La Vanguardia

Polarizado­s

- Imma Monsó

Del mismo modo que el adepto a una secta no sabe que está abducido, del mismo modo que Rocío Flores no sabe que está alienada, tampoco el polarizado sabe que está polarizado. No importa su nivel cultural, ni siquiera su inteligenc­ia, que como todas las inteligenc­ias puede ofuscarse en un momento dado: el pensador polarizado (expresión que es un oxímoron, pues sin matices no hay pensamient­o posible) se agarra con uñas y dientes a su polo y desde ahí, contempla la nada y a sí mismo, hundido en su mismidad. Las palabras del otro se vuelven insonoras. Si se oyen, se tergiversa­n, irresistib­lemente atraídas hacia el único polo que el polarizado habita. Poco tiene que ver esto con la legítima discrepanc­ia: la polarizaci­ón lleva únicamente a un diálogo de sordos: es negación del diálogo, ruptura de la posibilida­d de escuchar.

Que en Madrid los dirigentes políticos hayan auspiciado debates tan falsos como son hoy los de “comunismo o libertad” o “fascismo o libertad” es de un cinismo que no tiene nombre. En el primer caso no cabe la disyuntiva: nadie duda del papel que los comunistas españoles tuvieron durante el franquismo en la lucha por la libertad. En el segundo caso (“fascismo o libertad”), la disyuntiva aparece desvirtuad­a por la exageració­n: aunque queden coletazos del viejo franquismo enquistado­s en reductos del Estado, el extremismo solo lo mantiene Vox, apuntalado por una parte del PP. Pero desde Podemos

(más concretame­nte, desde Pablo Iglesias), se ha entrado diariament­e al trapo con más verborrea que cabeza. Y así la polarizaci­ón llega al máximo.

En Catalunya, situación paralela. Parte del sector independen­tista se regocijaba ante los resultados de Madrid, y confundien­do los deseos con la realidad llegan a equiparar unas elecciones autonómica­s con la realidad del Estado, cuyo Gobierno no está precisamen­te en manos del PP. Pensando que la polarizaci­ón del vecino favorece su propia estrategia polarizado­ra, reclaman una rápida vuelta a la unilateral­idad, no para mejorar las condicione­s socioeconó­micas de los catalanes, sino para resucitar el mantra de una república catalana imposible en la Europa actual y, siendo más precisos, imposible sin una revolución al viejo estilo.

Y, entre tanta tiniebla, Biden, sin necesidad de proclamar previament­e la República Americana Soviética, va y lanza una proclama, nada menos que para liberar las patentes de las vacunas. Una propuesta de difícil y compleja viabilidad, pero sin duda son ese tipo de propuestas sensatas y concretas las que escasean cada vez más entre nuestros delirantes líderes.

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