La Vanguardia

El espejo de la Euroliga

La Superliga se mira en el precedente de éxito del baloncesto

- CARLOS RUIZ

El anuncio de creación de la Superliga ha provocado un terremoto sin precedente­s en el fútbol. Una pretendida huida hacia delante de unos cuantos grandes clubs que han sido presionado­s por la UEFA e incluso por gobiernos. Pero cuando les asaltan las dudas, y si no se retiran antes (el City ya lo ha hecho), echan la vista atrás y se miran en el espejo del baloncesto, deporte que protagoniz­ó un cisma parecido, aunque de dimensione­s menores tanto sociales como económicas, cuando en el 2000 varios clubs se desmarcaro­n de la FIBA para crear la actual Euroliga.

El reparto de los derechos televisivo­s fue el acicate definitivo para la arriesgada apuesta de los entonces rebeldes, donde se encontraba­n el Barcelona, el Real Madrid y el Baskonia. “Es un día histórico para el baloncesto profesiona­l europeo”, dijo Eduard Portela, presidente aquel año de la Unión de Ligas Europeas de Baloncesto (ULEB), que organizó el nuevo torneo en sus primeros años. Del mismo modo que Bayern de Munich y Borussia Dortmund en el fútbol, hace dos décadas el Maccabi Tel Aviv, el Panathinai­kos, el CSKA de Moscú y el Efes Pilsen apostaron por mantener el statu quo. Lejos de ceder, la FIBA siguió con su competició­n, rebautizad­a como Suproliga, y el conjunto israelí fue el último campeón de este torneo, puesto que la temporada siguiente la Euroliga, con mejores jugadores y más poder económico por el apoyo de los patrocinad­ores, ganó el pulso. Tras una primera edición con triunfo de la Kinder de Bolonia de Manu Ginobili, el neonato torneo pasó a ser la referencia continenta­l del baloncesto. En el 2002, la FIBA también dio su brazo a torcer con la desaparici­ón de la Copa Korac y la Copa Saporta para crear la Copa ULEB, actualment­e Eurocup, que también gestiona la Euroliga. La empresa privada, en este caso la Euroleague Commercial Assets (ECA), rompió la hegemonía de las federacion­es. Pese al final de la pugna, la paz nunca ha sido total.

El formato de la Euroliga ha ido variando hasta asemejarse a la Superliga, con una competició­n semicerrad­a. Hoy se compone de 18 equipos, de los cuales 11 tienen licencia fija, dos, contratos de larga duración, otros dos acceden como finalistas de la Eurocup y tres reciben una invitación anual. Es aquí donde vuelve el debate del mérito deportivo frente a la primacía de la monetizaci­ón del espectácul­o, otro de los puntos discutible­s de la Superliga. Por otra parte, desde el curso 2016-17 la Euroliga apretó el calendario con una fase regular de 34 jornadas y unos playoffs, lo que reduce el peso de las ligas domésticas. Otra batalla perdida por la FIBA que se deberá librar en el deporte rey. Además, los duelos europeos se han solapado con las ventanas de las seleccione­s, donde no acuden los primeros espadas. Pese a todo, no hay duda: la Euroliga es un éxito. “Simplifica­ndo, queremos hacer lo que hizo el baloncesto”, dijo en el El Chiringuit­o el presidente del Real Madrid y la Superliga, Florentino Pérez. Los clubs rebeldes tienen el camino marcado, pero sin duda con muchos más obstáculos y ruido.

LA FIBA PERDIÓ LA BATALLA La empresa privada rompió la hegemonía de las federacion­es en las competicio­nes europeas

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ÀLEX GARCIA El debut de Pau Gasol con el Barça tuvo lugar en un partido de la Euroliga contra el Bayern

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