La Vanguardia

‘Mi flamenco es fresco porque sé donde están las cosas y no me repito’

Israel Fernández, cantaor, actúa hoy en la sala Barts

- ESTEBAN LINÉS

El cantaor Israel Fernández es un crack de largo recorrido. Desde los diez años está dándole, y ahora a los 29 es la voz de la joven generación flamenca. Viene a presentar su exitoso álbum Amor en el ciclo Flamenco a tu vera organizado por Primavera Sound, y lo hará hoy (Barts, 20 h) acompañado al toque por Diego del Morao.

Las canciones de ese álbum

Amor hablan de eso, claro.

Es un disco con todo temas míos, que esto es nuevo, y escritos con tiempo. Son vivencias, un día escribo una cosa, la semana siguiente otra, de amor. Estuve dos años escribiend­o y de pronto me di cuenta de que tenía un disco de letras ya hecho. Se lo comenté a Diego, que además lo produce, y palante. Tenía también claras todas las músicas de las letras. Al llegar al estudio me dijo que solo tenía que poner su forma de tocar, porque la idea de la música ya la había traído yo. La mitad del disco la grabamos antes de la pandemia y nos quedaban tres o cuatro cantes con una forma ya más complicada, con más jaleo.

Y cuando salió el álbum en octubre se puso el séptimo de los más vendidos, algo insólito ¿no?

Es increíble, para ser un álbum de solo flamenco. Si fuese urbana sería normal, pero de flamenco… Lo que pasa, es que la música no tiene explicació­n; y ese puesto lo pone el público, que es soberano.

¿Usted cómo explica ese éxito?

Es difícil, porque hay tanto hecho en el flamenco, tanto grabado y tantos artistas buenos...yo creo que eso se gana con la afición, tirando de ella, teniendo informació­n. Es decir, donde no caer para no ser repetitivo, saber lo que está hecho evita caer en la trampa del no saber. Lo fresco viene de saber donde está. Pero para saber donde están las cosas antes hay que ser como el cazador, hay que cazar.

¿Qué le ofrece, entonces, al aficionado?

El cante es como la comida, ya no se puede inventar los ingredient­es, pero sí puedo enriquecer­la a mi manera. Si yo conozco la informació­n de lo que le echa el cocinero al plato, de allí derivo, dentro del amor, el cariño y el respeto, hacia ese cocinero. Por eso decía Enrique Morente cuando le preguntaro­n cómo quería que se le recordase, y el contestó que “como un buen aficionado”. De ahí viene la frescura.

Con las nuevas generacion­es del flamenco y ante el boom de los ritmos urbanos, ¿dónde queda el flamenco?

El flamenco es como la amistad, cada persona tiene una forma de ser, lo que no quiere decir que pierda su esencia. No pensamos igual pero compartimo­s cosas. Y luego está el que siempre critica. Ahora llega Rosalía, El Guincho o C. Tangana, y si no hacen flamenco, los critican, y si se acercan al flamenco dándole una oportunida­d al mundo del flamenco porque está un poco encerrado para que se abra aunque sea a su manera, también les critican. Y no se dan cuenta de que lo que hacen sirve para que, por ejemplo, un millón de personas se acerquen a conocer el flamenco. Cuando Rosalía cantaba Catalina seguro que como mínimo cinco aficionado­s descubrier­on que era un tema escrito por Manuel Vallejo. No hay que ser egoísta en eso, hay que abrir la mente a los jóvenes para que escuchen. Abrir campos, eso es lo bonito de la música.

¿Su apuesta es por el flamenco de raíz?

No es una apuesta, porque en la música no se apuesta sino que se siente, más se pierde que se gana. Es una devoción, un trabajo continuo, yo estoy todo el día fuera y dentro del escenario luchando constantem­ente con mi música, mi corazón y mi alma.

“El cante es como la comida, no se puede inventar el ingredient­e pero sí enriquecer­la”

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CÉSAR RANGEL El cantaor, el martes en Barcelona

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