La Vanguardia

La madre de la crispación

- Norbert Bilbeny

En España la política está polarizada y crispada. Pero no más que en otros países. En tiempos de crisis la política es siempre lo mismo. Confrontac­ión afuera, división adentro, conflicto con uno mismo. Recordemos al conservado­r Pío Cabanillas: “¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”. O al republican­o Estanislau Figueras a sus ministros: “Señores, les voy a ser sincero: estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Y fuese.

¿De qué viene la crispación ahora? Políticos de un mismo barrio, que han compartido colegio y cenado juntos se echan demonios por la boca. La causa no es la oposición derecha/izquierda: hace tiempo que ninguna lo tiene claro. Ni la persistenc­ia de las dos Españas ola pugna entre rojos y facciosos. Han pasado ochenta años, todo ha cambiado. Aún menos hay que atribuir la polarizaci­ón a cuestiones de familia, raza o religión. Tampoco a la geografía, por ser unos del centro y otros de la periferia, de regadío o de secano. Y sigue habiendo, sí, ricos y pobres, explotador­es y explotados, pero no es la causa de la contienda. Se habla de la psicología cainita del pueblo español. Otro tópico. Rencor y odio son universale­s.

En un sueño vi al fútbol como el verdadero culpable. El aficionado convertido en hooligan político; el hincha, en púgil sectario. Entreví entonces la solución: ¡el campo con tres equipos en liza y tres porterías! Sanseacabó el cruel “uno contra uno” que pesa después de tantos años en el inconscien­te colectivo. Pero dejemos en paz a ese deporte y negocio, valga la redundanci­a. La causa de la política a garrotazos está en la falta de formación democrátic­a en España y, sobre todo, del corazón latente de todo país libre: la aceptación del pluralismo. ¿Por qué cuesta tanto aceptar nuestras diferencia­s?●

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