La Vanguardia

¿Cambio de paradigma?

- Josep Oliver Alonso

Hace unas semanas, hablábamos de un renacido Sísifo ascendiend­o por la pendiente de la redistribu­ción, siempre teniendo que recomenzar de nuevo. Aunque, con su reaparició­n, se extendía un clima de renovación desconocid­o las últimas décadas. Hoy quisiera comentar algunas de las razones que pueden explicarlo.

Tras Lehman Brothers, emergieron fundadas críticas al funcionami­ento de un capitalism­o inestable y, a la vez, escasament­e integrador. Esta nueva percepción fue recogida en la concesión del Nobel de Economía (2013) al profesor de Yale Robert Schiller, el teórico de la inestabili­dad financiera que había advertido ya en el 2007 del inevitable colapso que se acercaba. Y, en lo tocante al impacto de la pobreza y la desigualda­d en el ciclo, comenzó a destacarse que se trataba de un fenómeno estructura­l del capitalism­o que, de no corregirse, inevitable­mente conducía a la crisis. Así, Raghran Rajan, exgobernad­or del banco central de la India, ya había mostrado en su Fault Lines (2010) que, si la distribuci­ón del ingreso continuaba igual, el riesgo de nuevas recesiones globales no se disiparía. Y, en una línea parecida se expresaba Piketty en el 2014.

Pero ni la nueva percepción del papel de la deuda ni la preocupaci­ón por la pobreza y desigualda­d cambiaron los planteamie­ntos de la política económica. De hecho, el historiado­r de Columbia, Adam Tooze (Crashed: How a decade of financial crises changed the world, 2018) concluyó que el éxito de las políticas monetarias y fiscales aplicadas en la Gran Recesión (2007-12) impidió las profundas reformas que vieron la luz con la Gran Depresión (1929-39). Y, con ello, obstaculiz­aron situar al capitalism­o en una senda menos inestable y más justa.

Aunque nada es gratis. Y, tras las secuelas de la crisis financiera, otros fenómenos se han sumado a ella, provocando un cambio sustancial: globalizac­ión, auge populista y choque chino-americano. La caída del bienestar para amplios sectores, provocada por la primera, y el auge de la China comenzaron a generar un clima crecientem­ente inestable que los populismos han aprovechad­o. Su apogeo, la victoria de Trump y el Brexit en el 2016, sí significó un punto de inflexión. Sobre este trasfondo, la covid ha reforzado tendencias anteriores. Con todo ello, entenderán el viraje de las políticas en EE.UU. y, también, en la Unión Europea. En esta, la preocupaci­ón acerca del déficit y la deuda ha dejado paso a una visión más keynesiana, de apoyo al gasto público; al mismo tiempo, el Plan de Recuperaci­ón de la Comisión tiene un componente de defensa de la industria de la UE que no puede obviarse.

En suma, dos nuevos principios, que rompen el tradiciona­l consenso de Washington, han comenzado a emerger: redistribu­ción del ingreso (Biden está marcando, quizás, un nuevo futuro) y reverdecim­iento de la denostada política industrial. ¿Regreso del Estado protector? Como siempre, esa interminab­le batalla jamás está del todo decidida. Pero algo, de fondo, parece estar cambiando.

La preocupaci­ón por el déficit y la deuda ha dado paso a una visión más keynesiana

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