La Vanguardia

Un pugilista de centro pide turno en Israel

Un político con mandíbula de acero al que Netanyahu despreció como un amateur aspira ahora a dejarlo KO. Aunque el aún primer ministro ya oye en la lona la cuenta atrás, se agarra a a la esperanza de un quinto round

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Su padre fue el ateo más famoso de Israel y su madre es una reconocida escritora, así que Yair Lapid no iba a conformars­e con ser elegido varios años seguidos como el hombre más sexy de la televisión hebrea.

Periodista de raza y guionista ocasional, el papel de su vida empieza a desarrolla­rse ahora mismo, tras recibir de manos del presidente Reuven Rivlin el encargo de intentar formar gobierno.

La suya es una carrera fulgurante, teniendo en cuenta que solo lleva nueve años en política. Aunque su partido, Yesh Atid (Hay Futuro), cuente ahora con menos diputados, 17, que cuando se estrenó en el 2013, con 19.

Yair Lapid, centrista de pro, aspira a representa­r muchas cosas, pero ante todo es Tel Aviv, cuyos valores de laicismo y soleada apertura encarna. Durante unos años, trabajó también en Hollywood, al poco de divorciars­e de su primera esposa, con la que tuvo un hijo. Luego tendría dos más de un segundo matrimonio, con la escritora Lihi Lapid.

Aficionado a la guitarra y al boxeo, al fornido Yair la cultura le perseguía, aunque durante mucho tiempo él fue más rápido. De hecho, no llegó a terminar la educación secundaria, aunque luego logró con polémica la admisión en un posgrado ¡de hermenéuti­ca! amparándos­e en sus largos años de dedicación a la escritura.

Ciertament­e, con 25 años dirigía ya la edición local de Tel Aviv del diario israelí más vendido,

Yediot Ahronot. En el mismo periódico publicó una columna semanal durante veinte años, sin dejar de publicar en su competidor, Maariv, fundado por su propio abuelo materno.

También era periodista su popularísi­mo padre, Tommy Lapid, ya fallecido, que dirigió la televisión pública cuando no había otra. Su devoción filial le llevó a escribir unas falsas memorias póstumas en primera persona de su vitalista progenitor, llenas de anécdotas jugosas.

Aparte, Yair Lapid ha hecho otras incursione­s en la literatura, con varias novelas publicadas. Menos, en cualquier caso, que su madre, la dramaturga y novelista Shulamit Lapid.

La fama, no obstante, le llegó con sus programas de entrevista­s televisiva­s, donde daba rienda suelta a su voz grave y a su apostura de rebelde sin causa. Hasta que la encontró.

En el 2012 precipitó su salto a la política, cuando Beniamin Netanyahu ultimaba una ley que obligaba a los periodista­s a abandonar la profesión durante un año antes de poder formar parte de una candidatur­a política. Trece meses más tarde, su flamante Yesh Atid daba la sorpresa al convertirs­e en la segunda fuerza de la Kneset.

Del mismo modo que su padre había trabajado sin titubear con los derechista­s Menahem Begin y Ariel Sharon (su mejor amigo era Ehud Olmert), Lapid hijo se convertirí­a en ministro de Finanzas de Netanyahu. Aunque no duró lo bastante para encarrilar su plan de facilitar la compra de vivienda a las parejas jóvenes.

“Netanyahu no te dejará poner las manos en el volante”, advirtió Lapid el año pasado a Benny Gantz, cuando este aceptó entrar en el gobierno del hombre al que ambos habían prometido jubilar. Lapid, que en tres contiendas había arrimado el hombro civil de la coalición Azul y Blanco –un club de oficiales– decidió entonces recuperar la autonomía de su partido.

Un riesgo recompensa­do en marzo con la reconquist­a de la segunda posición, ocho años después. Ahora, con el turno para intentar ser investido, tras el fracaso de Bibi.

Un combate difícil, pero no imposible, para este boxeador amateur. Aunque habrá que ensamblar piezas que nunca antes habían encajado, con tal de desalojar a Netanyahu.

En la combinació­n final, si el transfugui­smo no lo impide, parece inevitable que Lapid se reparta los cuatro años de mandato con el derechista Naftali Bennett. Un sapo que deberán tragarse izquierdis­tas, laicos y árabes en aras de pasar página a los quince años en el poder del imputado y polarizado­r Netanyahu.

Bennett y Lapid, que mantienen una relación cordial, en uno u otro orden, solo pueden mejorar las relaciones de Israel con Europa y la Casa Blanca de Joe Biden.

Hace años, en un debate televisivo, un ortodoxo descalific­ó al padre de Lapid. ¿Qué cosa en el mundo podía identifica­rle como judío, bramó, si no creía en Dios? “Hitler”, respondió Tommy Lapid, supervivie­nte húngaro del Holocausto. Y se hizo el silencio.

Su hijo, Yair Lapid, cree haber identifica­do qué debe definir a los israelíes. “Ha llegado la hora de un gobierno de unidad, en el que izquierda, derecha y centro demostremo­s que no nos odiamos unos a otros”. Amén.

El político laico quiere cohesionar un país en el que Netanyahu ha exacerbado todas las divisiones

 ?? JACK GUEZ / AFP ?? Experiodis­ta. Lapid aspira a llegar más lejos que su padre, que fue viceprimer ministro tras fundar un partido efímero. A sus 57 años, sería un jefe de gobierno inusualmen­te joven para Israel
JACK GUEZ / AFP Experiodis­ta. Lapid aspira a llegar más lejos que su padre, que fue viceprimer ministro tras fundar un partido efímero. A sus 57 años, sería un jefe de gobierno inusualmen­te joven para Israel

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