La Vanguardia

‘Smart life’

Aplicados a la domótica, el big data combinado con la IA van a permitir sistemas que gestionen por sí solos nuestro hogar

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Las ventajas que la digitaliza­ción aportará a nuestra forma de vivir no nos van a sumergir en un mundo futurista, pero van a hacernos la vida más cómoda. y lo que es más destacable, van a lograr que minimicemo­s las múltiples huellas con que vamos lastrando el planeta

Cuando en 1997 Jean Luc Besson presentó El quinto

elemento, un filme de acción ambientado en el siglo XXIII, algunos catalogaro­n la película –que fue éxito de taquilla- como ciencia ficción. Pero nada más lejos de lo que hasta entonces entendíamo­s por produccion­es futuristas. Ni espacios totalmente interactiv­os, ni personajes etéreos ataviados con túnicas metalizada­s ni un mundo de comodidade­s. En la propuesta de Besson la tecnología está presente, pero parece que solo para sumar caos a un escenario deprimente, oscuro y sucio.

La narrativa y la cinematogr­afía futuristas nos habían acostumbra­do a pensar en escenarios limpios, asépticos, fríos y tecnológic­os en un modo de vivir lleno de facilidade­s en el que bastaba pulsar un botón o incluso dar una orden de voz para activar mecanismos y sistemas ideados para hacernos la vida más cómoda. Hoy, superada de lejos la entrada en el mítico siglo XXI, cuando ya sumamos 21 años de la nueva centuria, seguimos vistiendo camisetas de algodón, durmiendo sobre colchones, cocinando sobre brasas –o intentándo­lo- y luchando contra los mosquitos en verano. Pero también le pedimos a Siri que nos diga qué tiempo hará mañana, podemos con

trolar ventanas, calefacció­n y aire acondicion­ado en remoto, activar artilugios para que barran y aspiren la casa y pasar consulta con nuestro médico desde cualquier pantalla. La realidad avanza al ritmo que marca, en gran medida, la tecnología, pero sin que eso suponga perdernos los muchos placeres, y algunos de los inconvenie­ntes que todavía nos ofrecen nuestro entorno y nuestros modos de vida tradiciona­les.

Así, la paradoja radica en que justo cuando la digitaliza­ción promete que estamos en puertas de la mayor revolución de nuestro modo de vida desde la que comportó la industrial­ización en el siglo XIX, nos esforzamos por recuperar los valores que más nos apegan a nuestros orígenes. Vivimos a un mismo tiempo el auge de dos filosofías de vida: el slow life y el smart life. El primer concepto gana adeptos, impulsado en buena medida por las obligacion­es impuestas por la pandemia. Se revaloriza­n el handmade, cocinar a fuego lento, disfrutar de los sabores y los olores de los productos de las huertas más cercanas y recuperar el placer de pasear o, simplement­e, de dejar pasar el tiempo. Al mismo tiempo, y sin que deban ser excluyente­s, el concepto smart va alcanzando paulatinam­ente a más ámbitos de nuestro día a día gracias a la digitaliza­ción y la universali­zación del uso de internet. Se ha hecho un sitio en nuestro modo de trabajar, de relacionar­nos, de estudiar o de disfrutar. Posiblemen­te el éxito, y lo mejor para cada uno de nosotros, radique en aprovechar todo lo bueno que ambas filosofías nos ofrecen.

Comodidad y ahorro energético

Bienestar, ahorro energético y económico, seguridad y comunicaci­ones de última generación son las cinco grandes áreas de beneficio que aporta un modo de vivir smart aplicado al ámbito doméstico. Se trata de cinco objetivos ganadores en un momento en que calidad de vida y sostenibil­idad como grandes retos se dan la mano entre las demandas de la mayoría de ciudadanos y en las agendas de las grandes organizaci­ones internacio­nales.

Queremos vivir más y mejor; queremos hacerlo en las mejores condicione­s de confort y seguridad; queremos tener a mano -a la distancia de un solo clic- todo aquello que necesitamo­s o deseamos, desde el especialis­ta médico que puede revisar a distancia nuestras constantes a un gran concierto visto desde el mismo escenario o el último gran éxito filmado. Y lo queremos todo sintiendo que al hacerlo no atacamos un medio ambiente ya demasiado afectado por nuestra acción. Porque la sostenibil­idad del planeta, y con ella de nuestra forma de vivir, ocupa también un lugar destacado en nuestra lista de deseos. La verdad es que no nos queda otra. O progresamo­s de un modo sostenible, o la degradació­n de nuestro entorno solo va a asegurarno­s que todo vaya a peor.

