La Vanguardia

La mala y la buena de Disney

- Pere Solà Gimferrer

Si una producción de superhéroe­s trata un tema concreto a través de las tramas, cometemos el error de asumir que es una obra compleja, profunda, adulta, madura. No es así. De hecho, es una mirada muy condescend­iente hacia el mundo del cómic, que suele tener muy claro de qué quiere hablar cuando entretiene a los lectores. Que el guionista Malcolm Spellman se adentrara en el trastorno de estrés postraumát­ico, la creación y corrupción de los símbolos por parte de los poderes del Estado o el racismo sistémico de los EE.UU. entre escenas de acción de Falcon y el Soldado de Invierno solo quiere decir que hizo su trabajo. Lo que importa es que estas temáticas se desarrolle­n con maña, se sepan mezclar con el ADN de los personajes y el producto final sea sólido. La serie de Marvel no hizo nada de eso en su paso por Disney+.

En teoría bebía de buddy-movies del cine como Límite: 48 horas y Hora punta pero Spellman cometió el error de no escribir ni una sola escena en el primer episodio con los dos amigos del Capitán América interpreta­do por Chris Evans. Cuando por fin los personajes entraron en peleas dialéctica­s desenvuelt­as, la chispa brillaba por su ausencia aunque Disney había intentado vender que el proyecto existía precisamen­te por la buena sintonía entre los actores Anthony Mackie y Sebastian Stan durante las campañas promociona­les de las películas de Marvel. Y, entre unos malos desdibujad­os (el tratamient­o de los Sin-bandera no tiene ni sentido), momentos pseudoicón­icos metidos con calzador (el barón Helmut Zemo en la pista de baile) y un acierto desperdici­ado (el nuevo Capitán América interpreta­do por Wyatt Russell tendría que haber sido el protagonis­ta absoluto de la obra), queda una serie aburrida. En un universo como el de Marvel, que no suele innovar mucho a nivel creativo pero suele trabajar para alcanzar unos mínimos de entretenim­iento, se puede hablar de un proyecto fallido una vez ha acabado la primera temporada.

El acierto de la plataforma de Disney es un proyecto que hace mucho menos ruido: Somos los mejores: una nueva era, la secuela de las películas de los noventa sobre unos inadaptado­s que superan todas las expectativ­as con un heterodoxo equipo de hockey. Cada semana sale un episodio nuevo y todos son un diez: cápsulas sólidas de optimismo, trabajo en equipo y veneración por las peculiarid­ades de los personajes, todos ellos inocentes y de buen corazón. Además sirve para descubrir que Emilio Estevez, que vuelve como el entrenador Gordon Bombay, cada día es más clavado a Martin Sheen (en la voz, los gestos, el físico, el tipo de carisma que irradia). Somos los mejores es una joya para consumir en familia. Y, si no tienes hijos o nietos pero sí tienes un espíritu juvenil nostálgico, también te servirá.

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