Una gala que no se olvidará fácilmente
El caos final hace más peculiar la ceremonia rodada por Soderbergh
Recuerdan los fantásticos cortos con los que solían comenzar la gala de los Oscars, muchas veces protagonizados por un Billy Crystal que saltaba de una a otra de las películas nominadas? ¿O la vez que se marchó del escenario montado a caballo? Y ¿cuando Ellen Degeneris se hizo una selfie junto a varios de los actores más famosos de Hollywood? Aunque la gala de la edición 93 de los Oscars no tuvo mayores sorpresas, en unos años será recordada como la más inusual de todas. Si algo quedó claro tras tres horas y media repletas de largos discursos leídos del teleprompter es que no hubo nada tradicional.
Tal vez el momento más emotivo fue cuando Bryan Cranston apareció en el vacío teatro Kodak en Hollywood, el mismo donde se ha celebrado la gala desde que fue inaugurado en el 2001, y recordó por qué este año no se pudo hacer ahí.
En su lugar, la mayor parte de la ceremonia tuvo lugar en el espacio que ocupaban las taquillas de la principal estación de tren de Los Ángeles, Union Station, que ha aparecido en películas como Blade Runner, Atrápame si puedes y El caballero oscuro: la leyenda renace ,y que gracias a una decoración similar a la de los Globos de Oro, permitió distanciar a los presentes.
Y aunque la nueva realidad con la que debemos convivir ya se hizo notar en la diminuta alfombra roja, en la que los pocos periodistas que tuvieron sitio entrevistaban desde lejos a los nominados, algunos de los mejores momentos de la noche coincidieron con la desaparición de esa distancia que lo cambió todo.
Yuh-jung Youn, la coreana que hizo historia al llevarse el Oscar a la mejor actriz de reparto, no dejó pasar que fuera el mismísimo Brad Pitt quien anunciara ese premio. Inició un diálogo con él casi a gritos, y cuando le tocó marcharse, encontró la forma de acercarse al ídolo para terminar tomándolo del brazo.
Algo similar ocurrió cuando en los últimos 15 minutos el comediante Lil Rel Howery entró en la sala para organizar un juego de preguntas y respuestas sobre canciones afroamericanas, un soplo de aire fresco dentro de un formato excesivamente estructurado, y cuando invitó a participar a Glenn Close, la ocho veces nominada no solo reconoció el tema, Da Butt de E.U., sino que se atrevió a bailarlo a menos de un metro y medio del humorista.
Y cuando Rita Moreno anunció que Nomadland se llevaba la estatuilla a mejor película, no hubo distancia alguna entre Chloé Zhao y su equipo de productores que incluía a Frances Mcdormand. La gran intérprete, que regresaría inmediatamente para recibir su tercer Oscar a la mejor actriz, dio una clase magistral sobre cómo decir solo lo imprescindible las dos veces que estuvo frente al micrófono, a diferencia de muchos de los que dieron discursos de aceptación, que aprovecharon que no había una orquesta en vivo que los interrumpiese para seguir hasta el hartazgo.
Hay que reconocer, sin embargo, que en el plano estético todo estuvo muy bien cuidado, y que la decisión de Steven Soderbergh de no permitir comunicaciones vía Zoom como en los Globos en los que los nominados estuviesen vestidos de estar por casa, dio un toque global a la ceremonia que no había tenido antes.
Los nominados de Londres estaban en lo que parecía ser un cine, los de París y Roma aparentaban estar en una azotea y los que se encontraban en Sidney tenían como fondo el icónico puerto de esa ciudad. Pero si algo garantiza que esta gala no caerá en el olvido es su caótico final. Quizás en un segundo puesto des
En Londres estaban en lo que parecía ser un cine y los de París y Roma aparentaban estar en una azotea
pués del papelón del 2017, cuando Warren Beatty y Faye Dunaway leyeron el nombre de la ganadora a mejor película que no era, por una mala estrategia de la organización.
Pensando que el galardón a mejor actor sería para Chadwick Boseman, decidieron cambiar el orden tradicional en la entrega de los premios para cerrar la gala con un homenaje póstumo al protagonista de
Black Panther, pero para sorpresa de todos, el Oscar fue para Hopkins, quien no asistió. Tras unos segundos de duda en la que solo estaba su foto, el DJ Questlove hizo las veces de maestro de ceremonias y cerró una gala ciertamente peculiar.