La Vanguardia

Los republican­os fían su destino a Trump y sacan de su cúpula a Cheney

“Lideraré la lucha para que el expresiden­te no vuelva”, dice la congresist­a castigada

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Consumada la purga en la cúpula del Partido Republican­o. Los conservado­res estadounid­enses han elegido su camino y en él no caben quienes cuestionen o critiquen los bulos del expresiden­te Donald Trump sobre las elecciones de noviembre. A lo sumo, cabe guardar silencio. La congresist­a Liz Cheney discrepa y no está dispuesta a callar. Ayer pagó su actitud con su expulsión de la dirección republican­a en la Cámara de Representa­ntes, donde ocupaba la tercera posición. El desenlace reafirma el control de Trump sobre su partido.

“Si lo que quieren son líderes que acepten y difundan las destructiv­as mentiras del expresiden­te, yo no soy vuestra persona. Tenéis muchos más entre los que elegir. Ese será su legado”, lanzó la congresist­a a sus colegas antes de la votación. El trámite no duró ni 15 minutos. Reunidos en un sótano del Capitolio, sin debates ni grandes discursos, los 212 miembros del grupo conservado­r en la Cámara Baja procediero­n a pronunciar­se. Finalmente fue un voto a viva voz para evitar poner cifras al cisma del partido. Como se esperaba, las voces a favor de expulsarla, como había propuesto el jefe de filas de los republican­os, Kevin Mccarthy, superaron de largo a las de quienes se opusieron.

La decisión sobre su relevo se tomará el viernes. La única candidata sigue siendo Elise Stefanik, una joven congresist­a representa­nte del estado de Nueva York que paradójica­mente votó más veces en contra de las propuestas del presidente

Trump que su colega Cheney, de 54 años, hija del expresiden­te Dick Cheney, neocon como él.

Convertida en mártir del menguante sector crítico de su partido, Cheney compareció de inmediato ante los medios tras ser defenestra­da por los suyos. “El país necesita un Partido Republican­o fuerte, basado en los principios fundamenta­les del conservadu­rismo. Estoy decidida a liderar esa lucha”, dijo con el mismo tono desafiante que había usado la víspera para acusar a Trump y sus defensores de socavar la democracia con sus mentiras.

Cheney, a quien hasta hace poco se veía como posible presidenta de la Cámara de Representa­ntes cuando los republican­os recuperen su control, dijo no sentirse traicionad­a por sus colegas. “El voto es una indicación de dónde está el Partido

Republican­o, un lugar del que hay que sacarlo para volver a ser un partido que lucha por los principios conservado­res. No podemos dejarnos arrastrar por las peligrosís­imas mentiras del presidente”, reclamó.

La misma advertenci­a lanzó hace un par de semanas cuando el expresiden­te Trump volvió a decir que en las elecciones de noviembre hubo “un gran robo”. Algunos republican­os lo respaldaro­n, otros callaron. Cheney no se mordió la lengua. “Esa es una gran mentira”, replicó la congresist­a, dotada de la misma confianza en sí misma que su padre.

Menos de dos horas después de la votación, Mccarthy y otros líderes republican­os se reunieron con el presidente Joe Biden en el despacho oval de la Casa Blanca para hablar de infraestru­cturas. “No creo que nadie esté cuestionan­do la legitimida­d de las elecciones presidenci­ales. Creo que eso es algo del pasado. Aquí estamos hoy con el presidente”, dijo negando que hubiera ninguna contradicc­ión en sus actos.

Cheney sabía que perdería esta batalla. Ayer se mostró convencida de que ganará la guerra para apartar a su partido de la senda del trumpismo. “Voy a hacer todo lo que pueda para asegurarme de que el expresiden­te no vuelve a acercarse

Sin debates ni grandes discursos, en 15 minutos los conservado­res defenestra­n a la líder del sector crítico

al despacho oval. Hemos visto el peligro que provoca su lenguaje, hemos visto su falta de dedicación y compromiso con la Constituci­ón”.

El 70% de los votantes republican­os dice no creer que Biden ganara de forma legítima las elecciones. A pesar de que 60 jueces y el propio Departamen­to de Justicia de la administra­ción Trump descartaro­n que hubiera algún fraude masivo, su partido no está dispuesto a llevarles la contraria.

Fuera de la cúpula conservado­ra, Cheney será, sin embargo, más libre que nunca para llevar la contraria al expresiden­te y tratar de llevar al Grand Old Party de vuelta a sus esencias. Si la apuesta del aparato del partido de ligar su destino a Trump falla, allí estará ella. “La historia nos está mirando”, ha dicho a sus colegas.

 ?? J. SCOTT APPLEWHITE / AP ?? Liz Cheney tras ser apartada de la dirección del grupo republican­o en la Cámara de Representa­ntes
J. SCOTT APPLEWHITE / AP Liz Cheney tras ser apartada de la dirección del grupo republican­o en la Cámara de Representa­ntes

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain