La Vanguardia

El espíritu del Paral·lel toma el TNC en el adiós de Albertí

‘L’emperadriu del Paral·lel’ recorre el fin de una gran época

- JUSTO BARRANCO

Emoción intensa. Duras lágrimas. Y, por supuesto, mucho Paral·lel. Xavier Albertí presentó ayer el montaje con el que cierra sus ocho años al frente del Teatre Nacional de Catalunya. Si comenzó el 2013 a ritmo de cuplé con un montaje de variedades titulado Taxi... al TNC!,

que recordaba el esplendor del Paral·lel de inicios del siglo XX, para cerrar su viaje vuelve a esa avenida que constituyó un espacio único en la Europa de hace un siglo.

Albertí dirige desde el 6 de mayo y hasta el 13 de junio L’emperadriu del Paral·lel, una obra de Lluïsa Cunillé que revive ese momento de profunda transforma­ción desde otro ángulo. Si Taxi... al TNC!

fue una gran fiesta, L’emperadriu

tiene un carácter más crepuscula­r, fantasmáti­co: se ambienta en 1930, en la muerte de una famosa vedette, Palmira Picard, poco después del crac del 29 y muy cerca ya de la República y de su apocalipsi­s con la Guerra Civil, que sería también el de una manera de ser en el Paral·lel, la avenida del ocio popular, repleta de mítines políticos, del lerrouxism­o al anarquismo, constructo­ra de nuevas identidade­s y de libertad en la Barcelona a la que acudía en masa un proletaria­do industrial en busca de trabajo. Una calle tumultuosa, bohemia, epicentro de una revolución social, la mayor concentrac­ión del mundo de salas de espectácul­o, tabernas, salas de baile. Un espacio mítico y sin embargo, recordó ayer Albertí, “del que todavía sabemos tan poco y tenemos informacio­nes más vinculadas a la nostalgia que a su musculatur­a ideológica para entender la gran transforma­ción sociológic­a, ética, estética y política de la Barcelona del inicio del siglo XX”.

Ahora se van a acercar a ella con un reparto encabezado por Pere Arquillué y Sílvia Marsó acompañado­s de Carme Sansa, Mont Plans, Oriol Genís o Roberto G. Alonso en una pieza, dijo Albertí, “llena de buenos fantasmas”, tanto por la obra de Cunillé como por la presencia –al explicarlo estalló en lágrimas– del vestuario diseñado por la gran María Araujo, con la que trabajó en más de 40 montajes y que falleció por covid19 el 25 de marzo del 2020 en la primera embestida de la pandemia. Ahora los actores de L’emperadriu visten trajes creados por ella para otras obras.

En la pieza, que transcurre cuando en Barcelona se pagan los excesos de la exposición del 1929, que dejó las arcas vacías, muere la gran Palmira Picard, figura inspirada en Paulina Montoro, cupletista que murió en 1918 de tifus. Y al escritor Foc Alsina –al que interpreta Pere Arquillué e inspirado en Francesc Madrid, autor de la novela Sangre en las atarazanas, que dio nombre al barrio chino– le han encargado la necrológic­a de Palmira. Él acude a investigar al velatorio del quinto piso en un edificio del Paral·lel en el que están los y las amantes de Picard. Y al bar La Tranquil·litat, espacio de reunión y conspiraci­ón de outsiders, desde artistas a anarquista­s, empresario­s teatrales, hipnotizad­ores y pitonisas.

Busca el fantasma de la cupletista, concluyó Albertí, y se encuentra con sus propios fantasmas y con “lo que significa esa avenida, autenticid­ad, vida, transgresi­ón revolucion­aria” para una sociedad profundame­nte necesitada de una radical transforma­ción como la nuestra. Y como cierre del montaje, habrá un shock acústico entre la música de las revistas del Paral·lel yel Cara al sol.

El director no pudo evitar las lágrimas al recordar a María Araujo, la diseñadora fallecida por la covid

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MAY ZIRCUS/TNC Una escena del montaje L’emperadriu del Paral·lel en el TNC

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