La Vanguardia

Colau intenta tapar la fuga de confianza con ERC por el Sant Pau

- RAÚL MONTILLA LUIS BENVENUTY

Aunque la crispación del mandato anterior, el del gobierno en solitario de la alcaldesa Ada Colau, se ha convertido en un lejano recuerdo y ahora los plenos son más cortos y también más aburridos, estos comienzan, a pesar de todo, a ser testigos del juego político de la Casa Gran, e incluso de las diferentes estrategia­s por la que apuestan los dos socios de gobierno. Los comunes, cómodos con un socio preferente llamado ERC; y el PSC que no se quiere casar con nadie y, a la vez si puede, con todos. Dos estrategia­s diferentes que ayer quedaron bien reflejadas en un pleno que evidenció una preocupaci­ón de los comunes: la fuga de confianza que la gestión del gimnasio Sant Pau ha generado en filas republican­as.

“Fue la Generalita­t quien aportó 140.000 euros para sufragar la deuda con Hacienda”, espetó el líder de ERC, Ernest Maragall, durante una pregunta a la alcaldesa sobre el papel del gobierno en el gimnasio social. “Quieren esconderse de nuevo y que la Generalita­t les salve los muebles”, añadió.

A Colau no le sentó nada bien que el republican­o dejara caer que había sido el gobierno autonómico quien había salvado el Sant Pau. “El Ayuntamien­to ha puesto mucho más dinero”, dijo la edil tras una larga enumeració­n de políticas, empezando por la vivienda, en la que acusó al gobierno autonómico de no poner los mismos esfuerzos –ni dinero– que el Ayuntamien­to. Y eso que, a pesar del tono de enfado con el que respondió a Maragall, Colau comenzó con un mensaje conciliado­r: “Si quiere una solución para el Sant Pau lo haremos juntos y lo conseguire­mos”.

Aunque dificilmen­te se reconocerá públicamen­te, la gestión de la crisis del gimnasio social tampoco ha dejado buen sabor de boca en las filas de los comunes. Hecho que explica también que las riendas las lleve ahora el concejal de Presidenci­a, Jordi Martí, convertido en una suerte de señor Lobo de los comunes, su solucionad­or de problemas y apagafuego­s que, además, cuenta con buena relación con ERC. Hombre de confianza de Colau, interlocut­or habitual con los republican­os, Jordi Martí toma el timón también porque las relaciones (políticas) de Esquerra con el concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, no son buenas. Especialme­nte en este tema. Demasiados recelos y poca química en un distrito cuyo presidente, además, es el portavoz de ERC, Jordi Coronas.

Más allá de que el diálogo entre Colau y Maragall fuera un poco tosco, y eso que la relación ha mejorado mucho desde el comienzo del mandato; también para rebajar tensión y para que esta no quedara reflejada en acta, el gobierno sociocomún optó poco antes de que comenzara el pleno, por retirar el punto en el que se tenía que aprobar la modificaci­ón puntual de plan General Metropolit­ano que afecta a las casitas de la calle Encarnació, expropiada­s por el Ayuntamien­to, después de que el gobierno local hubiera concedido a sus propietari­os construir allí. Esquerra, aunque aliada en esta actuación a la vez que crítica por cómo se desarrolla­ron los acontecimi­entos, principalm­ente por la falta de previsión (los comunes dieron un giro de timón de 180 grados cuando los vecinos se movilizaro­n para salvar una encina centenaria); se planteaban ayer bloquear la modificaci­ón, precisamen­te, por el Sant Pau. Colau no quiso arriesgar. “Las comparacio­nes son odiosas y pagar ocho millones para salvar la encina y hacer 15 o 16 pisos dotacional­es los deja en evidencia respecto a la actitud del gobierno para salvar un proyecto como el Sant Pau”, espetó Maragall.

Lo cierto es que el gimnasio social se convirtió estas últimas semanas en una de las armas políticas preferidas de buena parte de la oposición, un argumento muy efectivo para minar la imagen de Colau y de su gestión. Ayer, Paco Sierra, portavoz de Ciudadanos, tras presentar un ruego a la alcaldesa para que el Ayuntamien­to tarde menos en responder las preguntas de los diferentes grupos, un tanto sin venir a cuento, se sacó de la manga los problemas del Sant Pau y, tratando de parafrasea­r a Samuel L. Jackson en la película Jackie Brown, le dijo: “Señora Colau, ¿qué le ha pasado? antes tenía esta bandera y molaba”. La propia Colau quedó sorprendid­a ante el requiebro de Sierra.

Aunque fue un pleno con poco debate, no muchas intervenci­ones y apenas cuatro horas, la sesión ofreció más lecturas políticas en clave de lo que pasa en los pasillos de la Casa Gran. Después de que esta semana el primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, y la portavoz de Barcelona pel Canvi, Eva Parera, protagoniz­aran una rueda conjunta para presentar la Mesa react, a través de la que se quiere buscar sinergias con grandes empresas; el buen tono y la sintonía se constató ayer de nuevo: la sesión en la que el primer teniente anunció lo que avanzó ayer La Vanguardia ,la

El concejal de Presidenci­a, Jordi Martí, asume el timón ante los recelos que Jordi Rabassa despierta en los republican­os

Barcelona pel Canvi y el PSC profundiza­n en sintonía, mientras que los independen­tistas aumentan distancias

inversión de 672 millones hasta el 2023 para el Barcelona Green Deal (buen tono que también se vio con el líder de la formación, Manuel Valls).

De hecho, en la sesión de ayer, como en las últimas, los que se intercambi­aron más reproches, llegando incluso a acusarse mutuamente de falta de propuestas, fueron los republican­os y los posconverg­entes. Algo aprovechad­o especialme­nte por los de Ciudadanos, quienes ayer mantuviero­n un tono menos beligerant­e hacia los socialista­s. La recta final del mandato será larga, pero ya ha comenzado.

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XAVIER CERVERA La alcaldesa Ada Colau durante la sesión plenaria celebrada ayer

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