Arte en Nomadland
El Thyssen exhibe la primera retrospectiva en España de la artista estadounidense más viajera y más cotizada del mundo, Georgia O’keeffe
El nomadismo es hoy el extendido arte de la supervivencia que practican un millón de estadounidenses heridos por la recesión y la pandemia. La película mejor colocada para los Oscars de este año, Nomadland, nos da una fiel y poética idea del fenómeno a través del drama hiperrealista protagonizado por Frances Mcdormand. Pero hace ya un siglo que una de las grandes pintoras de Norteamérica, Georgia O’keeffe, inventó el verdadero arte nómada en Estados Unidos. El Museo Thyssen nos lo muestra desde ayer, hasta el 8 de agosto, mediante las 90 obras incluidas en la primera retrospectiva en España de la que en el 2014 se convirtió, además, en la artista más cotizada del mundo en una subasta.
La pintora de las flores, los paisajes, los cielos y los huesos de animales se adelantó a los nómadas modernos tan pronto como en 1929. Pues fue entonces cuando, tras unos cuantos viajes y traslados por cuenta ajena, O’keeffe compró un coche, aprendió a conducir, y transformó el vehículo en taller móvil. Fue en Nuevo México, el lugar que marcaría su obra y en el que establecería su hogar, primero en los veranos y desde 1949 de manera permanente, aunque sin dejar nunca de viajar. “Cuando llegué a Nuevo México supe que era mío”, diría.
Antes y después de ese descubrimiento, O’keeffe (1887-1986) tuvo casa en un rascacielos de Nueva York, frecuentó Maine, Texas, Hawái, California... Y a partir de 1950 recorrió los cinco continentes, con paradas en España en 1953 y 1954.
Pionera del arte abstracto aunque a menudo en la frontera con la figuración, O’keeffe conquistó a los colegas artistas y al público de su tiempo con un arte sencillo y colorista basado en la observación de la naturaleza y sus detalles durante sus incansables caminatas. En ellas, la artista tomaba nota del paisaje y recogía flores, conchas, huesos y otros objetos que luego pintaba en su estudio. Desde su insobornable originalidad, quería compartir con los urbanitas su visión de la naturaleza: “La mayoría de la gente en la ciudad corre de un lado a otro sin tiempo para mirar una flor. Deseo que la vean, quieran o no”, declaró. Y los urbanitas sí que quisieron contemplar sus cuadros, aun largo tiempo después de su muerte.
Su Estramonio. Flor blanca n.1 (1932) se vendió hace siete años en una subasta de Sotheby’s por 44 millones de dólares: la cifra más alta jamás alcanzada por la obra de una pintora. El cuadro se incluye en la exposición del Thyssen, comisariada por Marta Ruiz del Árbol y apoyada especialmente por el Georgia O’keeffe Museum de Santa Fe como la más destacada entre las 35 instituciones y colecciones que han prestado pinturas. La exposición, retrasada y a punto de frustrarse por la pandemia, viajará después al Centro Pompidou de París y la Fundación Beyeler de Basilea. El arte de O’keeffe no puede estar quieto.