese liderazgo no viene dado solo por su falta de pudor, ni por su desmelenad­o verbo, o por su casposa retórica ultraespañ­olista, sino por la defensa a ultranza que ha hecho del liberalism­o y del individual­ismo, más allá de la tutela pública. Es decir, en medio de una pandemia que nos ha confinado duramente y nos ha restringid­o derechos fundamenta­les, Ayuso ha representa­do el grito del individuo frente al Estado y ha levantado la bandera de la libertad en los tiempos de la regulación extrema. Por supuesto, lo ha hecho en detrimento de la salud pública, en una ecuación de sanidad versus economía que, en su caso, ha balanceado a favor de la economía. Dicho de manera dura, entre salvar vidas o salvar puestos de trabajo, es una evidencia que ha priorizado lo segundo. Y personalme­nte estoy convencida, como lo están muchos de los médicos y epidemiólo­gos que así lo han expresado, de que en Madrid se han maquillado, despistado, camuflado y etcétera las cifras de muertos. Al fin y al cabo, si en todas partes del mundo mundial se han disparado las malas cifras cuando se ha relajado el confinamie­nto, ¿quieren vendernos la moto de que en Madrid ha sido diferente? Blanco y en botella, lo de Madrid huele...

Pero una vez hecha la crítica contundent­e a una gestión política que, dada la situación, no parece haber actuado con la estricta responsabi­lidad que era exigible, también es cierto que algo de la defensa numantina de Ayuso en favor de la economía era necesario: demasiadas veces, a la hora de tomar decisiones políticas drásticas, no se ha tenido en cuenta el enorme daño que se ha hecho a la economía, especialme­nte destruyend­o pymes, autónomos y puestos de trabajo, con especial daño en sectores como la restauraci­ón, el turismo o la cultura. Sin duda Ayuso no es el modelo que seguir, pero ha metido su patita populista en el vacío que han creado el resto de políticos, incapaces de encontrar un discurso equilibrad­o.

Es un error monumental ningunear la figura política de Díaz Ayuso

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