La Vanguardia

Los Oscars del bostezo

- Conxita Casanovas Directora del BCN Film Fest

Saliendo de un Bcn Film Fest,ya reconocido como festival de cine de Barcelona,que ha puesto a más de uno los perros en danza,me invitan a la final del Godó y no puedo decir que no y veo a Rafa Nadal dándole con rabia,una y otra vez a la pelota con la raqueta y me resulta inevitable pensar que su mentalidad ganadora es la que necesita el cine para salir adelante. De camino a casa voy pensando en la quiniela que me piden,siempre comprometi­da y me sumerjo en los prolegómen­os de los Oscars. Pero resulta que cuando el publico necesita más que nunca al príncipe encantador, él o ella, que le despierte como a la Bella Durmiente, de la pesadilla covid, nos sueltan unos Oscars deshilacha­dos, sin presentado­r que nos dé las buenas noches al final y con un guion que deja patas arriba cualquier estructura mínimament­e coherente. Y lo increíble es que detrás de esa gala está un directoraz­o, Steven Soderbergh, de probada inteligenc­ia, con el que tuvimos oportunida­d de conversar en un Festival de

Cannes donde presentaba su versión del Che, con Benicio del Toro. Inexplicab­le. Hay que guardar las distancias,pero no tanto. Laura Olaizola, incansable jefa de prensa, recordaba en las redes el año en que estuvimos en L.A. con Borja Cobeaga y Mariví Bilbao, y charlamos en el Roosevelt,el hotel donde empezó todo hace más de noventa años.la adrenalina de los Oscars in situ, que he tenido la fortuna de vivir en cuatro ocasiones, no es comparable a nada. Vivir los momentos previos en superhotel­es con Alberto Iglesias, con Fesser o Nacho Vigalondo, la fiesta after más divertida con Guillermo del Toro y el equipo de El laberinto del Fauno, Maribel Verdú incluída, sostener por primera vez el Oscar y comprobar lo que pesa cuando lo ganó Amenábar por Mar adentro, disfrutar cuando Penélope tocó el cielo y sufrir para encontrars­e con Bardem en el Chateau Marmont, cruzando una ciudad embotellad­a en la noche más infernal para circular. Momentos y sensacione­s irrepetibl­es que echamos de menos y no solo porque no viajamos. ¿Dónde ha quedado la emoción, la adrenalina de los Oscars? ¿Tanto hemos cambiado? Aunque haya ganado Otra ronda, segurament­e faltaba el barman que supiera mover bien la coctelera.

Son los Oscars de Mcdormand, la antiestrel­la, que iguala a Katherine Hepburn y nunca se ha resignado a ser la señora Coen, la que sabe como nadie elegir películas y directores. Y estoy de acuerdo en que Nomadland es la mejor película del año muy por encima de las demás, pero ¿por qué todo ha resultado tan plano y tan frío? Titulares dan, porque Chloe Zhao le quita a Katrhyn Bigelow el honor de ser la única mujer ganadora del Oscar a la mejor dirección y Emerald Fennell se lleva uno de guion. El toque afro lo ponen Soul y Daniel Kaluya ¿mejor actor de reparto? ¿No era el protagonis­ta?. Apartan de la gloria a Laura Pausini y un pulpo se come al topo, suerte que el peluquero de confianza de Viola Davis, Sergio Lopez Rivera, se lleva el Oscar como parte integrante del equipo de La madre del blues.

Anthony Hopkins, El padre, ni comparece, y a Glenn Close la despachan sin Oscar por octava vez, aunque ella que ha tenido atraccione­s fatales y amistades peligrosas, perrea y

demuestra que pierde la estatuilla, pero no el sentido del humor. La abuela de Minari coquetea con Brad Pitt y reaparece Marlee Matlin con su lenguaje de signos. Sigo pensando que Riz Ahmed y Carey Mulligan hacen muy buena pareja y que Amanda Seyfried tiene todo el tiempo del mundo para llevarse el Oscar pero ¿qué es lo que falla, si hasta estuvo en el ajo Harrison Ford? Estos Oscars nos han descolocad­o. A mí que no me busquen en las repeticion­es que siempre me gusta ver para captar detalles que se escapan en el directo.

El reparto se ha movido en un alto promedio de dos Oscars por película que, de seguir así, hará muy difícil pulverizar los récords de los once de Ben-hur ode Titanic. Ya pesar de todo y dicho lo dicho después de la noche en blanco, sé que el próximo año volveremos a criticar y debatir y quizá cuestionar aspectos, pero volveremos a apasionarn­os porque por algo son los Oscars y los del cine, no podemos vivir sin ellos aunque sean, como estos, con poca sustancia.

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