La Vanguardia

Los últimos días de Gabo, por su hijo Rodrigo

Rodrigo García retrata a su padre en un libro

- XAVI AYÉN

Siete años después de la muerte de su padre y nueve meses tras la de su madre, Rodrigo García (Bogotá, 1959) publica un testimonio sobre cómo fueron sus últimos días, evocando su relación y rescatando fotos inéditas del álbum familiar. El libro se titula Gabo y Mercedes: una despedida (Random House, a la venta el 20 de mayo) y es el primero que escribe el hijo mayor de Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, cineasta en Hollywood (acaba de estrenar 4 días, con Glenn Close y Mila Kunis).

García vive en Los Ángeles, y responde por videoconfe­rencia a este diario desde Buenos Aires, donde se encuentra rodando la serie Santa Evita, adaptación para Disney + de la novela de Tomás Eloy Martínez sobre Eva Perón. “Cuando me dijeron que a Gabo le quedaban semanas –explica–, pensé en tomar notas, documentar­lo todo para mí mismo, para la familia. Solo al morir mi madre pensé en el libro”.

Alude sin tapujos a la demencia senil del escritor en sus últimos años. “No se dijo públicamen­te pero todo el que lo trató se dio cuenta. Él se vestía y comía, pero ya no reconocía a nadie”. Leía sus propios libros, que no recordaba haber escrito: “Primero, los leía sabiendo que eran suyos, pero sorprendid­o de no acordarse de nada, decía ‘¿de dónde carajo salió todo eso?’. Luego, no se daba cuenta de que era una obra suya hasta el final, cuando veía su foto en la contraport­ada”. En una ocasión, “pidió ir a ver a su padre, ‘yo tengo una cama junto a él’, decía, y se refería en realidad a su abuelo, que lo cuidó de niño y, en efecto, él dormía en un colchón en el suelo junto a la cama del hombre al que no veía... desde 1935”.

Rodrigo García cuenta por primera vez la causa de la muerte de su padre. “Lo que tenía era probableme­nte un cáncer de pulmón, cosa bastante normal a sus 87 años, habiendo padecido años antes un cáncer linfático. Como no le hicimos las exploracio­nes, para no someterle a una anestesia general de la que probableme­nte no se hubiera recuperado, carecemos de la precisión”.

Otro dato nuevo es que el escritor no tuvo la mayor parte de su vida visión en el centro del ojo izquierdo. “Lo descubrí de casualidad. En México, una época, mi padre usó un parche en el ojo, nunca supe por qué. Ya en sus setentas avanzados, lo llevé al oculista en Los Ángeles, este se lo detectó y Gabo respondió: ‘Sí, perdí la visión mirando un eclipse de niño’”. Un detalle impactante es una escena de los años de juventud de García Márquez, en la década de los 50, cuando vivía en París y la pobreza le hizo hurgar en la basura para encontrar algo de comer. “Eso lo explicaba él, a veces delante de mis amigos, yo era adolescent­e y me avergonzab­a”.

Hay una escena que parece extraída de la ficción. El fallecimie­nto del escritor fue en jueves santo, como la de Úrsula Iguarán, personaje de Cien años de soledad. En la novela se lee que “ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorienta­dos se estrellaba­n como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorio­s”. Pues bien, poco antes de la muerte de Gabo, el mismo día, “apareció un pájaro muerto en la silla donde él se sentaba, segurament­e se estrelló en algún cristal. ¡Eso no se puede inventar!”.

“Se ha escrito mucho sobre Gabo... –afirma– Busco esa cosa que solo yo sé, o mi hermano, o los de casa. Por ejemplo, las tremendas pesadillas que sufría. Gonzalo y yo éramos los encargados de despertarl­o de las siestas, en Barcelona y México, y al final lo hacíamos de lejos, desde la puerta, porque se despertaba poseído por una aterradora e inexplicab­le pesadilla, asustaba mucho”.

El libro revela que padre e hijo tuvieron un proyecto de película en común. “Quisimos escribir entre los dos el guion de una idea que él tenía de hace mucho tiempo, tratamos de hacerlo entre 2004 y 2007. Pero él ya perdía la cabeza un poco, se volvía repetitivo, no tenía la memoria para construir la historia, y se quedó sin hacer. Esa historia podría acabar siendo algo algún día: una mujer de mediana edad, carrera exitosa, que sospecha que su marido tiene una amante y, cuando descubre que sí, ve que es una mujer muy parecida a ella físicament­e, con costumbres y gus

“Probableme­nte murió de un cáncer de pulmón, rechazamos las exploracio­nes por el riesgo de no sobrevivir”

tos similares, que vive en un apartament­o como el suyo. La idea era que las interpreta­ra la misma actriz”.

Sobre Cien años de soledad, revela que “mi padre tenía previstas dos generacion­es más de Buendía, lo que al final desechó. No existe material documental, solo nos lo decía. Si lo hubiera escrito, lo habría destruido, como otras cosas”. La familia ha dado su aprobación a la serie que prepara Netflix sobre la novela, “pues aceptaron que durara muchas horas, que se rodara en español y en Colombia, requisitos indispensa­bles. He leído ya los primeros tres guiones del puertorriq­ueño José Rivera, muy buen trabajo”. Él y su hermano Gonzalo serán los productore­s ejecutivos. “Haremos entre 12 y 24 episodios, puede ser con varios directores. Yo permanecer­é al margen, un buen director no aceptaría tener al hijo del autor dando la lata”.

Sobre proyectos, añade que “estamos en pláticas con mi hermano y, aunque no es seguro, nos inclinamos un poquito por hacer de la casa de México un museo. Y, en Colombia, el Centro Gabo, que nace de la Fundación Gabo, dirigida por Jaime Abello, es una iniciativa que pondrá en marcha muchas actividade­s. Es posible que se localice en lo que fue la casa en Cartagena de Indias. Todo ello se sumaría al Harry Ransom Center, en Texas, donde ya están sus papeles, fotos y manuscrito­s”.

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 ?? RODRIGO GARCÍA BARCHA ?? La siesta del coloso. Gabriel García Márquez haciendo la siesta, en su casa de Ciudad de México, en el año 2013.
RODRIGO GARCÍA BARCHA La siesta del coloso. Gabriel García Márquez haciendo la siesta, en su casa de Ciudad de México, en el año 2013.
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Padre e hijos García Márquez, entre sus hijos Gonzalo (izquierda) y Rodrigo, autor del libro, en Los Ángeles, en el año 2008.
Los años de Barcelona. García Márquez y Mercedes Barcha, en 1968, un año tras su llegada a Barcelona, donde vivirían hasta 1975. Padre e hijos García Márquez, entre sus hijos Gonzalo (izquierda) y Rodrigo, autor del libro, en Los Ángeles, en el año 2008.

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