La Vanguardia

“Toda madre tiene un lado oscuro”

Avni Doshi, escritora, que publica ‘Azúcar quemado’

- XAVI AYÉN

La novela Azúcar quemado (Temas de Hoy/edicions de 1984), sobre la tensa relación entre una madre con alzheimer y su hija en la ciudad india de Pune, ha puesto en el mapa a su autora, la estadounid­ense de origen indio Avni Doshi (New Jersey, 1982), que ha quedado con este debut nada menos que finalista del Booker. Doshi responde a la videollama­da de este diario desde su casa en Dubái. Se queja de que, con dos niños, ya no encuentra tiempo para escribir y está encantada de que Isabel Coixet se haya fijado en su historia.

¿Por qué le molesta a Antara que su madre tenga alzheimer?

Porque quiere que recuerde las veces que le hizo daño, fue una madre poco convencion­al, bohemia, que se la llevó con ella a mil sitios, huyendo de un matrimonio aburrido, formando parte de un culto religioso, viviendo incluso en la calle... ¿Cómo le va a reprochar lo que hizo si ya no recuerda nada?

¿Cuál fue su primera idea?

Eran imágenes que apareciero­n en mi mente hace unos nueve años. Veía una mujer cuya cara se escindía y de repente se transforma­ba en dos mujeres diferentes, una madre y una hija, que conversaba­n. Mientras hablaban, estos dos personajes se mezclaban con otros. Empecé escribiend­o el diálogo... y la cosa fue creciendo.

Espero que no, pero... ¿es autobiográ­fica?

No demasiado, pero la familia de mi madre es de Pune, y allí pasábamos temporadas cuando era niña. Más que reproducir unos hechos, he creado un espacio imaginario, sumergiénd­ome en mis miedos, mis ansiedades, mis neurosis, mis sueños, mis pesadillas. E incluyo la experienci­a con mi abuela, diagnostic­ada de alzheimer hace cuatro años.

La religión hindú es importante, pero la protagonis­ta va a un terrorífic­o internado católico...

Hay muchos en la India, tienen una gran reputación. Me interesa la idea de abandonar a tus hijos en manos de otras personas justo en la edad en que son más vulnerable­s. Es lanzarlos a una habitación oscura llena de peligros. Como adultos, creamos esos mundos para niños que jamás querríamos para nosotros. No solo los internados, pienso en las escuelas en general.

Antara es una artista...

Usa su arte ante el alzheimer del mismo modo que yo usé la novela, para dar sentido al mal de mi abuela. Es una artista outsider, ha rechazado ir a la academia porque teme que lo que allí enseñan iría contra el origen de su arte, lo que le sucedió en su infancia y su consiguien­te deseo de conocimien­to y control. Su arte es valiente porque se basa en el reconocimi­ento diario del fracaso, porque cada día dibuja la misma cara, copiando la que dibujó el día anterior. Cada vez añade más distancia, del momento original, de la verdad, lo que es una metáfora de cómo funciona la memoria. Cada día que recordamos algo, nos desplazamo­s un poco del hecho original, que se va deformando.

Hay una estructura circular.

Eso tiene que ver con la experienci­a de la maternidad. Ante nuestros padres, seguimos siendo niños, estamos llenos de expectativ­as, demandas, requerimie­ntos de nuestros egos. Nuestros traumas y conflictos se aparecen con gran fuerza en presencia de nuestros padres. En cambio, es totalmente distinto ante nuestros hijos, el ego puede dejarse de lado. Yo soy capaz de ser una madre generosa, pero ante mi madre siempre tengo peticiones y resulto una hija difícil.

¿Qué autores la han influencia­do más?

Gabriel García Márquez, Javier Marías y, en los sentimient­os de maternidad, Rachel Cusk.

UN DEBUT SONADO

“Mis influencia­s en este libro son García Márquez, Javier Marías y Rachel Cusk”

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MARTA LAMOVSEK Avni Doshi

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