La Vanguardia

Libertades con receta

- Màrius Carol

Fue Talleyrand quien nos advirtió que cuando algo resulta urgente, ya es demasiado tarde. En Catalunya, este domingo se pusieron solo 1.100 primeras vacunas y 40 segundas dosis, pero es que una semana antes la cifra aún fue inferior: 535 y 30. No sé si alguien ha conseguido desactivar la covid los festivos, pero, como parece improbable, hemos de pensar que estamos perdiendo un tiempo imprescind­ible. Ciertament­e el ritmo de vacunacion­es en las últimas semanas ha aumentado mucho, aunque no se entiende que el domingo el número de personas a las que se inyecta la vacuna sea testimonia­l, cuando la gente se sigue muriendo. Veintitrés en Catalunya, el último domingo.

La fatiga acumulada es enorme, los ciudadanos están al límite y muchos negocios se han perdido para siempre. Nadie se atreve a especular sobre el futuro que nos viene, pero es indudable que hay que apretar al máximo el acelerador para que, en dos meses, más de la mitad de la población esté vacunada para no ampliar el desastre.

Los catalanes estamos viviendo esta

Sin el liderazgo de un presidente de la Generalita­t, estamos en manos del Procicat

situación sin un liderazgo claro, porque no tenemos un presidente de la Generalita­t, siete meses después de que el último fuera destituido y tras dos meses y medio sin gobierno. La gestión de nuestras libertades está en manos de un organismo, el Procicat, sin control parlamenta­rio. No sabemos exactament­e quiénes lo integran, ni en qué estudios basan sus instruccio­nes, pero son sus representa­ntes quienes deciden sobre nuestras vidas, nuestra movilidad y nuestros negocios. Es posible que lo hayan hecho razonablem­ente bien, aunque por momentos nos han desconcert­ado. Eso de poder ir a Andorra y no a La Seu d’urgell ha resultado un sinsentido. Igual que es raro que un restaurant­e pueda abrir al mediodía y no por la noche, como si el virus se comportara como el hombre lobo y atacara al atardecer. Como no se explica que haya sido imposible almorzar en los locales de los centros comerciale­s, cuando el mismo chef puede dar de comer en otro situado en la acera de enfrente. E incluso ha supuesto una genialidad que se haya querido situar el confinamie­nto en las veguerías cuando solo cuatro geógrafos conocen sus límites.

Las libertades son un bien demasiado preciado como para que sus limitacion­es no tengan el control parlamenta­rio. Y las vacunacion­es no pueden pararse los domingos, porque el virus no descansa. Qué razón tenía Mafalda cuando decía que a menudo lo urgente no deja tiempo para lo importante.

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