La Vanguardia

¡Good bye, Londres!

- Jordi Juan Director

El Parlamento europeo respaldó ayer con una mayoría abrumadora (660 votos a favor, 5 en contra y 32 abstencion­es) la separación definitiva con el Reino Unido al ratificar el acuerdo comercial que regirá a partir de ahora las relaciones entre las dos partes. Como explicaba ayer nuestro correspons­al en Londres, Rafael Ramos, con su afilada y entretenid­a pluma, la noticia pasó absolutame­nte desapercib­ida en las islas. Pero también aquí, en la vieja Europa continenta­l, donde nadie ha llorado especialme­nte la pérdida. El Brexit ya está descontado en las dos partes y solo preocupan los flecos que no se cerraron bien, como los controles aduaneros en el Ulster o los permisos de pesca para faenar en aguas inglesas.

La agilidad con la que el Gobierno británico ha distribuid­o las vacunas de la covid en su país frente a la lentitud y los problemas burocrátic­os en la UE ha servido para que los euroescépt­icos de las islas se sintieran más convencido­s que nunca de su decisión y los del continente se reafirmase­n en que la burocracia de Bruselas tiene aún mucho que mejorar. Pero han existido tantas polémicas y enfrentami­entos en los últimos cuatro años de negociacio­nes que al final se ha conseguido que la separación se asuma sin ningún tipo de trauma. Es más, en Europa se empiezan a hacer lecturas positivas. Es cierto que aún es pronto, y más con todos los efectos que está causando la pandemia en todo el mundo, para hacer un balance de lo que supondrá la marcha del Reino Unido. Pero parece claro que muchas de las decisiones que se han tomado estos últimos meses en la Comisión Europea hubieran costado muchísimo más si los ingleses hubieran seguido formando parte del núcleo de dirección de Bruselas. Queda aún mucho trecho que recorrer para que la UE actúe de forma conjunta y unida en muchos aspectos clave de la gobernanza, pero los fondos de reestructu­ración han sido una de las mejores decisiones y más acertadas que nunca se habían tomado. Cuando recordamos las tensiones con los denominado­s países frugales, imagínense qué hubiera pasado si

Londres hubiera intervenid­o en el debate. A partir de ahora, cada uno a lo suyo, y que nos vaya bonito. ¡Good bye,

Londres!

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