La Vanguardia

Unos Oscars de resistenci­a y diversidad en una gala fallida

Chloé Zhao hace historia como la primera mejor directora no blanca en una gala que puso el foco en la diversidad y tuvo un final abrupto

- Francesc Peirón Nueva York

Los Oscars de 2021 han hecho historia por varias circunstan­cias y no todas precisamen­te buenas. El show se hunde y esto no lo salva ni el pulpo más humano que se ha visto jamás en una pantalla. Moby-dick debe de estar que trina.

La gala de la covid, del streaming en casa, de cines sin cine y de las movilizaci­ones contra el racismo y la brutalidad policial en Estados Unidos –temas muy presentes durante la noche– será recordada porque Chloé Zhao, nacida en China, educada en Inglaterra y afincada en Estados Unidos, se llevó los premios gordos por su Nomadland, mejor película y mejor dirección.

Es la segunda mujer, después de Kathryn Bigelow por En tierra hostil (entrega del 2010), que logra este palmarés, con la diferencia de que Zhao todavía ha roto más techos de cristal al ser la primera mujer y, además, no blanca en conseguirl­o. En lugar de congratula­rse, el gobierno de Pekín hizo lo posible y lo imposible para censurar y callar a “su” cineasta.

Habría sido un magnífico cierre de la velada ver sobre el escenario a la tropa de los nómadas modernos que habitan en caravanas, de un lado a otro buscándose el sustento, en una agridulce reflexión sobre el sueño americano. Escuchar a Zhao hablando de resilienci­a, esperanza y de “la verdadera bondad” y a Frances Mcdormand, que se había llevado la estatua por su interpreta­ción, expresando confianza en el regreso a las salas y la gran pantalla, “hombro con hombro”.

Sin embargo, los productore­s de la ceremonia, liderados por Steven Soderbergh, ganador en su día de un Oscar por Traffic ,y amante de la acción, serán recordados por el final menos hollywoode­nse imaginable. Lo peor.

Quisieron darle un carácter fílmico a la fiesta y acabó de forma abrupta en un gran fiasco.

Los medios de EE.UU. consideran que los Oscars de este año han puesto el foco en la diversidad, tras las campañas del 2015 y el 2016 en que se denunció que estas distincion­es eran “completame­nte blancas”. Y ahora el país lleva desde el 2020 en agitación por la muerte de George Floyd, el hombre negro que dio su último suspiro bajo la rodilla del policía blanco Derek Chauvin, considerad­o culpable gracias a un vídeo de 9,29 minutos. Así que nueve de las 20 nominacion­es por interpreta­ciones las habían recibido no blancos. Pero no ha sido tan diversos como se esperaba.

Además de Zhao, cuya victoria se daba por segura, precedida por un paso arrasador en varios certámenes como los Globos de Oro, las apuestas estadounid­enses daban por seguro el póker de color.

Esto consistía en que los cuatro premios interpreta­tivos recaerían en actores no blancos. La cosa arrancó bien. Daniel Kaluuya se llevó el mejor secundario por su pantera negra Fred Hampton en Judas y el mesías negro. Mostró agradecimi­ento al personaje –“me ha enseñado cómo amarme a mi mismo”– y provocó jolgorio en la concurrenc­ia. “Es increíble, mi padre y mi madre tuvieron sexo, impresiona­nte, y aquí estoy, felizmente vivo”, bromeó.

También ganó como secunda

EL ROSARIO DE LA AURORA

Un equívoco hizo que la fiesta acabara en punta, sin opción al homenaje póstumo a Boseman

LA CENSURA

En lugar de celebrarlo, el Gobierno de Pekín hizo lo imposible para acallar a ‘su’ cineasta

ria Yuh-jung Youn –impagable su flirteo con Brad Pitt al recoger la estatuilla– como la abuela de

Minari. “¿Cómo he podido ganar a Glenn Close?” planteó. Close es la eterna perdedora. Era su octava nominación y fue su octava derrota, un récord. “Solo tengo más suerte”, dijo la coreana. Y dio las gracias con ironía a sus dos hijos “que me hicieron salir a trabajar”.

Una vez que los productore­s se saltaron el orden natural, en el que la traca es la distinción al filme de la temporada, la cosa se torció. Al contrario del pronóstico de que ganaría Viola Davies (La madre del blues), los miembros de la Academia se lo concediero­n a Mcdormand, el tercer Oscar como actriz protagonis­ta.

Toda esta estrategia se había diseñado para allanar el camino que se daba por garantizad­o y que sería el remate bomba de la fiesta. Ahora es cuando se pone en evidencia el contraste entre la visión europea y la estadounid­ense, que barre para casa.

Todo estaba listo para que Joaquin Phoenix, que no es la alegría de la huerta, abriera el sobre y leyera el nombre de Chadwick Boseman como ganador del Oscar al mejor intérprete por su trompetist­a en La madre del blues. En esta época de expiación racial, el premio a Boseman, fallecido el pasado verano en edad joven, suponía solidarida­d con los afroameric­anos y un homenaje póstumo a un actor que ha cautivado.

Pero surgió lo inesperado por los críticos locales. Anthony Hopkins, oscarizado por su Hannibal Lecter en El silencio de los

corderos, volvió a ganar por su transforma­ción en un enfermo de alzheimer en El padre. Desmontó el show. Nunca mejor dicho, porque estaba en Gales y no hubo conexión. Esperó a este lunes para expresar su alegría y su admiración por Boseman. A sus 83 años, Hopkins es el actor más veterano en recibir esta distinción.

Ni discurso ni nada. La gala concluyó sin más, a pesar de que había tenido un inicio prometedor con una larga secuencia de la llegada de la oscarizada Regina King, que abrió la noche. “Ha sido un largo año y aún estamos a a mitad”, remarcó.

Luego vino una ceremonia sin música, ni retazos de películas, largos discursos y el triunfo de un pulpo como animal de compañía (mejor documental: Lo que el pulpo me enseñó). Todo es posible en Hollywood, incluso aburrirse.

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POOL / REUTERS ‘Nomadland’, la mejor película. La actriz Frances Mcdormand y la directora china Chloé Zhao rodeadas por los productore­s del filme ganador Peter Spears, a la izquierda, y Mollye Asher y Dan Janvey, a la derecha

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