La factoría china de marihuana
La Policía Nacional y los Mossos desarticulan la más importante organización criminal arraigada en España de cultivo y venta de cannabis
Piensen en cualquier organización criminal internacional. Una mafia. La que quieran. A estas alturas seguro que ya tiene tentáculos o está plenamente arraigada en Catalunya operando en el lucrativo negocio de la marihuana.
La última estructura criminal desarticulada en Catalunya la integraban dos clanes familiares chinos, Lin y Wei, vinculados al Bang de Fujian, una peligrosa y vieja organización relacionada con el tráfico de personas y la explotación laboral que, como otras tantas, ha mutado al mucho más rentable tráfico de la marihuana.
El resultado final de un año largo de investigación es una suma de logros. Para empezar, el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), en el que durante años los Mossos reivindicaron su silla, evidenció que sirve para no duplicar esfuerzos y sumar capacidades. Y que cuando detectó, como fue el caso, que investigadores de los Mossos y de la Policía Nacional iban tras el mismo objetivo animó a crear un grupo mixto, en igualdad de condiciones, que funcionó como si hubieran trabajado unidos toda una vida.
La segunda evidencia es la meritoria labor de los juzgados de Badalona. No hay investigador policial que a día de hoy tenga queja de ninguno de los magistrados de guardia en esa demarcación. Todos los jueces tienen la fama de tener un interés añadido en poner las cosas fáciles a los investigadores y están bregados en causas complejas que tienen su origen en barrios donde los casos por tráfico de drogas son habituales, como La Mina, en Sant Adrià de Besòs, o San Roque, en Badalona. Durante más de un año, el modesto juzgado número 5 instruyó una causa complicadísima, con más de medio centenar de sospechosos que solo hablaban chino uy que se entendían en diferentes dialectos de esa lengua, lo que obligó a movilizar más traductores que de costumbre. Ni se arrugó el juez ni su equipo ni dejaron un solo día de lado el trabajo ordinario del juzgado.
El inspector Toni Salleras y el inspector jefe Juan Pablo Iglesias, responsables de sus unidades centralizadas de crimen organizado de los Mossos y la Policía Nacional, se deshicieron ayer en elogios de lo que ha supuesto trabajar mezclados este último año. Doce meses de pandemia en los que los objetivos iban con mascarilla. No fue nada fácil distinguir ciudadanos chinos en un barrio como el Fondo de Santa Coloma de Gramanet con índices de población oriental altísimos.
Ambos policías insistieron en que se trata de la organización criminal china más importante desarticulada hasta ahora en España. Y lo es porque solo ellos gestionaban trece naves industriales que ocuparon ilegalmente, pincharon la luz y cultivaron marihuana en cantidades industriales. La organización distribuía en media Europa pero además se permitía el lujo de proveer material a otras mafias como las albanesas y polacas.
La organización trabajaba con estructura de cooperativa, pero manteniendo el mando piramidal de unos capos que vivían con austeridad. Cada nueva nave contaba con cinco inversores que ponían sobre la mesa 20.000 euros hasta lograr los 100.000 iniciales. Una cantidad suficiente para arrancar una plantación, recuperar gastos en apenas tres meses y empezar a cobrar beneficios. Los jardineros, los que se encargaban del mantenimiento o de la segurida, tenían un buen sueldo y se les ofrecía una participación en el negocio. Una estrategia que servía para involucrar a la mano de obra en el día a día del negocio.
Ultimamente hay tantas operaciones de marihuana de los cuerpos policiales que se podría pensar que esta es una más. Pero los investigadores insistieron en que esta vez se
Los traficantes habían montado una especie de cooperativa en la que los trabajadores podían participar de beneficios
ha desarticulado una auténtica “factoría de marihuana”.
Otro dato ayuda a entender mejor las dimensiones de la mafia desmantelada. La información es de Endesa, la compañía a la que estafaron la luz para mantener vivas las plantaciones de marihuana. La energía robada equivale al consumo anual de 1.177 viviendas.