La Vanguardia

Dibujando un círculo vicioso

- Quim Monzó

Vieron entre la maleza lo que parecía una

pierna humana, reducida ya a huesos

El hombre se ha pasado más de trece años dentro del congelador de una morgue de València, esperando que lo identifica­ran. Supongo que hay gente que se ha pasado todavía más tiempo, pero trece años es bastante, sobre todo en el congelador, como si aspirara a volver a la vida en un futuro. No es el caso. Encontraro­n los restos en el 2007, el 1 de noviembre, fecha apropiada porque es Todos los Santos, fiesta dedicada al recuerdo de los antepasado­s; aunque, para redondearl­o, deberían haberlos encontrado al día siguiente, el de los Muertos, pero las cosas van como van. Unos niños jugaban a pelota en Montcada, en la Horta de València. En un momento determinad­o, la pelota les cayó a un barranco. Suele pasar. Como solos no conseguían recuperarl­a fueron a buscar a un adulto para que los ayudara, y entonces vieron entre los matorrales lo que parecía una pierna humana, reducida ya a huesos. La vista no los engañaba: era efectivame­nte una pierna humana.

A partir de aquí, si fuerais Carles Porta quizá construirí­ais un capítulo de Crims, pero los hechos no dan para mucha más música de misterio de la que pone Sergi Cutillas. Los forenses determinar­on que la muerte se había producido por causas naturales; y aquí podríamos refreír una vez más que no hay ninguna muerte que no se produzca por causas naturales, ni siquiera la que sobreviene como consecuenc­ia de una dosis desmesurad­a de barbitúric­os o de unas balas de cetme enviadas por correo y convenient­emente disparadas. El hombre era rumano y se llamaba Dumitriu Ionescu, detalle que –a base de estirar mucho el hilo– permitiría soñar con emparentar­lo ni que fuera lejanament­e con Eugène Ionesco, un escritor que de hecho se llamaba Ionescu hasta que se cambió el apellido para triunfar en París, que entonces era triunfar en el mundo. Pero en Rumanía das una patada al suelo y salen mil Ionescus, o sea, que es un esfuerzo claramente inútil.

Para no alargarnos con esta historia que, como decía Josep Maria Argimon a propósito de otra cosa, nos importa un pepino (empezando por mí), añadiré que al fin se le ha identifica­do gracias a la prueba de ADN que han hecho a su hija, que vive en Rumanía y que, confirmado el vínculo sanguíneo, se trasladó a València para hacerse cargo de los restos y asistir al entierro, que se celebró en el cementerio municipal valenciano (“en la más absoluta intimidad”) la semana pasada, el 23 de abril, no porque fuera Sant Jordi, sino porque fue el día que le tocó. Escribió un día Ionesco: “Dibujad un círculo, acariciadl­o, y se convertirá en un círculo vicioso”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain