Un pensador profundo, sereno y solidario
Un profesor tiene la capacidad y la obligación de cuestionarse y replantearse la sabiduría existente, y hacer que otros también lo hagan. En eso, Carlos Sánchezrunde, profesor de Dirección de Personas en el IESE durante más de 30 años, fue un auténtico maestro. Como profundo pensador, Carlos alertaba del riesgo de dejarse guiar por simples razonamientos, pues en su opinión los problemas reales siempre eran más complejos de lo que parecían y siempre nos alentaba a sentirnos cómodos viviendo con paradojas y dualidades. Nos abría los ojos para analizar las cosas desde perspectivas diferentes, para así tomar mejores decisiones morales.
Carlos se licenció en Derecho por la Universitat de Barcelona, cursó su MBA en el IESE y después se marchó a Estados Unidos para obtener su doctorado en la Universidad de Oregon. En 1990, se incorporó como profesor al departamento de dirección de personas en las organizaciones y, posteriormente, ocupó varias responsabilidades importantes en la escuela, incluida su labor como miembro del consejo de dirección. Experto en relaciones laborales, dirección de recursos humanos y gestión intercultural, fue titular de la cátedra SEAT de Relaciones Laborales. Carlos formó a miles de empresarios y directivos, generó conocimiento y asesoró a muchas empresas.
En sus memorables clases en el IESE llevaba a los participantes a través de un viaje desde un problema particular de una empresa a reflexiones mucho más profundas, y a menudo filosóficas, sobre qué implicaciones considerar, cuáles son los criterios de decisión importantes, qué significa administrar de una manera ética y solidaria, etcétera. Para cuando la clase volvía al tema en cuestión, los participantes habían disfrutado de la preciosa oportunidad de suspender su juicio y replantearse sus puntos de vista, dejando a los participantes mentalmente renovados y más preparados para aceptar la complejidad inherente a las decisiones que debemos tomar. Carlos se atrevía a plantear aquellas preguntas profundas que por nuestra naturaleza humana no nos atrevemos a sacar en nuestra vida diaria.
Como pensador y erudito, Carlos también hizo grandes contribuciones al campo de la dirección intercultural. Su libro en coautoría Management across cultures (Cambridge University Press) sigue siendo uno de los libros de texto más vendidos sobre este tema. Al mismo tiempo, mantuvo una estrecha relación con las empresas a través de sus actividades de consultoría. Además de colaborar con importantes empresas españolas, también apoyó a Haier, una multinacional china, en sus esfuerzos de integración cultural durante su expansión global, especialmente en Japón, Nueva Zelanda e India.
Carlos se preocupaba profundamente por sus compañeros del IESE. Fue apreciado por su empatía, por su generoso intercambio de conocimientos y por orientar a muchos colegas jóvenes. Entre nosotros era reconocido como un gran lector, siempre ansioso por aprender. Apasionado por la riqueza cultural del mundo, había desarrollado un profundo conocimiento sobre la cultura, la literatura y el arte chinos. Al mismo tiempo, se mantuvo fuertemente arraigado en su cultura nativa española y catalana. Era un activo bailarín de sardana.
Como católico fiel, practicó una fuerte fe tanto en su vida personal como familiar. Esto le dio el coraje, la sabiduría y el humor necesarios en su lucha contra la enfermedad que finalmente le quitó la vida. Con profunda serenidad Carlos, días antes de fallecer, nos escribió a sus colegas y amigos: “Con mucha emoción os envío estas líneas. Me estoy muriendo, no hay mejor manera de decirlo, ¡aunque me hubiera gustado hacerlo de otra manera! He llevado una vida muy rica y feliz, así que, por favor, no estéis tristes”. Se ha ido en paz y, con estas palabras, también les ha dado a su familia, a sus compañeros y a sus amigos la paz y la fuerza necesarias para seguir en nuestro camino y cumplir nuestra misión. Que la gracia de Dios te acompañe, querido Carlos.