La Vanguardia

Biden en Madrid

- Enric Juliana

Según el lenguaje hoy dominante en Madrid, el presidente norteameri­cano, Joe Biden, sería un comunista. Nadie se atreverá a hacer tal afirmación desde las tribunas de la capital porque la actitud reverencia­l ante Estados Unidos es una de las constantes de la derecha española desde que el presidente Eisenhower salvó a

Franco con la firma del tratado sobre las bases militares (1953) y dio instruccio­nes para apoyar, a través del Fondo Monetario Internacio­nal y el Banco Mundial, el decisivo plan de Estabiliza­ción de 1959.

Richard Nixon tuteló el tardofranq­uismo –su apuesta era una apertura muy gradual controlada por el almirante

Carrero Blanco– y su sustituto, Gerald Ford, dio luz verde al rey Juan Carlos para acelerar la transición en 1976.

Vino después el tiempo de la OTAN. De entrada, sí. Felipe González evitó siempre enemistars­e con Ronald Reagan, impulsor, junto con Margaret Thatcher, de un concepto de sociedad que taladraba la línea de flotación de la socialdemo­cracia europea. José María Aznar se hizo íntimo amigo de

George W. Bush en el rancho de Texas. José Luis Rodríguez Zapatero tuvo su momento de desafío con la retirada de las tropas de Irak, pero acabó el mandato firmando la ampliación de las bases de Morón y Rota, fundamenta­les para la proyección de fuerza de Estados Unidos en el Mediterrán­eo y el norte de África. Aunque lo suyo no era la política internacio­nal, Mariano Rajoy cuidó el vínculo y después del octubre catalán, la Casa Blanca dijo, tajante, que apoyaba una “España unida”. (Algunos ingenuos creyeron en Catalunya que la Administra­ción Trump iba a ser más ambigua). Pedro Sánchez , al que le interesa la política internacio­nal, sabe que el giro estratégic­o que supone el plan de reactivaci­ón económica que acaba de presentar el presidente Biden puede ser la salvación de su mandato. (Mandato que puede complicars­e el próximo martes en Madrid).

Cuatro meses después del asalto al Capitolio, los vientos que vienen de América hablan un lenguaje nuevo que aún no dispone de traducción automática en el avispero electoral madrileño. Subida de impuesto al 1% más rico de la sociedad. Incremento del salario mínimo. Gran plan de infraestru­cturas. Una inyección de millones para reforzar la cohesión social de un país gravemente

En el vocabulari­o Ayuso-monasterio, el presidente de Estados Unidos sería hoy un comunista

dividido y poner la locomotora a toda velocidad después de la epidemia. Un impulso fenomenal con la máquina de imprimir dólares. Supera esto, Europa.

“La izquierda está ganando la batalla de las ideas económicas”, titula el Financial Times. En Europa hay titulares que van más allá –quizá demasiado– y ya anuncian el final del neoliberal­ismo. No vayamos tan rápido. Biden quiere relanzar Estados Unidos para disputarle la batalla de la hegemonía mundial a China con posibilida­des de victoria. La segunda parte del programa será expuesta en junio ante la asamblea general de la OTAN, reunida en Bruselas. Gasto público, más solidarida­d fiscal y rigurosa disciplina atlántica ante China y Rusia. Este es el plan y debe leerse entero.

El nuevo viento de América aún no ha llegado a Madrid –hay corrientes de aire que tardan un poco en cruzar el Atlántico–, pero nadie va a escribir, mientras se toma una cervecita, que Biden se ha vuelto comunista.

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