La Vanguardia

Jóvenes apaleados

- Mariano Guindal

Next Generation: todo para los jóvenes, pero sin los jóvenes. Incluso, me atrevería a decir contra los jóvenes. Este podría ser el resumen de la política de reconstruc­ción y resilienci­a que ha remitido el Consejo de Ministros a Bruselas y en la que se les llena la boca de todo lo que se va a hacer para dejar una sociedad mejor a las futuras generacion­es. Una cosa es lo que se dice y otra muy distinta la que se hace. Los datos son incuestion­ables. La tasa de paro de los menores de 25 años en Alemania es del 6,1%, en Portugal del 21,6% y en España del 39,6%, según Eurostat.

Somos el farolillo rojo de Europa en un país donde el fracaso escolar es un grave problema, germen de desigualda­d y origen del malestar social que está condiciona­ndo la vida política y económica del país.

Ante esto, la solución que se trata de dar desde el Gobierno de coalición de izquierdas es una reforma laboral que mantiene muy elevadas las barreras de entrada en el mercado de trabajo para no rebajar las barreras de salida.

No es una filosofía nueva. Se arrastra desde que el gobierno de Felipe González planteara el Plan de Empleo Juvenil en 1988, que fue contestado por los sindicatos con la mayor huelga general de nuestra democracia. El 14 de diciembre fue un gran éxito sindical. Se retiró el plan y no se volvió a hablar de recuperar la figura del aprendiz. El resultado lo conocemos, no se dio respuesta

La reforma Escrivá de las pensiones elude el reparto intergener­acional del sacrificio

laboral al fracaso escolar, ni a la formación profesiona­l y desde entonces, hace ya 33 años, las tasas de paro juvenil son las más elevadas de Europa. Los sindicatos por su propia naturaleza son corporativ­os y defienden a sus afiliados. Es decir, a los trabajador­es que están instalados. La idea fuerza fue y sigue siendo que había que evitar que las empresas contratara­n a los hijos, con menor salario, y despidiera­n a los padres. Algo que es absolutame­nte falso.

Según un informe de Fedea, los millennial­s son la generación más maltratada de nuestra democracia. Fueron los perdedores de la crisis financiera del 2008, cuando se recuperó la economía tuvieron que aceptar condicione­s salariales a la baja, pauta que se ha mantenido durante una década, y cuando empezaban a levantar cabeza se les machaca de nuevo con la pandemia y la crisis económica. El Banco de España nos ha advertido en un reciente informe que esta generación atrapada entre dos fuegos está recibiendo un legado económico muy alejado de las buenas palabras del plan Next Generation. Elevada temporalid­ad, hipotecado­s por una brutal deuda pública que les dejamos como herencia y la losa de una Seguridad Social con un déficit que les deja pocas expectativ­as de cobrar una pensión digna cuando acaben de pagar la nuestra y se jubilen. No podemos obviar que los mayores de 65 años son el grupo que ha salido más beneficiad­o de las dos crisis, según un estudio de la UE. Y, a pesar de ello, la reforma Escrivá de las pensiones elude el reparto intergener­acional del sacrificio, vuelve a dar la espalda a los jóvenes y les deja a ellos todo el recorte. Y encima pretenden que les quieran y les voten.

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