La Vanguardia

Un pensador profundo, sereno y solidario

- CARLOS SÁNCHEZ-RUNDE (1962-2021) Profesor del IESE SEBASTIÁN REICHE / YIH-TEEN LEE Profesores del IESE

Un profesor tiene la capacidad y la obligación de cuestionar­se y replantear­se la sabiduría existente, y hacer que otros también lo hagan. En eso, Carlos Sánchezrun­de, profesor de Dirección de Personas en el IESE durante más de 30 años, fue un auténtico maestro. Como profundo pensador, Carlos alertaba del riesgo de dejarse guiar por simples razonamien­tos, pues en su opinión los problemas reales siempre eran más complejos de lo que parecían y siempre nos alentaba a sentirnos cómodos viviendo con paradojas y dualidades. Nos abría los ojos para analizar las cosas desde perspectiv­as diferentes, para así tomar mejores decisiones morales.

Carlos se licenció en Derecho por la Universita­t de Barcelona, cursó su MBA en el IESE y después se marchó a Estados Unidos para obtener su doctorado en la Universida­d de Oregon. En 1990, se incorporó como profesor al departamen­to de dirección de personas en las organizaci­ones y, posteriorm­ente, ocupó varias responsabi­lidades importante­s en la escuela, incluida su labor como miembro del consejo de dirección. Experto en relaciones laborales, dirección de recursos humanos y gestión intercultu­ral, fue titular de la cátedra SEAT de Relaciones Laborales. Carlos formó a miles de empresario­s y directivos, generó conocimien­to y asesoró a muchas empresas.

En sus memorables clases en el IESE llevaba a los participan­tes a través de un viaje desde un problema particular de una empresa a reflexione­s mucho más profundas, y a menudo filosófica­s, sobre qué implicacio­nes considerar, cuáles son los criterios de decisión importante­s, qué significa administra­r de una manera ética y solidaria, etcétera. Para cuando la clase volvía al tema en cuestión, los participan­tes habían disfrutado de la preciosa oportunida­d de suspender su juicio y replantear­se sus puntos de vista, dejando a los participan­tes mentalment­e renovados y más preparados para aceptar la complejida­d inherente a las decisiones que debemos tomar. Carlos se atrevía a plantear aquellas preguntas profundas que por nuestra naturaleza humana no nos atrevemos a sacar en nuestra vida diaria.

Como pensador y erudito, Carlos también hizo grandes contribuci­ones al campo de la dirección intercultu­ral. Su libro en coautoría Management across cultures (Cambridge University Press) sigue siendo uno de los libros de texto más vendidos sobre este tema. Al mismo tiempo, mantuvo una estrecha relación con las empresas a través de sus actividade­s de consultorí­a. Además de colaborar con importante­s empresas españolas, también apoyó a Haier, una multinacio­nal china, en sus esfuerzos de integració­n cultural durante su expansión global, especialme­nte en Japón, Nueva Zelanda e India.

Carlos se preocupaba profundame­nte por sus compañeros del IESE. Fue apreciado por su empatía, por su generoso intercambi­o de conocimien­tos y por orientar a muchos colegas jóvenes. Entre nosotros era reconocido como un gran lector, siempre ansioso por aprender. Apasionado por la riqueza cultural del mundo, había desarrolla­do un profundo conocimien­to sobre la cultura, la literatura y el arte chinos. Al mismo tiempo, se mantuvo fuertement­e arraigado en su cultura nativa española y catalana. Era un activo bailarín de sardana.

Como católico fiel, practicó una fuerte fe tanto en su vida personal como familiar. Esto le dio el coraje, la sabiduría y el humor necesarios en su lucha contra la enfermedad que finalmente le quitó la vida. Con profunda serenidad Carlos, días antes de fallecer, nos escribió a sus colegas y amigos: “Con mucha emoción os envío estas líneas. Me estoy muriendo, no hay mejor manera de decirlo, ¡aunque me hubiera gustado hacerlo de otra manera! He llevado una vida muy rica y feliz, así que, por favor, no estéis tristes”. Se ha ido en paz y, con estas palabras, también les ha dado a su familia, a sus compañeros y a sus amigos la paz y la fuerza necesarias para seguir en nuestro camino y cumplir nuestra misión. Que la gracia de Dios te acompañe, querido Carlos.

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