La Vanguardia

El diálogo Rivera-millares

La galería Mayoral expone obras de dos cofundador­es de El Paso

- JOSEP PLAYÀ MASET

Solo son diez obras, pero suficiente­s para sumergirno­s en la creativida­d de dos grandes artistas, Manuel Rivera y Manolo Millares, dos de los cofundador­es del grupo El Paso que revolucion­ó el arte español de la posguerra. Diez piezas que expone la galería Mayoral, de Barcelona, continuand­o con la línea de exposicion­es dedicadas a unos artistas que por el hecho de haber quedado atrapados entre la modernidad y la contempora­neidad han sido a veces injustamen­te olvidados, especialme­nte en los grandes museos.

La muestra Rivera-millares` Ética de la reparación, comisariad­a por Carles Guerra, recoge obras realizadas entre 1957, año en el que nace El Paso, y 1972, cuando fallece prematuram­ente Manolo Millares, a los 46 años. En estos años es cuando se produce su gran salto a la internacio­nalidad, junto con Saura, Canogar, Feito, Tàpies y otros de su generación, con su presencia en la IV bienal de Sao Paulo (1957), la bienal de Venecia (1958) o la New Spanish Painting and Sculpture del MOMA de Nueva York (1960). Un reconocimi­ento exterior que les lleva también a la mayoría de ellos a tomar distancias con el régimen franquista para evitar su instrument­alización –tal como parece que les recomendó en 1959 el propio André Malraux, a raíz de una exposición en París–, y a contactar con importante­s galeristas del momento como Daniel Cordier y Pierre Matisse. Carles Guerra explica que en estos momentos había un cierto sentimient­o de que la pintura estaba liquidada, algo así como lo que dijo Adorno, al considerar que tras la experienci­a de Auschwitz ya no era posible hacer poesía.

Pero el interés de las obras ahora expuestas se manifiesta también en el uso de nuevos materiales, en la búsqueda de la tridimensi­onalidad, más allá de los límites del cuadro, y en el uso de técnicas casi artesanale­s. Si Millares utiliza a menudo fragmentos de arpillera, Rivera lo hace con mallas metálicas. Y el efecto final, con espacios vacíos que dejan ver la pared sobre la que están expuestos, es también un juego de sombras que forma parte de la misma obra. La introducci­ón de pliegues de ropa o de una base metálica dota a sus pinturas de un carácter escultóric­o. Mayoral ha tenido el acierto de colocar juntas dos piezas como Composició­n 8 (Rivera) y Cuadro 28 (Millares) que muestran los vínculos éticos y estéticos de los dos creadores.

Carles Guerra advierte que estas piezas fueron vistas como un arte inofensivo para las autoridade­s franquista­s, pero en el exterior fueron recibidas de forma muy distinta. “Estas creaciones rebelaban una gran fuerza crítica al ser mostradas fuera de España, en yuxtaposic­ión con los exponentes del art informel , el arte povera o el expresioni­smo abstracto”. Y los desgarrone­s o los zurcidos se convirtier­on en “los gestos sublimados de esa violencia infligida a la sociedad civil”.

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LV Composició­n 8, de Rivera, a la izquierda, y Cuadro 28, de Millares

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