Los republicanos fían su destino a Trump y sacan de su cúpula a Cheney
“Lideraré la lucha para que el expresidente no vuelva”, dice la congresista castigada
Consumada la purga en la cúpula del Partido Republicano. Los conservadores estadounidenses han elegido su camino y en él no caben quienes cuestionen o critiquen los bulos del expresidente Donald Trump sobre las elecciones de noviembre. A lo sumo, cabe guardar silencio. La congresista Liz Cheney discrepa y no está dispuesta a callar. Ayer pagó su actitud con su expulsión de la dirección republicana en la Cámara de Representantes, donde ocupaba la tercera posición. El desenlace reafirma el control de Trump sobre su partido.
“Si lo que quieren son líderes que acepten y difundan las destructivas mentiras del expresidente, yo no soy vuestra persona. Tenéis muchos más entre los que elegir. Ese será su legado”, lanzó la congresista a sus colegas antes de la votación. El trámite no duró ni 15 minutos. Reunidos en un sótano del Capitolio, sin debates ni grandes discursos, los 212 miembros del grupo conservador en la Cámara Baja procedieron a pronunciarse. Finalmente fue un voto a viva voz para evitar poner cifras al cisma del partido. Como se esperaba, las voces a favor de expulsarla, como había propuesto el jefe de filas de los republicanos, Kevin Mccarthy, superaron de largo a las de quienes se opusieron.
La decisión sobre su relevo se tomará el viernes. La única candidata sigue siendo Elise Stefanik, una joven congresista representante del estado de Nueva York que paradójicamente votó más veces en contra de las propuestas del presidente
Trump que su colega Cheney, de 54 años, hija del expresidente Dick Cheney, neocon como él.
Convertida en mártir del menguante sector crítico de su partido, Cheney compareció de inmediato ante los medios tras ser defenestrada por los suyos. “El país necesita un Partido Republicano fuerte, basado en los principios fundamentales del conservadurismo. Estoy decidida a liderar esa lucha”, dijo con el mismo tono desafiante que había usado la víspera para acusar a Trump y sus defensores de socavar la democracia con sus mentiras.
Cheney, a quien hasta hace poco se veía como posible presidenta de la Cámara de Representantes cuando los republicanos recuperen su control, dijo no sentirse traicionada por sus colegas. “El voto es una indicación de dónde está el Partido
Republicano, un lugar del que hay que sacarlo para volver a ser un partido que lucha por los principios conservadores. No podemos dejarnos arrastrar por las peligrosísimas mentiras del presidente”, reclamó.
La misma advertencia lanzó hace un par de semanas cuando el expresidente Trump volvió a decir que en las elecciones de noviembre hubo “un gran robo”. Algunos republicanos lo respaldaron, otros callaron. Cheney no se mordió la lengua. “Esa es una gran mentira”, replicó la congresista, dotada de la misma confianza en sí misma que su padre.
Menos de dos horas después de la votación, Mccarthy y otros líderes republicanos se reunieron con el presidente Joe Biden en el despacho oval de la Casa Blanca para hablar de infraestructuras. “No creo que nadie esté cuestionando la legitimidad de las elecciones presidenciales. Creo que eso es algo del pasado. Aquí estamos hoy con el presidente”, dijo negando que hubiera ninguna contradicción en sus actos.
Cheney sabía que perdería esta batalla. Ayer se mostró convencida de que ganará la guerra para apartar a su partido de la senda del trumpismo. “Voy a hacer todo lo que pueda para asegurarme de que el expresidente no vuelve a acercarse
Sin debates ni grandes discursos, en 15 minutos los conservadores defenestran a la líder del sector crítico
al despacho oval. Hemos visto el peligro que provoca su lenguaje, hemos visto su falta de dedicación y compromiso con la Constitución”.
El 70% de los votantes republicanos dice no creer que Biden ganara de forma legítima las elecciones. A pesar de que 60 jueces y el propio Departamento de Justicia de la administración Trump descartaron que hubiera algún fraude masivo, su partido no está dispuesto a llevarles la contraria.
Fuera de la cúpula conservadora, Cheney será, sin embargo, más libre que nunca para llevar la contraria al expresidente y tratar de llevar al Grand Old Party de vuelta a sus esencias. Si la apuesta del aparato del partido de ligar su destino a Trump falla, allí estará ella. “La historia nos está mirando”, ha dicho a sus colegas.