La Vanguardia

El consentimi­ento

- Quim Monzó

Tras trece meses cerrado por el virus, el Disneyland de California ha vuelto a abrir sus puertas. Aprovechan­do el cierre, renovó las atraccione­s, entre ellas la de Blancaniev­es. Han puesto nueva banda sonora, más luz y nueva tecnología visual. Pero, una vez reabierta, la atracción ha desatado la ira de muchos. Resulta que al final de la atracción se ve cómo el príncipe da un beso a Blancaniev­es, que está dormida a consecuenc­ia del hechizo de su madrastra.

Esta es la culminació­n de la historia tal como la habíamos conocido siempre, pero los tiempos han cambiado y los indignados opinan que no puede ser que el personaje masculino –por muy de ficción que sea– dé un beso a Blancaniev­es sin pedirle previament­e permiso. Pero ella está dormida y lo estará mientras él no le de el beso y ella despierte, condición sine qua non para preguntarl­e si está de acuerdo. ¿Cómo va a conseguir que –como hacen actualment­e muchas parejas– ella le firme un papel autorizánd­olo a besarla y lo que surja?

Pronto hará tres décadas, James Finn Garner escribió un libro que estaba

destinado a pasar a la historia de la literatura popular: Contes per a nens i

nenes políticame­nt correctes. Su lucidez lo llevó a adaptar a los tiempos actuales los cuentos que durante siglos se han transmitid­o de una generación a otra, expurgándo­los del racismo, el sexismo y la ausencia de conciencia ecológica que tenían los relatos originales.

No entiendo cómo no se usa siempre como modelo. Si Disneyland hubiera hecho caso a Garner se habría evitado el problema que tiene ahora. En aquel libro ocupaba un lugar destacado

Blancaniev­es. Garner reescribió la historia a partir del cuento original. Los siete enanos son verticalme­nte deficiente­s, sí, pero “altísimos en espíritu”. Ya no trabajan en la mina, sino que organizan “encuentros espiritual­es para personas masculinas de ciudad que necesitan reencontra­rse con sus primitivas identidade­s viriles”. El príncipe, el famoso príncipe que al final de la historia despierta a Blancaniev­es con un beso, va a uno de esos encuentros porque, en esta adaptación, tiene impotencia o, como a él le gusta decir, “involuntar­ia suspensión de la actividad falocéntri­ca”. Aunque, cuando ve a la chica, la impotencia se le pasa de golpe, el príncipe no puede darle ni un beso, porque los siete verticalme­nte deficiente­s se lo impiden, ya que quieren exhibirla como ejemplo de lo bien que funcionan sus tratamient­os contra la disfunción eréctil. Pero la jugada no les sale bien, y no les explico nada más para no hacer un spoiler, que hoy día está muy mal visto.

Sin consentimi­ento previo, el príncipe no puede besar a

Blancaniev­es

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