50 años después...
Croma, con el espíritu del Flash-flash y nuevas ideas
A menudo lamentamos la poca continuidad de los locales de restauración en España. Muchos de los más emblemáticos han bajado la persiana por motivos diversos: jubilación, descenso de clientela, falta de entusiasmo… Así cerraron en Barcelona el Glacier , la Puñalada, Finisterre, Reno o Neichel. Pasados unos años y aunque el local haya llegado a la notoriedad, indefectiblemente cierra, salvo muy contadas excepciones.
Uno de nuestros más queridos clásicos, el Flash-flash de Pomés y Milá, abierto en 1971, ha cumplido 50 años, medio siglo de vida, que no es poco.
Hoy traemos a 5 a Taula una feliz noticia: el Flash de la Granada ha tenido descendencia, un nuevo y esplendoroso establecimiento en la Diagonal, frente a la Illa. Luminoso, tocado con gracia, con un servicio de lujo y una cocina que supera a la original, sin discusión.
Los propietarios, familia Pomés y familia Milá, se han asociado a otros próceres gastronómicos para reforzar la oferta en todos los frentes. La espléndida terraza ajardinada da paso a un inteligente y sensible local que mantiene el lenguaje del Flash original que mereció un premio FAD para Correa y Milá.
En la cocina, lo mismo, pero mejor. Una más corta pero bien seleccionada oferta de tortillas como la Pierre de la Varenne, con bechamel y espinacas, la Juan Mari Arzak, con patata, cebolla, tomate y atún, o la clásica Mallorquina, con sobrasada y queso. Excelentes, complejas y logradas que llevan mucho más allá la clásica omelette francesa.
También una buena oferta de hamburguesas que integra, además de la clásica y conocida Flash, la muy especial Pulp Fiction, de lomo alto de vaca macerado 40 días, jugoso y único para los verdaderos amantes de la carne. Además sirven arroces, como el risotto de funghi o el de tomate seco y scamorza, y platos del día, que también podrían llamarse de temporada, ya que constituyen por sí solos una propuesta de carta altamente interesante: las piparras fritas, los guisantes con caldo de menta, el tartar de tomate con crujiente de cebolla o el vitello tonatto y muchas otros platos atentos al mercado destinados a mantener vivo el interés de los parroquianos más fieles.