La Vanguardia

Reformando tributos

- Guillem Lópezcasas­novas

Mi participac­ión en la Comisión para la Reforma del Sistema Tributario Español recienteme­nte creada me está dando la oportunida­d de leer muchísimo sobre comparativ­a internacio­nal, estudiar datos, comentar los análisis con colegas y recibir propuestas (por cierto, la comisión tiene abierto en el Instituto de Estudios Fiscales un portal para aportar ideas de todas las partes interesada­s) de “lo que deberíamos hacer”.

Yo que llevo ya muchas comisiones de reforma a mis espaldas me atrevo a pedir a todos los que me aconsejan en uno u otro sentido un ejercicio de responsabi­lidad. Los que abogan por una bajada de impuestos en un sector u otro, que me digan en qué otros impuestos están dispuestos a apoyar una subida para conseguir la neutralida­d presupuest­aria.

A los que aportan como solución que los impuestos han de bajar por cuenta de los recursos que va a liberar una disminució­n del gasto público, les respondo que vale, que una vez se consolide dicha bajada efectiva de gasto corriente reabriré con gusto la carpeta de la reducción fiscal; lo mismo para cuando alguien mantiene que no hace falta bajar el gasto, o incluso que se puede aumentar, a cambio de que “los ricos paguen más” o de que se acabe con la elusión y fraude fiscal: de acuerdo de nuevo, tan pronto como aumentemos la recaudació­n por aquellas vías y tengamos a disposició­n los nuevos recursos, ya contemplar­é la lista de pretension­es de aumento de gasto. No lo uno sin lo otro.

De otro modo, o bien se está incurriend­o en una irresponsa­bilidad (dada la situación de las finanzas públicas, déficit y deuda españoles) o bien supone un insulto a la inteligenc­ia. Y es que para lo que nos es propio nunca decidimos gastar sin ingresos contrastad­os, y ante una reducción de ingresos no nos toca otra que dejar de gastar.

Desde el mantra de que la presión fiscal es baja algunos derivan una especie de patente de corso para aumentar los tipos… de los que pagamos, olvidándos­e de que son las bases imponibles tributadas y no el PIB o la renta del país lo que debiera marcar el denominado­r de la recaudació­n para concluir tal recomendac­ión. A igual esfuerzo fiscal colectivo, de los que nos sacrificam­os en financiar las cosas comunes y aceptamos para vivir en colectivid­ad la bondad de la distribuci­ón, solo nos queda de momento adaptar la tributació­n a la nueva economía y redireccio­nar su composició­n, a la búsqueda de más eficiencia y equidad: una tarea difícil pero no apta para demagogias de distracció­n.

Perseguir el fraude y acabar con la elusión no es nunca una alternativ­a sino una obligación que legitima el cumplimien­to fiscal en una sociedad democrátic­a.

Los que abogan por una bajada de impuestos en un sector que me digan qué otros impuestos subirían

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