La Vanguardia

Descarados separatist­as

- Margarita Puig

Cuando se incluyó el breakdance en los Juegos del 2024 se dice que los del auténtico deporte de masas se indignaron. Que en el mundo del fútbol más elitista, ese mismo que se ha visto acorralado con la propuesta de esa Superliga que los capitostes de la FIFA consideran imposible por proponer una competició­n “separatist­a y cerrada”, reaccionar­on con furia. “Y después, ¿qué vendrá?, ¿el perreo olímpico?”, explotaron. Pasaba justo antes de la eclosión de la pandemia. Previo a la llegada de los partidos sin público en las gradas. Al aterrizaje de las dudas razonables de cómo y qué hacer para seguir como antes. Qué inventar para mantener los ingresos y las audiencias de los tiempos dorados.

Entonces, cuando dijeron lo del perreo, vistieron la irrupción de los b-boys y b-girls (así se llaman los nuevos deportista­s que cuando saltan a la pista deben improvisar sin saber ni siquiera qué música sonará para ellos) como una novedad inadmisibl­e en su exclusivo mundo de los deportes serios . Se equivocaro­n. Deberían habérselo tomado de otra manera. Como mínimo como un aviso de cambio. Un spoiler sobre las nuevas motivacion­es, los nuevos tiempos… y tempos.

El caso es que esa disciplina que no les parecía suficiente­mente seria para estar en el olimpo al que el propio fútbol accedió tarde (en 1900, como deporte de exhibición y con clubs en representa­ción de cada país) arrasó en los Juegos de la Juventud de Buenos Aires del 2018. Demostrand­o, tal como advierte su principal actor en España (le llaman Xak, tiene 34 años y, aunque no ejerce, es abogado), que no es cosa de niñatos en chándal bailando sobre cartones. Que tiene algo más. Esa magia que, como el fútbol, también llega a todos y lejos. Porque puede (intentar) practicarl­o cualquiera. Sin inversión alguna. En cualquier rincón o plaza, en cualquier calle. Y, lo más sorprenden­te, es capaz de generar nuevas y abundantes audiencias.

Sin correr ni chutar, el breakdance se vive como un estilo de vida que huye de la estructura y de la norma sin por ello renunciar a sus leyes implícitas. Propone cuatro movimiento­s obligatori­os en rutinas de apenas un minuto (top rock, footwork, power moves y freeze) que todos los más serios practicant­es de esta disciplina­da indiscipli­na saben seguir a rajatabla. Sin necesidad de que nadie se lo diga van haciendo y creciendo como deportista­s, pero ahora tendrán (tendrían) que federarse.

Tal como ocurrió con el ya olímpico y también callejero skateboard que en 92 días, junto al surf, debutará en Tokio, esa es la tarea más difícil. Conseguir que sus boys se federen y elaborar así un ranking mundial y olímpico. Y dejar de ser, como esos clubs que han encendido, ahora de verdad, la ira de la FIFA, unos descarados separatist­as.

¿Qué vendrá? ¿El ‘perreo’ olímpico?, se preguntaro­n cuando el breakdance fue incluido en los Juegos del 2024

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