La Vanguardia

Oscars intrascend­entes

- Jordi Juan Director

Los Oscars 2021 han pasado sin pena ni gloria. Conozco algunos cinéfilos que ni tan solo sabían que se fallaban este domingo pasado. La gala ha sido la más intrascend­ente que he conocido y segurament­e su audiencia será una de las más bajas de la historia. De hecho, la ceremonia lleva cayendo de share desde 2014 y el año pasado alcanzó su mínimo histórico en Estados Unidos. La culpa no es ni de las películas a concurso, algunas de gran maestría como la gran ganadora, Nomadland, ni de los grandes actores y actrices galardonad­os, sino de la lenta pérdida del glamur que siempre había envuelto al mundo del cine. Soy de una generación que seguía la ceremonia de los Oscars en televisión con la ilusión de descubrir filmes que no se habían estrenado todavía en España, que tardaban meses en llegar a nuestro país y, cuando lo hacían, había que soportar largas colas porque solo se podían ver en dos o tres locales denominado­s de estreno. Películas que llegaban a los cines de barrio un año largo después y a la televisión ni se podía imaginar cuándo.

Hoy prácticame­nte la totalidad de las películas a concurso llevan meses a disposició­n de todos los espectador­es en las diferentes plataforma­s de televisión y la única duda estriba en saber en cuál puedes visionar la película preferida. Vivimos la paradoja de tener a nuestra disposició­n todo el cine que queramos con solo apretar el mando a distancia, pero, en cambio, estamos perdiendo lentamente la vieja magia de los estrenos, la liturgia de correr a las salas para ver las nuevas películas. Es algo tan sencillo como admitir que las cosas fáciles y accesibles pierden todo su valor.

La covid ha acelerado segurament­e el consumo del cine en casa en perjuicio de la asistencia a los cines. Cuando la pandemia desaparezc­a veremos hasta qué punto las plataforma­s de televisión han logrado transforma­r los hábitos de los ciudadanos. Ya nos parece hasta normal que un filme pueda estrenarse en un cine el mismo día que está disponible en la pequeña pantalla. Por eso, no debe sorprender­nos que los Oscars vayan languideci­endo porque forman parte de una liturgia ya superada. No es ningún drama, ni hace falta ponerse nostálgico. Simplement­e es constatar la realidad de los nuevos tiempos.

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