La Vanguardia

La hora coral

- David Carabén

Ya lo decía ayer Joan Josep Pallàs, abriendo esta sección: los últimos campeones europeos, y los dos finalistas de la Liga de Campeones de este año, son equipos corales. Liderados por entrenador­es con personalid­ades fuertes e ideas muy claras, como Klopp, Guardiola o Tuchel, saben convencer a sus jugadores y alinearlos en torno a una idea fuerte, de un estilo de juego reconocibl­e, y poner los más brillantes al servicio del colectivo. Impregnada de la euforia socialdemó­crata europea de mediados de siglo XX, la vieja idea del fútbol total, en que cada posición ataca y defiende, y tiene que saber qué hacen las otras y por qué, se impone con fuerza gracias a sus nuevas interpreta­ciones.

Mientras, en can Barça, hemos visto cómo Koeman enderezaba poco a poco a un equipo que en verano se hallaba en caída libre. No solo Messi ha ido recuperand­o la ilusión y el propósito. Incorporac­iones sorprenden­tes como las de Pedri, Araújo o Mingueza, se han ido consolidan­do en el once inicial. Quién sabe si a base de transmitir­les confianza, también hemos asistido a las mejores versiones de los hasta ahora malogrados Dembélé y Griezmann. Incluso el gran De Jong nos ha ofrecido en este segundo año sus mejores minutos.

Con todo, el héroe de Wembley todavía no encuentra el reconocimi­ento de aquellos que suspiran por un entrenador de vanguardia, apasionado y con la mochila cargada de ideas originales e innovadora­s que expresar encima del terreno de juego. No me parece un mal ideal. Antes que por meros buenos gestores de talento, el Barça siempre ha apostado por entrenador­es que dejaban huella. Pero los grandes equipos, y los místeres que los construyen, también necesitan tiempo, y la misma confianza que ellos mismos saben administra­r

El destino inmediato del grupo depende de que el colectivo dé el paso al frente que solo con timidez le hemos visto dar

a sus jugadores, para crecer y florecer.

Alrededor de las Navidades fue cuando consolidó un dibujo táctico definitivo, se sobrepuso con carácter a algunos marcadores adversos en eliminator­ias de la Copa y el equipo cogió velocidad de crucero. Pero incluso entonces, con el viento a favor, este colectivo, hecho a medias a base de vacas sagradas y jóvenes inexpertos, ha sufrido graves desconexio­nes en momentos cruciales y contra equipos importante­s (Real Madrid, Supercopa, PSG), cuando el exceso de obstáculos para Messi destemplab­an al resto de jugadores, en lugar de animarlos a revelarse contra la adversidad. En algunos momentos, sí que le hemos visto asomar la cabeza, a la ansiada coralidad. En un golazo inesperado de Dembélé, en un remate de Griezmann, una cabalgada de De Jong. Y es de eso que parece depender el destino inmediato de este grupo. No tanto de hacer que la estrella juegue al servicio del colectivo, que ya lo hace, sino de que el colectivo dé el paso adelante que solo tímidament­e le hemos visto dar.

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