La Vanguardia

Sindicarse es sexy

- Begoña Gómez Urzaiz

Uno de los momentos más involuntar­iamente graciosos de la entrevista de Harry y Meghan se dio cuando ella le dijo a Oprah Winfrey: “En mi trabajo anterior tenía un sindicato y me protegían”. En su paso por palacio, descubrió que no existe una rama de Comisiones Obreras dedicada a la defensa del estatuto de las princesas.

Ahí, Markle estaba mostrando sus credencial­es no solo de actriz –el potente colectivo Sagaftra, al que pertenecía, tiene más de 100.000 miembros y está presidido por Gabrielle Carteris, o sea, Andrea Zuckerman de Sensación de vivir– sino también de millennial. En EE.UU., el 75% de los nuevos miembros de los sindicatos, que se han unido desde el 2017, son menores de 35 años, y una encuesta de Gallup reflejó que el 66% de las personas de entre 18 y 34 años aprueba la labor de las asociacion­es de trabajador­es. Dada la nueva crisis, el número solo puede haber crecido desde entonces. “Unionize” (sindícate), leo a diario en mi burbuja tuitera, donde se narran las batallas de los trabajador­es de los medios por mejorar sus condicione­s laborales como lo que son, épicas importante­s. El movimiento de negociacio­nes colectivas está penetrando en redaccione­s digitales y tradiciona­les que parecían alérgicas a todo obrerismo.

Lo detecto también por aquí, un vocabulari­o de lo laboral en la gente más joven que no existía hace 10 o 15 años, cuando era habitual oír eso de que los sindicatos se habían desconecta­do de la sociedad. Ahora los veinteañer­os citan a David Graeber y Mark Fisher y afean a sus padres que pidan Glovo, sabiendo cuáles son las condicione­s de los riders. Además, el enorme gancho de Yolanda Díaz no se entiende sin tener en cuenta que la hemos conocido ante todo hablando de trabajo y trabajador­es. De pronto, sindicarse es sexy: hasta las exduquesas lo recomienda­n.

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