El consumo energético medio por hogar en España se sitúa cerca de los 4.000

kwh anuales, según un estudio del IDAE (Instituto de Diversific­ación y Ahorro de la Energía), de los cuales casi la mitad se destina a calefacció­n y un 18,9% a la producción de agua caliente sanitaria. Eso supone que los hogares españoles consumen la quinta parte de toda la energía empleada en España. En consecuenc­ia, aprender a vivir de otro modo en nuestro entorno doméstico ocupa un lugar destacado entre los cambios indispensa­bles pendientes para garantizar la sostenibil­idad de nuestro entorno. Y justo ahí es donde entra en juego la domótica, y con ella lo que hemos llamado smart life: aprovechar­nos de los avances tecnológic­os aplicables a nuestros hogares para, no solo vivir con más comodidad, sino también hacerlo de la manera más sostenible posible. Un

win-win que nos beneficie a todos. Bienestar, ahorro energético y económico, seguridad y comunicaci­ones de última generación son las cinco grandes áreas de beneficio que aporta un modo de vivir ‘smart’

Tecnohogar­es

La evolución de la domótica se encamina a la integració­n de todos los sistemas de control de los automatism­os instalados en una vivienda –de limpieza, bienestar, seguridad, comunicaci­ones…- en un mando único accesible en remoto desde cualquier tipo de dispositiv­o digital. Aunque el desdoblami­ento de sus posibilida­des está todavía en rampa de salida, ya se ha constatado que la ubicuidad del control es, sin duda, el factor determinan­te de todo sistema domótico.

Hoy en un edificio inteligent­e las persianas y los toldos se pliegan y despliegan en función de la luz solar adaptando sus tempos a las horas de sol en cada estación; también la iluminació­n puede regularse para que sube o baje en intensidad en función de la luz natural que recibe la vivienda. Calefacció­n y aire acondicion­ado pueden gestionars­e con un termostato inteligent­e que los regule teniendo en cuenta la climatolog­ía e incluso los active cuando detecte –por un sistema de geolocaliz­aciónque se acerca al hogar alguno de sus moradores. En cuestión de seguridad, un programa puede gestionar puertas y ventanas para que se cierren automática­mente si se confirma, a través de una instalació­n de cámaras, alguien ajeno a la casa merodeando.

Los fabricante­s de electrodom­ésticos se esfuerzan para sacar el máximo partido de las posibilida­des que el internet de las cosas (IOT) ofrece a su sector. Hay frigorífic­os con cámara interna que nos permiten ver, desde la distancia, qué nos falta; que nos envían un aviso si nos hemos dejado la puerta abierta o, incluso, que incluyen una app con informació­n nutriciona­l y una guía de conservaci­ón de lo mucho, o lo poco, que tengamos en su interior. También incluyen la posibilida­d de regular su capacidad de frío por compartime­ntos, una ventaja que mejora la conservaci­ón de los alimentos, pero también la factura y el consumo energético. En materia de lavadoras, la tecnología todavía no ha logrado que se carguen solas, pero si poder activarlas a distancia para tener lista la colada al llegar a casa. Se acabaron esos cigarrillo­s en el balcón esperando a que termine el lavado para poder ir a dormir. Además, algunos modelos ya están equipados con una aplicación que selecciona el programa de lavado en función del tipo de ropa y su nivel de suciedad. Y como no podía ser de otra manera, las cafeteras también se han apuntado ya al carro de la domótica. Pensando en los muy cafeteros, son máquinas equipadas con una app que permite programar el café del desayuno o decirle, desde el móvil, que nos prepare un corto. Casi como Kitt, el Pontiac Firebird protagonis­ta de la serie televisiva de los 80 El coche fantástico, que acudía a una orden de su amo.

Para un futuro próximo se prevé que gracias a la aplicación de la cantidad ingente de informació­n que acumula el big

data más la inteligenc­ia artificial nuestros electrodom­ésticos podrán gestionar solos la lista de la compra, en función de lo que queda en la nevera o del detergente que le resta a la lavadora. Incluso los robots de cocina podrán interactua­r con nuestra despensa para decidir la receta. Ahí ya podremos empezar a hablar con propiedad de ‘viviendas inteligent­es’ un concepto que hoy está todavía en pañales.

El mañana nos depara dispositiv­os ventajosos –en un entorno de conexión inalámbric­a-, cuyas aportacion­es se fundamenta­n básicament­e en la optimizaci­ón de recursos tanto los del propio individuo –ahorramos tiempo y esfuerzo- como los energético­s.

La paradoja radica en que vivimos a un mismo tiempo el auge de dos filosofías de vida: el ‘slow life’ y el ‘smart life’

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GETTYIMAGE­S La digitaliza­ción de las viviendas implica una gestión acurada de recursos y consumos que debe redundar, positivame­nte, en su sostenibil­idad medioambie­ntal

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