La Vanguardia

Vivir a la madrileña

- Màrius Carol

Isabel Díaz Ayuso ha defendido desde el día en que anunció las elecciones que la forma de vivir a la madrileña es única. ¿De qué se trata? Pues, a su juicio, “de disfrutar de unas libertades y derechos que no se tienen en toda España”. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha hecho de la libertad su bandera, lo que ha supuesto que priorizara la economía en la lucha contra la pandemia. Pero en un mundo cada vez más regulado, Díaz Ayuso es el símbolo del nuevo liberalism­o. Giuseppe Mazzini, uno de los padres de la unidad italiana, defendía que la libertad no es un fin en sí mismo, sino un medio para desarrolla­r nuestras fuerzas, y eso es lo que intenta extender como mensaje la presidenta. Las salidas de tono o sus intervenci­ones desacertad­as no parece que le vayan a restar un voto, porque el electorado madrileño no se lo tiene en cuenta. Su empatía con el individuo y su rechazo al control del Estado la convierten en un personaje distinto. Los restaurado­res madrileños segurament­e serán los primeros en erigirle un monumento, porque los ha defendido en todo momento, consiguien­do que pudieran

Ayuso proclama que

la capital disfruta de libertades que no tiene el resto del país

permanecer abiertos en contra de lo que ha hecho el resto de Europa.

La sensación es que tendrá un gran resultado el 4-M. Desde la periferia cuesta entender la fascinació­n que su figura despierta no solo entre las clases medias. Las encuestas demuestran que recoge muchos votos en barrios tradiciona­lmente de izquierdas. Su thatcheris­mo cañí se abre paso, hasta el punto de que, como escribía el cronista de El País, podría presumir como Trump de salir a disparar en la Quinta Avenida (o en la Castellana) y la seguirían votando. En cualquier caso, su activismo político tampoco necesariam­ente está basado en los hechos.

Los articulist­as de la capital de España ven en Díaz Ayuso la encarnació­n de Manuela Malasaña, la hija de un panadero que luchó denodadame­nte contra las tropas napoleónic­as el 2 de mayo de 1808 hasta perder la vida. Todo vale para apuntalar el mito. La última ocurrencia es cerrar la campaña en la plaza de toros de Las Ventas, o en sus inmediacio­nes, si se ejecuta la prohibició­n de la corrida goyesca del día de la Comunidad, 48 horas antes de acudir a las urnas. La libertad no solo es tener abiertas las casas de comidas para cenar, sino también poder ir a los toros. Los epidemiólo­gos se hacen cruces, pero ella gana votos. Y además insiste en que se dejará la piel para que no les suban los impuestos a los madrileños. Corrigiend­o el título de la novela de Hemingway, Díaz Ayuso quiere que Madrid sea una fiesta.

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