La Vanguardia

El muerto al hoyo y el vivo al bollo

- Susana Quadrado

Se sabe que, sin estado de alarma, la libertad es declarada. No cabe manosear a Marx para concluir que es la palabra de Ayuso la que se ha convertido en mantra: el muerto al hoyo y el vivo al bollo.

La libertad no es un botellón. Entrecomil­len la frase que acaban de leer, porque no es mía. La dijo Almeida, alcalde de Madrid, después de la madrugada en la que miles de personas –muchas en número, pocas en representa­ción– regaron las calles con cerveza, calimocho y orines.

Por esta vez, estaríamos de acuerdo con Almeida. No con el PP, que se ha dedicado a jugar con la palabra libertad hasta reducirla al paroxismo de la caña y las aceitunas. También coincidirí­amos con el ministro Iceta, quien recordó que el botellón no se combate con un estado de alarma. Pues claro que no: no descubre Iceta la sopa de ajo. Botellones los ha habido, hay y habrá, con o sin pandemia, porque los alcaldes no han sabido hacer cumplir la ley.

En efecto el show del sábado noche se salió de madre. Tanto, que vimos a un apesadumbr­ado Simón, el comunicado­r oficial de Moncloa, flagelándo­se en público ante la clamorosa evidencia de que ningún político ni adlátere se ha preocupado de hacer la necesaria pedagogía preparator­ia para salir del estado de alarma.

Ahora políticos, gestores sanitarios, virólogos, policías e incluso los jueces cruzan los dedos para que este fin de semana no se repita lo que ocurrió el pasado. “Aquello fue excepciona­l”, aseguró Argimon convencido de que la cosa no pasó de travesura y que no se mascará la tragedia ahora que la epidemia está bajo control.

En cualquier caso, esta semana han surgido teorías de todo tipo para intentar explicar que haya quienes ya han desconecta­do de la pandemia y vivan sin importarle­s el resultado de sus actos. Recojo algunas de estas teorías aquí.

La del periodista Francescma­rc Álvaro, por ejemplo, que en este diario reprochó a los gobernante­s que actúen con un paternalis­mo oportunist­a ante conductas irresponsa­bles. O la opinión en RAC1 de otro del gremio, Ernest Folch, que achaca toda la culpa a Ayuso por confundir a la gente con un concepto patatero y hedonista de la libertad. O la del pedagogo Jaume Funes, leída en

Twitter: “Nadie quiere renunciar a la libertad (o al menos a su libertad). Sin embargo, pocas palabras tienen un contenido más ambiguo, incluso contradict­orio. (...) Hay quien define a ultranza la libertad, aunque al practicarl­a elimine la de otros”. Luego está Maroto, otro cantar. Según la ministra, los botellones son malos, sí, porque dan mala imagen y ahuyentan al turismo.

De algún modo todos tienen razón. Pero por encima de estas me quedo con la opinión de mi hija adolescent­e. “Falta educación y solidarida­d”. Punto.

Libertad es abrazar a tus padres sin miedo a que se contagien. Libertad es recibir la vacuna. Libertad es el respeto a los demás. Libertad es salud...

Libertad también es un trabajo, un sueldo y una vivienda dignos. Y por esto una sí hubiera entendido que los jóvenes tomaran las calles en nombre de la libertad, no solo por el derecho a pillar una cogorza. Puede que desafiar a la autoridad y saltarse las normas sanitarias se haya convertido en la única opción de muchos ante un futuro, el suyo, que pinta mal.

Hoy se cumplen 10 años del 15-M, y ahora, en vez de indignados, hay devotos del botellón.

Ni políticos ni adláteres se han preocupado de hacer la necesaria pedagogía para salir del estado de alarma

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain