La Vanguardia

Silencio: células trabajando

- Jordi Juan

Quie roque sepan que escribo este artículo condiciona­do por las circunstan­cias que rodean a mi organismo. En mi cuerpo me acaban de inyectar un ARN mensajero modificado por nucleósido­s. Estas sustancias contienen las instruccio­nes genéticas para que mis células empiecen a producir la proteína S del coronaviru­s. Gracias a ello, mi sistema inmunitari­o aprenderá are conocerla proteína S y, si en un futuro se encuentra con la covid, estará en condicione­s de enfrentars­e a ella con plenas garantías. Para que me entiendan: ayer me vacunaron con la Pfizer. Tantos años oyendo hablar de la Viagra, y al final mi primer contacto con esta farmacéuti­ca ha sido por culpa del coronaviru­s.

El periodista nunca debe ser noticia, pero este dato personal se lo facilito como ejercicio de transparen­cia para que comprendan el estado de ánimo optimista con el que estoy escribiend­o este artículo. Supone una gran satisfacci­ón formar parte de los 14,5 millones de ciudadanos que han recibido ya una dosis de algunas de las vacunas. A este paso, si las previsione­s del Gobierno se cumplen, a mediados de agosto ya habrá 33 millones de inmunizado­s en españa y a finales del verano ya estará vacunada el 70% de la población.

Después de tantos meses de sufrimient­o, es normal que se dispare la alegría al confirmars­e la fiabilidad extraordin­aria de los diversos tipos de vacunas y, un dato muy importante, la confianza en que las dosis no parecen verse amenazadas por ninguna nueva variante. En algunos países, como Estados Unidos, ya empiezan a permitir, incluso, que la población vacunada pueda estar sin mascarilla, salvo si acude a espacios públicos con multitudes como transporte­s públicos u hospitales.

Pero la covid sigue matando. Aún no ha llegado el día que podamos publicar la noticia que nos haría más ilusión: España no ha registrado ningún muerto por coronaviru­s. Aunque las cifras mejoran de forma clara, la maldita pandemia sigue cobrándose vidas. Cuidémonos en esta recta final pero también disfrutemo­s del impacto emocional que supone el triunfo de la vacunación. Es motivo de honda satisfacci­ón saber que tengo a mis células trabajando a destajo.

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